sábado, 25 de agosto de 2012

LES HABLARÉ AL CORAZÓN


       
          Cuanto más intensa, e incluso lacerante, es la soledad del alma que busca a Dios, más luminoso y explosivo se hace el Encuentro. Soledad y comunión  -aparentemente una al confín de la otra-  van, a veces sin saberlo,  de la mano; y juntas crean el espacio donde el hombre experimenta a Dios.








                                                                                        Les hablaré al corazón

El profeta Oseas describe la infidelidad de Israel con respecto a Dios con unos matices que podríamos considerar dramáticos. Es tan real la apostasía de hecho del pueblo santo, que se siente en la necesidad de denunciar que se ha prostituido al poner su confianza en  los ídolos, al tiempo que se sacudió de encima a su Dios como si fuera una carga: “Mi pueblo consulta su madero, y su palo le adoctrina, porque un espíritu de prostitución le extravía, y se prostituyen sacudiéndose de su Dios” (Os 4,12).

Parece que no hay vuelta posible. Ya tomaron su determinación, “la suerte está echada”, dirían los clásicos; y el pueblo de la alegría y de la fiesta, de las celebraciones y los cánticos, del honor y la dignidad, ha quedado, como se dice, al pie de los caballos. No, no hay como volver a Dios, todo es incertidumbre y confusión; aun cargando sobre sus espaldas el mal que han escogido con todas las frustraciones que comporta, no tienen muy claro que con Dios, a quien han abandonado, les vaya a ir mejor. Lejos están las hazañas que Dios hizo por este pueblo, las maravillas que sus antepasados les contaron de generación en generación. Si lejos están en el tiempo, más lejos aún están en su memoria, en su corazón. Presos de tanta desazón, ¿cómo volver a Él?

Efectivamente, no hay cómo volver a Dios. Sin embargo, Él sí tiene cómo volverse a su pueblo, y sí, se vuelve. Así lo hace a pesar de que Israel se lo ha quitado de encima porque no constituía para él más que una molestia, un estorbo de cara a sus proyecciones y metas. El mismo Oseas, que tan descarnadamente nos ha descrito la infidelidad-apostasía de Israel, nos dará a conocer  la solicitud amorosa de Dios hacia su pueblo con palabras inusitadamente bellas, palabras cargadas de delicadeza, solicitud, amor… Es tal el inclinarse de Dios hacia estos hombres, que nos parece totalmente imposible que se haya interpuesto entre ellos tamaña infidelidad y apostasía.

No nos cabe en la cabeza que el mismo Dios que dijo “les visitaré por los días de los Baales (Ídolos), cuando les quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar y se iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí” (Os 2,15)…, exprese a continuación ¡esta sublime declaración de amor!: “Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto (a Israel como su esposa) y hablaré a su corazón” (Os 2,16).

Recogemos esta declaración y hacemos de ella nuestro pórtico de entrada que nos introduzca en una nueva faceta de los pastores según el corazón de Dios. Faceta que nos indica que éstos son aquellos a quienes Dios lleva primeramente al desierto, a la soledad; una vez en él, les habla –pone sus palabras-  al corazón. Soledad, Palabra y corazón del hombre: He ahí el trípode, el horno en el que Dios moldea a sus pastores quienes tienen la misión recibida del Hijo, como quien les pasa el testigo, de dar a conocer a los hombres al Dios vivo y verdadero; este conocer que su Señor y Maestro identifica con la Vida eterna. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero” (Jn 17,3).

La llevaré al desierto, puntualiza Dios. Espacio de soledad indispensable para dar alas a la intimidad, a confidencias. Y nuestro asombro se dispara con lo que sigue: “y le hablaré al corazón”. Soledad necesitan los amantes, han proclamado por todos los confines de la tierra innumerables poetas surgidos en toda nación y cultura, quienes coincidieron en esta misma cualidad del amor: soledad necesitan los amantes.

No está refiriéndose Dios a un desierto físico, geográficamente hablando, a una soledad entendida como aislamiento total del mundo o de todo contacto humano. Dios está pensando en otro concepto de soledad. Mirando a lo lejos y teniendo como punto de referencia la encarnación de su Hijo, está anunciando que llevará a sus discípulos-pastores a una situación tal en la que no encuentren apoyo en nadie, sólo en Él.  Dios prepara para los suyos una soledad medicinal, que les libre de cualquier clase de adulación, agasajo, etc., todo aquello que el mundo sabe hacer muy bien con sus amantes; recordemos que Jesús previene a los que ha llamado diciéndoles que “el mundo ama lo que es suyo” (Jn 15,19a).










jueves, 23 de agosto de 2012

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD EN RIO DE JANEIRO








ORACIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

 

¡Oh Padre! enviaste a Tu Hijo Eterno para salvar al mundo y elegiste hombres y mujeres para que, por Él, con Él y en Él proclamaran la Buena Noticia a todas las naciones. Concede las gracias necesarias para que brille en el rostro de todos los jóvenes la alegría de ser, por la fuerza del Espíritu, los evangelizadores que la Iglesia necesita en el Tercer Milenio.

 

¡Oh Cristo! Redentor de la humanidad, Tu imagen de brazos abiertos en la cumbre del Corcovado acoge a todos los pueblos. En Tu ofrecimiento pascual, nos condujiste por medio del Espíritu Santo al encuentro filial con el Padre. Los jóvenes, que se alimentan de la Eucaristía, Te oyen en la Palabra y Te encuentran en el hermano, necesitan Tu infinita misericordia para recorrer los caminos del mundo como discípulos misioneros de la nueva evangelización.


¡Oh Espíritu Santo! Amor del Padre y del Hijo, con el esplendor de Tu Verdad y con el fuego de Tu amor, envía Tu Luz sobre todos los jóvenes para que, impulsados por la Jornada Mundial de la Juventud, lleven a los cuatros rincones del mundo la fe, la esperanza y la caridad, convirtiéndose en grandes constructores de la cultura de la vida y de la paz y los protagonistas de un nuevo mundo.

¡Amén!

 



viernes, 17 de agosto de 2012


DEL QUIRÓFANO A LA CLAUSURA








Testimonio de una cirujano que hoy entra en el Carmelo de Zarauz, publicado hoy en el Diario Vasco en la pag. 7
Si hace tres años alguien le hubiera dicho a a Akiko Tamura que iba a dejar su carrera de cirujana por convertirse en monja de clausura le hubiera contestado que si estaba «loco». Después de hacer prácticas en un laboratorio en la Universidad de Harvard, estudiar Medicina en la Universidad de Navarra y acumular éxitos en la Clínica Universitaria de Navarra como cirujana torácica, ha sentido «la llamada de Dios» e ingresa hoy en el monasterio de las hermanas carmelitas de Zarautz. Deja atrás a su familia, amigos, compañeros de trabajo y pacientes y cambia las intervenciones con cirugía robótica por los rezos en el convento de las Carmelitas Descalzas. Confiesa que a ella no se le hubiera ocurrido esto pero que «es el plan de Dios».Para esta cirujana católica de 37 años, de madre navarra y padre japonés, «Dios se manifiesta a veces de las maneras más extraordinarias». En el caso de Akiko fue cuando era residente en el Hospital Universitario Princesa de Madrid en 2003. Coincidió con la visita del papa Juan Pablo II y se emocionó con las palabras del santo padre de 'Si sientes la llamada, sígueme'. A lo que Akiko contestó: «Ni de broma Dios me pidas que sea una carmelita descalza». Hasta ese momento, la joven cirujana no había visto nunca una carmelita descalza. La doctora no vio del todo claro el mensaje de Dios y continuó con su vida repartida entre el quirófano y las actividades de las que más disfruta: viajar, salir con los amigos, ver carreras de Fórmula 1... Pero seguía sintiendo ese 'run run' en su conciencia de un mensaje que no llegaba claro a su corazón.


Creía que esa vida de clausura no iba con ella: «Soy una persona muy activa, he hecho esquí con parapente, he viajado, era feliz con mi trabajo. No era precisamente el prototipo de persona cuyo futuro fuera a estar en un convento». Pero pese a las dudas de que su futuro fuera a estar en un monasterio seguía preguntándose si Dios tendría ese «plan» para ella. «No se me iba del corazón lo que había sentido y consulté con mi sacerdote y mi director espiritual y me decían que cuando Dios quisiera me lo haría ver claro. Me dijeron que siguiera siendo una cristiana coherente».



Y así lo hizo hasta el pasado jueves santo. «En ese día que dicen que la llamada no existe, lo vi. nítidamente en mi conciencia. Sabía que Dios me pedía que ingresara en un convento de clausura y que iba a estar conmigo cuando fuera carmelita descalza», recuerda. Después de tener claro que, efectivamente, su destino estaba en el monasterio zarauztarra, Akiko caminaba de otra manera: «Me sentía como si fuera un pez fuera del agua y me tuviera que ir. Y que Dios iba a estar conmigo. Noté una paz que si se me metía en la cabeza hacer otra cosa se iría».
Apoyo familiar «doloroso»



Con la decisión tomada llegó el momento de anunciar la noticia a su familia, amigos, compañeros de trabajo y pacientes. La primera reacción en sus amigos fue quedarse con la boca abierta, aunque los que más la conocen se lo esperaban. Su familia le apoya pero «con dolor». Al comienzo fue difícil para ellos encajar la noticia: «Me decían si lo había pensado, me preguntaban: «¿Qué vas a hacer allí? ¿Perder todos tus talentos?». Una pregunta que le ha tocado responder a Akiko en más de una ocasión. Pero tras ese escepticismo inicial sus más queridos comprueban «la paz y armonía que sentía».



Al comunicar su ingreso en el monasterio también se sorprendió de la espiritualidad de la gente, especialmente de sus pacientes, algunos de los cuales se emocionaron al conocer el nuevo rumbo de su doctora.



Akiko admite que no se enfrentará sola a esta nueva aventura «ni de broma». Pero la doctora tiene compañía: «Cojo las fuerzas del Espíritu Santo. Esto es idea de Dios y yo no sé como se hace, pero voy a fiarme y obedecer». Lejos quedarán sus largas operaciones en el convento de Zarautz, donde piensa rezar mucho, formarse, aprender las reglas de las carmelitas y hacer «lo que Dios quiera».








jueves, 16 de agosto de 2012


ABRIÓ SUS ESPÍRITUS






      Todos nos conocemos a nosotros mismos, tanto que nos da vergüenza escarbar ciertas realidades de nuestra historia. Por eso lo increíble, lo que es realmente increíble, es que Dios quiera establecer y mantener una relación de amor con todo hombre. Es como si pasara de lo que a nosotros nos avergüenza.





Testigos, partícipes, en comunión con los sufrimientos de Jesucristo;  he ahí algunos de los sellos de identidad de la primera cristiandad. Sellos que las ovejas ven brillar en sus pastores, como lo hemos podido comprobar en Pablo y Pedro, aunque también podríamos detenernos en tantos otros nombrados en los Hechos de los Apóstoles.

Para todos los pastores según el corazón de Dios de la primera generación cristiana, así como todas las que se han sucedido y sucederán a lo largo de la Historia, Jesús no es simplemente el modelo en quien fijarse, pues esto no sería suficiente; es el Modelo y también el Moldeador de pastores. Es su forma de moldear lo que da a sus pastores una Fuerza y una Sabiduría que no son de este mundo sino del suyo, el del Padre; hablamos de la Fuerza y de la Sabiduría de Dios. El Pastor de pastores pronuncia a las puertas de su pasión palabras que en aquel momento ninguno de los suyos pudo entender: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). No hay la menor duda  que le escucharon respetuosamente, pero era tal la depresión y tristeza que se había apoderado de ellos que no alcanzaron a comprender lo que estaban oyendo; de ahí su dispersión cuando se consumó la traición de Judas. Resucitado, los reunió nuevamente y “abrió sus espíritus” –las entrañas de sus almas- para que comprendieran las Escrituras (Lc 24,45).

Ahora sí, ya los puede enviar al encuentro de los hombres del mundo entero (Mt 28,18-20).  Son por comunión con su Pastor y con sus padecimientos, mas también con su luz, pastores según su corazón. No hay la menor duda de que todos, los de entonces y los de hoy, pueden, por obra y gracia de Jesucristo, hacer suyo el testimonio de Pablo que nos ha dado pie para esta catequesis: “Por eso todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna” (2Tm 2,10).

No quiero terminar sin hacer, como ya anuncié, una pequeña aclaración acerca del término “elegidos” citado por Pablo. Es conveniente explicitar lo que Pablo y las Escrituras en general, entienden por la palabra elegidos; palabra  que no tiene nada que ver con una posible predestinación o determinismo, ante lo cual no es posible para el hombre otra alternativa, lo que supone una anulación de su libertad.

Muy brevemente diré que no hay desarrollo de la elección sin la aceptación desde su propia libertad. La elección de Dios está siempre en consonancia con la llamada interior que emerge por sí misma de forma natural desde lo profundo del hombre, y que el salmista, inspirado por el Espíritu Santo, expresó de esta forma: “Dice de ti mi corazón: Busca su rostro…” (Sl 27,8).

Con esta afirmación nuestro autor está subrayando el grito de supervivencia, de ansias de inmortalidad, que emerge de nuestras entrañas y que no hay cómo acallarlo. Jesucristo es la respuesta de Dios Padre a estos nuestros anhelos que, repito, están ahí; no son un añadido, hacen parte de nuestro ser. En realidad Dios se sirve de estos gritos para llamarnos a Él, a la Vida. Es el Evangelio el gran Altavoz de Dios que hace que esta nuestra llamada interior encuentre en Él su eco. De ahí la urgencia de su anuncio, ya que donde éste se proclama, llamada interior y respuesta de Dios encuentran su unidad perfecta: ¡la elección ha acontecido!

No obstante, hemos de tener en cuenta lo que dice Jesús: Todos somos llamados, mas no todos elegidos (Mt 22,14). Ahí es donde entra en juego nuestra libertad con sus consiguientes opciones y decisiones. Allí donde se predica el Evangelio, la invitación de Dios resuena con fuerza en todos aquellos que lo acogen y, como decía san Ignacio de Antioquía, en él se refugian.




domingo, 12 de agosto de 2012

VOCACIÓN: De patinadora a monja Kirstin Holum cambia el deporte por Dios


Fue en una visita
al Santuario de Fátima donde decidió consagrar
su vida a Dios

Kirstin Holum tenía solo 17 años cuando en los Juegos de 1998 en Japón deslumbró al mundo. Se vaticinaba su explosión deportiva para este 2010, pero Dios tenía otros planes. Ahora es una monja franciscana y trabaja por los pobres y el Evangelio.

En 1998 en los Juegos Olímpicos de Nagano, en Japón, una velocista estadounidense de solo 17 años deslumbró al mundo del deporte. Más de uno se atrevió a pronosticar una carrera de éxito para Kirstin Holum y un futuro prometedor que habría llegado a su clímax en los Juegos Olímpicos de Invierno Vancouver 2010. Dios tenía otros planes para ella que decidió dejarlo todo y convertirse en religiosa.

En 1998 Holum quedó sexta en la competencia de velocidad de tres mil metros, en una disciplina dominada por atletas que en promedio están alrededor de los 30 años. En aquella oportunidad la ganadora de la medalla de oro fue la alemana, Gunda Niemann-Stirnemann, de 32. Por eso se esperaba que los juegos de Vancouver 2010 fuesen el momento cúspide en la carrera de Kirstin.

Aprendió a patinar gracias a su madre, Dianne Holum, que brilló en las olimpiadas de 1972 en donde ganó la medalla de oro en su especialidad y fue entrenadora de Eric Heiden, ganador de cinco medallas de oro en los juegos olímpicos de invierno.

En declaraciones a Yahoo Sports, Kirstin Holum, que es conocida ahora como la hermana Catherine, comenta que "el patinaje de velocidad era una inmensa parte de mi vida. Todavía me encantaba el deporte, pero tuve este llamado increíblemente fuerte que me decía que era tiempo de seguir por un camino distinto en la vida".

Tras relatar que fue en una visita al Santuario de Fátima donde decidió consagrar su vida a Dios, la hermana Catherine cuenta que "es curioso ver cómo ha cambiado mi vida. Tuve el maravilloso privilegio de competir en una olimpiada, y ahora soy bendecida sirviendo a Dios y a aquellos menos afortunados".

Luego de completar sus estudios en arte, incluyendo una tesis sobre las Olimpiadas en el Instituto de Arte de Chicago, Holum se unió a las Hermanas Franciscanas de la Renovación, quienes se dedican a "trabajar con los pobres, los indigentes y por la evangelización".

La hermana Catherine comenzó su servicio en el Bronx, en Nueva York y tiempo después pasó a Leeds, Inglaterra, y vive actualmente en el convento de Saint Joseph.

"Cuando doy mi testimonio es divertido ver la reacción de los muchachos luego de decirles que estuve en una Olimpiada", bromea y agrega que "sus ojos se abren mucho y ponen más atención. Es muy bueno compartir con ellos".

"Sé que no exactamente lo que uno esperaría normalmente de una religiosa, pero creo que es bueno que la gente sepa que los miembros de una orden religiosa pueden llegar de cualquier contexto o forma de vida. Al final todo es cuestión del compromiso con el mensaje" del Evangelio, añade la hermana Catherine.

Pese a los años, el mundo del patinaje no olvida lo gran atleta que fue la ahora hermana Catherine. Shani Davis y Tucker Fredricks, que compiten por Estados Unidos en Vancouver 2010, y que crecieron entrenando en su época de juveniles con Holum, la recuerdan con aprecio. "Les deseo lo mejor y espero que les vaya muy bien" dijo.

"No me resulta fácil pensar que las cosas pudieron haber sido diferentes para mí y que pude haber participado de otras Olimpiadas, pero definitivamente no era el camino del Señor para mí y por ello no me arrepiento para nada del que tomé", concluye.

martes, 7 de agosto de 2012

EN COMUNIÓN CON CRISTO

La muerte tiene algo, o bien, mucho, de indiscreta. Digo esto porque el secreto tan celosamente   guardado por Dios, el de su relación íntima con sus amigos, deja de ser tal cuando su vida alcanza su ocaso. Es a partir de la muerte cuando lo oculto se pone al descubierto: se acabó la discreción. Con la muerte Dios se entrega totalmente a los suyos.





Ya he señalado que el término soportar en la espiritualidad del Nuevo Testamento, no tiene nada que ver con el fatalismo, pasividad, aguante de algo irremediable, sino que supone una actitud acogedora, un tomar sobre sí mismo una carga –como es la cruz- por decisión propia. Es en este sentido que el autor de la carta a los Hebreos nos presenta a Jesucristo en su decisión de tomar sobre sí mismo la cruz de nuestra salvación. La toma sobre sus espaldas ya que sólo Él pudo cargar con el mal del mundo sin ser aplastado por su poder destructor.

A la luz de todo esto leamos con asombro amoroso la cita de la carta a los Hebreos a la que hemos hecho alusión: “…Corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia” (Hb 12,1b-2a).

El Pastor de pastores carga sobre sí con la cruz en la que están grabados todos los males del mundo, por supuesto también los que salen de nuestras propias manos, y los sepulta victoriosamente. Juan nos describe esta victoria sobre el mal y su príncipe con la magistral sabiduría que le caracteriza: “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (Jn 1,5).

La luz de Dios brilló sobre aquel crucificado que en el estertor de su agonía apenas alcanzó a balbucir “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). Jesús, luz del mundo (Jn 8,12), inclinó la cabeza, murió, y las sombras y tinieblas del sepulcro lo envolvieron con sus marañas mortíferas. Cuando éstas, orgullosas, proclamaban su primacía, el Hijo de Dios se elevó en todo su esplendor expandiendo por todo el mundo su victoria. Muchos fueron sus testimonios gloriosos ante los suyos; damos pie a éste que proclamó ante Juan: “Soy yo, el Primero y el Último; el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte…” (Ap 1,17b-18).

Volvemos al prisionero por amor a Jesús y a su Evangelio y, por supuesto, también por amor a sus ovejas, a quienes llama, como hemos podido ver, los elegidos. Más adelante volveremos sobre qué significado tiene el término elegidos a la luz del Nuevo Testamento. Ahora nos apetece ver al apóstol en comunión con su Pastor, comunión en sus padecimientos, como lo hemos podido comprobar en la apreciación que nos ha ofrecido el autor de la carta a los Hebreos, para quien el verbo soportar tiene la connotación de “tomar sobre sí” no obligada sino voluntariamente. Sí que podríamos hablar en términos de obligación en el sentido de que  no se pueden poner cadenas al impulso del amor que nace de lo alto. Le pasó al Hijo de Dios,  le pasa a sus discípulos, y lo viven de forma especial sus pastores, los que Él mismo moldea con su Evangelio a imagen y semejanza de su propio corazón. Es cierto que no hay ninguna obligación, pero lo es más que este impulso es irresistible.

Veamos ahora a Pablo en comunión con Jesucristo con sus padecimientos. Comunión que es su gala y su orgullo como pastor. Se siente privilegiado de poder vivir esta experiencia; sabe perfectamente que no sería posible sin la fuerza de Dios. La ha recibido y la ha puesto, junto con su vida entera, al servicio de sus ovejas: “los elegidos”, por lo que se siente con autoridad para hacer esta confesión: “Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura por ganar a Cristo… Y conocerle a él, y el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte” (Flp 3,8-10).

Por supuesto que el estar gozosamente en comunión con los padecimientos de Jesucristo no es una experiencia únicamente de Pablo. Leyendo las diferentes cartas de los apóstoles nos damos cuenta de que es algo normal en la primera cristiandad. Podemos acercarnos al testimonio de Pedro: “Queridos, no os extrañéis del fuego que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo extraño, sino alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria” (1P 4,12-13).



lunes, 6 de agosto de 2012

AGOSTO: MES VOCACIONAL







ORACIÓN POR LA VOCACIONES
Señor de la mies y Pastor del rebaño,
haz resonar en nuestros oídos
tu fuerte y suave invitación:
"VEN Y SÍGUEME".
Derrama sobre nosotros tu Espíritu
que Él nos dé sabiduría
para ver el camino y generosidad para seguir tu voz.
Señor, que la mies no se pierda por falta de operarios.
Despierta nuestras comunidades para la misión
enseña para que nuestra vida sea servicio
Fortalece a los que quieran dedicarse al Reino,
en la Vida Consagrada y Religiosa.
Señor, que el rebaño no perezca por falta de pastores
Sustenta la fidelidad de nuestros obispos, sacerdotes y ministros.
De perseverancia a nuestros seminaristas y aspirantes
Despierta el corazón de nuestros jóvenes,
para el Ministerio pastoral de tu Iglesia.
Señor de la mies y pastor del rebaño, llámanos para servir a tu pueblo
María, Madre de la Iglesia, modelo de los servidores
del Evangelio, ayúdanos a responder
SI.
Amén



domingo, 5 de agosto de 2012

LA INTENCIÓN MISIONERA DEL PAPA BENEDICTO, XVI PARA AGOSTO 2012

 “Para que los jóvenes, llamados al seguimiento de Cristo, proclamen y den testimonio del evangelio hasta los confines de la tierra.






COMENTARIO PASTORAL: Todo joven tiene energía que puede utilizar para comprometerse en hacer el bien, o también, desgraciadamente, para hacer el mal. El mundo contemporáneo tiene necesidad de jóvenes firmes, fuertes y entusiastas, para dar testimonio de los valores cristianos, en un mundo que se hace más y más autosuficiente, individualista y materialista. El tener y el poder a todo precio se han convertido en la regla por excelencia. Las virtudes morales se ridiculizan y son reemplazadas sistemáticamente por contravalores y por relaciones contra la naturaleza, aun cuando el Evangelio los denuncia claramente.

La Iglesia se empeña cada día más en la formación de una nueva generación de jóvenes en quienes la visión de la vida esté fundada sobre la santidad y el servicio de los demás, capaces de dar testimonio en su medio ambiente, capaces de una nueva manera de percibir y de utilizar los bienes materiales y el poder temporal. La mayoría de los jóvenes sueñan en poder adquirir un día esas ventajas, no para servir al prójimo, sino por la autosuficiencia y con el deseo de llegar a ser «ricos, grandes y famosos».

Como joven laico, africano, siempre me sentí animado por un ardiente deseo de ser útil para el mundo y para la Iglesia, de procurar cambiar el mundo actual que continúa renegando de Cristo y se aleja de su Evangelio. Aun sintiéndome tan pequeño, tan impotente, tan indigno, siempre he dicho desde lo profundo de mi ser: «Yo puedo vivir de otra manera, yo también puedo ser testigo de Cristo, yo puedo encender una pequeña llama a mi alrededor, comunicarla a los demás, y así una gran luz podrá iluminar el mundo sumergido en las tinieblas de los contravalores y/o de los males que carcomen la humanidad». Para alcanzarlo me ofrecí para colaborar en la misión de Cristo y de la Iglesia en la rama juvenil del Apostolado de la Oración (el Movimiento Eucarístico Juvenil) en mi país. Gracias a Dios, cuando la ocasión se ha presentado, he podido recorrer algunos países del continente para proclamar la Buena Nueva, para decir a los jóvenes que Jesús los ama y tiene necesidad de su colaboración y de su testimonio para cambiar el mundo.

Lo esencial para los jóvenes no es mirar como espectadores, contemplando a los demás con indiferencia, sino de participar y entrar en el proyecto de Cristo, dando testimonio en todas partes comenzando por su «Jerusalén», su pequeño círculo de vida (en la familia, en la escuela, en la universidad, en el club de los amigos, en el trabajo, en la parroquia...). Somos « ciudadanos » del mundo, tenemos un papel que jugar para lograr el cambio por medio de nuestro testimonio de vida y de nuestra perseverancia en la vocación a la santidad a la cual Dios nos llama: «Sed santos como yo soy Santo».

Jean-Claude Ipungu. responsable del MEJ en la RDC y coordinador del MEJ para África y Madagascar






sábado, 4 de agosto de 2012

Carlos Ballbé: de los Juegos Olímpicos Londres 2012 al seminario








Nadie que conociera a Carlos Ballbé habría apostado por verle algún día en la Villa Olímpica con un rosario. Lo de participar en unos Juegos lo tenía escrito en la cara desde pequeño. Cogió un stick a los cinco años, triunfó en el Mundial sub’21 y su talento provocó que emigrase a Alemania, a la Liga más potente del planeta. Pero lo del rosario digamos que no era lo que más le pegaba. Toda su vida, «Litus» –como le conoce todo el mundo del hockey– había sido un «crápula», un «hombre más de noche que de día», «un pieza», «un desastre», un ligón en toda regla, el «novio que ningún padre querría para su hija». Así que cuando dijo que quería ser cura «todos alucinaron bastante».

Los más sorprendidos fueron sus compañeros de equipo, que hoy siguen gastándole bromas para ir poco a poco asimilando su futuro después de los Juegos. Si ya es difícil encontrar hoy a jóvenes que sientan la llamada de Dios, resulta casi único toparse con que uno de ellos compitiendo con la Selección de hockey que ayer se estrenó en Londres con un empate (1-1) ante Pakistán.

«Litus» es «el seminarista de los Juegos» y es tal el interés que ha despertado en la Prensa de todo el mundo que su entrenador le ha aislado para que pueda concentrarse. Para hablar con él, una se tiene que colar en el vestuario cual «groupie», de la misma manera que antaño lo hacía su club de fans. Porque a sus 27 años, «Litu» ha tenido novias «y muchas» que también se quedaron «heladas» con la noticia. «Pero es lo que hay. Yo había estudiado en La Obra y es cierto que era de ir a Misa todos los domingos, pero nunca me planteé ser seminarista hasta que un día me di cuenta que era esto lo que me hacía más feliz», dice tras el empate.

El proceso fue largo. En 2005 pidió a Dios ayuda mientras competía en el Mundial sub’21. Hicieron historia. Así que no le quedó más remedio que cumplir su promesa e ir a Medjugorje (el famoso pueblo de Bosnia-Herzegovina donde la Virgen se apareció a una niña). A su vuelta siguió con sus «fiestas hasta el amanecer» habituales. Pero luego hizo un segundo viaje y hasta un tercero y poco a poco se fue centrando. «Tanto en el terreno deportivo como en el humano, las cosas empezaban a tener sentido y decidí meterme en el seminario», comenta.

Uno de los sacerdotes le aconsejó no dejar el hockey y gracias a Dios –nunca mejor dicho– le hizo caso. La cita con Pekín no fue posible, pero en esta ocasión un pacto con el seminario de Barcelona y el Club Atlético Terrassa han logrado que el atleta haya podido cumplir su sueño.

«Mis compañeros no paran de gastarme bromas y dicen que hago todo esto para lavar mi imagen. Están convencidos de que algún día saldrá el ‘‘Litus’’ de antes. Incluso hay algunos que intentan buscarme novia. Pero yo sé que dentro de mí hay algo que ha cambiado. Y estoy más feliz que nunca», explica. Cada noche eso sí, reza por alcanzar el objetivo del equipo: llegar a semifinales. Luego, tras Londres 2012, el seminarista seguirá vinculado al Hockey pero a «otro nivel» porque tiene claro que su camino ya no está sobre la hierba con una Selección que está llamada a luchar por las medallas.

La  Razón 31-7-2012

viernes, 3 de agosto de 2012

SE ABRE UNA GRAN PUERTA, LA DEL AÑO DE LA FE

 



Benedicto XVI prepara nueva encíclica sobre la Fe, como "un gran regalo por el Año de la Fe".
El Santo Padre ya ha concluido el tercer volumen de su trilogía sobre la vida de Jesús, que consistirá en un manuscrito dedicado a Jesús de Nazaret", y "después, quizá también tenga lugar una encíclica".

Después de escribir sobre la caridad y la esperanza, una encíclica dedicada a la fe completaría las cartas que el Santo Padre ha dedicado a las otras dos virtudes teologales: Deus caritas est (Dios es caridad o amor), del 25 de diciembre de 2005; Spe salvi (Salvados por la esperanza), de 2007, y Caritas in veritate (Caridad en la verdad) de 2009.

El Cardenal Tarcisio Bertone señaló, que el ministerio del Papa significa "cuidar de los demás, defender a los más débiles, los necesitados, y a imagen y semejanza del buen pastor, hacer resplandecer la realeza de Cristo".

Se acerca el Año de la Fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II, y los 20 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, terminará en Cristo Rey del año siguiente, el 24 de noviembre de 2013. Invitamos  a todos a que podamos “descubrir de nuevo” aquello en lo que creemos. Compartimos las frases que nos parecieron más importantes de la carta Porta Fidei, en la que nuestro Papa Benedicto, XVI convoca al Año de la Fe:


Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.

Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente.

Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza.

 (…) la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios” (…).

 (…) esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble.

 La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.

 El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad.




jueves, 2 de agosto de 2012

Dios llama a muchos




Contaba un sacerdote español:
«Cada vez que veo estudiantes rebosando salud; chicos guapísimos con el cabello partido en crenchas muy galanas; jóvenes esbeltos que parecen cincelados por el buril del mismísimo Fidias; al pensar luego que o no son católicos, o si lo son, no aspiran más que a terminar una carrera que les facilite trabajar a la sombra, cobrar un sueldo ramplón, criar media docena de hijos y llegar luego a viejos sentados en alguna butaca con compadres tan canos y calvos como ellos, se me subleva la sangre y me viene tentación de agarrarlos por las solapas y decirles con acento lastimero:
– Pero, hombre, ¿no ves que estás perdiendo la ocasión de poderte cubrir de gloria con tus fatigas, con tus dolores, con tus esfuerzos, con sufrimientos de todo género llevados alegremente por amor de Dios para convertir un sinnúmero de almas que glorifiquen eternamente contigo a Jesucristo?
Nos sobran ya abogados, ingenieros y médicos. Lo que nos hace falta con urgencia son chicos como tú que vayan hoy mismo a los noviciados y marchen luego a conquistar el mundo para Cristo, bien desde la soledad de sus claustros, bien con el fuego de su predicación. Si me dices que Dios no te llama, vete a la iglesia; arrodíllate ante el sagrario; di a la Santísima Virgen que presente ella tu petición a su divino Hijo. Diles que tú quieres ir de voluntario. Veremos luego si te llama Dios o no te llama.
Dios llama a muchos; pero son pocos los que se dan por aludidos. Se excusan con que si la novia, si la madre viuda, si la salud, si me comerán vivo los indios, si el suelo patrio, y en estas excusas se les pasa la juventud. Entre tanto Jesucristo sigue dando toquecitos a otros corazones jóvenes. “Mañana te abriremos –le responden–, para lo mismo responder mañana”.
Total, que lo único de que dispone Dios para convertir a las gentes, son grupitos de almas temblorosas que van a ser la simiente de la gran cosecha venidera» (Cuarenta años en el círculo polar, pp. 339-340).
¿Cuál es el fondo de toda vocación? ¿Cómo se explica una vocación? No hay otra causa sino la preferencia voluntariamente querida de Alguien, y ese alguien es Cristo. El querer ser como Él, el querer prolongar su vida, llenar el mundo de su amor, y hacer su nombre conocido y amado. Cristo está en el origen y en la fuerza de cada vocación. Nada fuera de esto puede dar una explicación del por qué jóvenes generosos, llenos de cualidades, se deciden a dejarlo todo por una vida que conscientemente saben es dura, durísima, y la abrazan precisamente porque es dura. La vocación de Benito, de Bruno, de Tomás de Aquino, gente de gran condición social, que renunciaban a todo lo hermoso que el mundo podía ofrecerles. Miremos alrededor nuestro, ¿por qué ése y ése... dejó el mundo que se lo ofrecía todo? Quia amo Christum (puesto que amo a Cristo) es la respuesta común. ¿Qué ha hecho Cristo por mí? ¿Qué he hecho yo por Cristo? ¿Qué puedo hacer por Cristo?, es la pregunta que ellos se hacen. Pues en el origen de cada vocación está el amor a Cristo, amor fecundado por el Espíritu Santo: eso es lo que explica toda vocación religiosa.
Y al ver el mundo moderno caer en la impiedad... Al ver que hay miles de parroquias vacantes... que hay lugares en que no hay un solo sacerdote que absuelva; que los colegios arrojan una juventud sin Dios; que los obreros que controla el comunismo crecen de día en día... ¡La juventud debiera plantearse el problema, y unirse a la milicia de Cristo!
Muchos no quieren pensar, no quieren oír hablar del problema y, ya lo sabemos, no hay peor sordo que el que no quiere oír. Teniendo oídos para oír no oyen, ojos para ver no ven... ¡Ay de ti Jerusalén! porque si en Tiro y Sidón... ¡Qué bien se pueden aplicar esas palabras a quienes son tan sordos a la voz de Dios!
Muchos otros, rectos, puros, de alma bien intencionada, siguen a aquel joven judío que nos describe el Evangelio. Quisieran seguir siendo buenos, aún más, quisieran hacer algo por Cristo, pero cuando llegan a conocer la realidad de la perfección evangélica, los sacrificios que impone… si quieres ser perfecto... (cf. Mt 19,16-22), vuelven las espaldas y tristes acuden a sumirse en su vulgaridad. ¡Cuántas veces se repite el triste caso! Mandamos una carta, una de tantas: Padre, soy uno de esos. He conocido el camino, he oído la voz, pero me encuentro sin fuerzas... ¡Qué triste debe ser comenzar la vida habiendo conocido cuán bueno y cuán bello es el Señor, cuánto ha hecho por mí, y negarle conscientemente el primer sacrificio que me regala hacer! Cristo, si acudo a Él, seguirá siendo mi padre; pero quien no ha querido mirarlo de frente, ¿tendrá la confianza para seguir acudiendo a Él?
Otros, en cambio, quieren hacer el uso más bello de su vida, comprenden que lo que salvará al mundo, más que grandes estadistas, y grandes guerreros... es una generación de santos, y se deciden a serlo en el camino que refleja más la vida de Cristo, en aquella vida que es una copia, la más exacta y la más completa de la vida del Maestro, la que retiene más notas de la acción interior y exterior de Jesús. Abrazan generosamente la vida religiosa. ¡Qué vidas tan bellas, tan plenas!

Decía San Alberto Hurtado:

«El problema es de todos los tiempos; y la vocación es una piedra de toque como pocas para discernirlos ¿A quiénes? A los generosos, esforzados, heroicos. No es que todos los que no van por el camino de la vocación no sean generosos. Porque hay muchos generosos que ven que su misión es el mundo, que creen que ése es el campo donde han de ejercer su misión apostólica.
Pero también hay muchos llamados, muchísimos, lo sabemos por la teología y casi diría por la fe. Santo Tomás nos dice que Dios nunca abandona a su Iglesia hasta el punto de abandonarla de ministros idóneos, por tanto, del número suficiente de sacerdotes. Segunda premisa: sabemos por la experiencia, y es regla de teología pastoral, que un sacerdote, por más celoso que sea, no puede alcanzar a más de mil almas. Tercera premisa aplicada a Chile: hay en Chile 1.615 sacerdotes; aptos para el cultivo espiritual, digamos 1.200, por tanto posibilidades de 1.200.000 almas. Somos 5.000.000 ¿Cuántas quedan fuera de toda posibilidad? No lo decimos nosotros, lo dicen nuestros Obispos.
Sigamos con otras dos premisas para quienes piensan: si Dios suscita vocaciones, de ley normal, las suscita entre quienes han recibido una instrucción y una educación cristiana, los ejemplos de vida cristiana, entre quienes están más capacitados para percibir la suave voz de Dios. A.C., jóvenes escolares o vosotros que me escucháis, ¿cuántos hay en Chile que tengan la luz, el conocimiento de Cristo que tú tienes? Al pensar en los jóvenes que terminan sus Humanidades, después de haber recibido una educación cristiana, pienso que en Chile no son millares, sino quizás algunos centenares los que, teniendo su edad, han recibido las mismas luces que ellos. ¿Habrá 300 jóvenes de tu edad que hayan recibido las luces que tú, los ejemplos, cultura cristiana, etc.? Si tienes una inquietud espiritual en orden a la vocación, ¿no comprendes que deberías pensar en ella?» (La búsqueda de Dios, pp. 243-245).


Desde los tiempos evangélicos hasta hoy ha seguido actuando la voluntad fundadora de Cristo, que se manifiesta en esa hermosísima y santísima invitación dirigida a tantas almas: «¡Sígueme!». Debemos cuidar este llamado como el don más grande que hayamos recibido en la vida, porque es una gracia rompible que se puede perder.


Tomado de Schola Veritatis




miércoles, 1 de agosto de 2012


TESTIMONIO DE UNA VOCACIÓN


Este testimonio tiene el reflejo, de aquel tiempo nocturno de oración, que tantos años practiqué en la Trapa de San Isidro de Dueñas, y que es aún fuente de mi vivencia en el Misterio al que nos abre la fe.







Es tu llamada para el que sepa oírla, porque si Tú no llamas, nadie podría entrar. Ni siquiera se sabría que hay que ir, ni dónde ir, ni para qué ir.

Cuando Tú llamas, se podrá ir o no, se podrá entrar o no a tu presencia, quedarse contigo o marcharse, pero cuando pronuncias la llamada, cuando se escucha el nombre escrito en la piedrecita blanca por el que tú nos conoces, se empieza a producir el milagro de relación personal contigo. Es como apretar el botón que pone en marcha el movimiento del alma, por el camino de Cristo hacia el Padre, por la Iglesia que canta, hacia Dios.

 Llamada de todos los sentidos que no escuchan la luz sino la noche, y no es fácil dejar de estar en ti, ni fácil tampoco estar contigo. La única forma de vivir el instante supremo de la vida, es estar ''hacia ti'', hacia tu rostro, como tú mismo vas al rostro de tu Padre. La llamada es como el viento que me refresca el alma, y me trae los aromas de tu cuerpo, el Espíritu tuyo me despeina el recuerdo, me hace sentir que una fuerza hacia tu mar me impulsa, y yo abro mi vela de recuerdos y salgo hacia tu adentro. Me llamas y te escucho, sabiendo cada una de tus sílabas, que tienen todavía gotas de tu saliva curativa, hecha barro en mi sangre. Y así quedo mirando, y viendo donde vives. Y me acerco poco a poco a conocerte vivo en mi conciencia, el espacio de cielo que me toca, a donde tu has subido, y vives a la diestra de tu Padre, esperándome, mi tierra prometida.

Si después quieres tú mismo pronunciar nuestro nombre unido, entrelazado, y decir donde vives, entonces será mágico el encuentro, de esos que dejan huella para siempre, y podremos seguirte en este siglo nuevo que también necesita que estés dentro.

Pero eso ya lo sabes, todos los siglos te necesitan, desde siempre, pero este con mas urgencia desde que fuiste hombre en medio de esos siglos, y llamaste a los hombres, y algunos al menos, dejaron sus trabajos y te siguieron, dejaron sus redes y los hiciste pescadores de hombres. ¡Y aquí estamos pescados! En tus redes, en el copo bendito de tu barca la Iglesia.


Vocación de tu boca en la Palabra leída y escuchada, vocación de mi boca que pronuncia tu nombre en el misterio. Vocación de venida y de ida, que se convierte en instrumento de unión entre todos. Llamar y responder, pedir y recibir, vocación y seguirte...  eso para alguno es convertirse a ti, y Tú a nosotros, preludio del encuentro profundo que nos una y no termine nunca. Cielo del hombre, seguir tu vocación. Entrar en el misterio, y compartir la vida en la rumia despaciosa y templada de la palabra viva, de la buena noticia de tu reino. Acordarse de ti en la entrada aún estrecha que da paso a la tierra prometida, y en el recuerdo, tomar la inercia necesaria para pasar el río de la muerte.

Por lo pronto, lo que me toca ahora es estar 'a la puerta', llamando y recibiendo limosnas como un pobre, sin poder decidir en mi destino hacia la patria, más de lo que se me regala. No es fácil vivir en la pobreza, porque en definitiva, ser pobre no es sino estar en la presencia el reino, como dice la bienaventuranza.


Le doy gracias a Dios porque me ha enseñado que ya no tengo que moverme mucho para 'ir a El', para responder con hechos de conciencia a la orden del salmo. Casi toda mi vida he estado preocupado por lo que Dios querría que hiciese, o a dónde tendría que ir para agradarle, y por fin encontrarle. Hoy reconozco algo que era obvio, pero que por mi torpeza no había entendido bien: para alabarlo basta entrar a la escucha de su voz, no hay que ir físicamente a ningún sitio. Los auténticos alabadores lo alaban en todos espacios, y en el Espíritu, y en la Verdad de su Palabra. Como dice luego el mismo salmo, la auténtica alabanza se realiza 'entrando a su presencia'. Ese movimiento interior que lleva al alma entera, al cuerpo y al espíritu del hombre, desde su ausencia hasta su presencia, es 'ir a El', y a eso llama el salmo cuando dice VENID.
                                                                                               Manuel Requena