sábado, 25 de agosto de 2012

LES HABLARÉ AL CORAZÓN


       
          Cuanto más intensa, e incluso lacerante, es la soledad del alma que busca a Dios, más luminoso y explosivo se hace el Encuentro. Soledad y comunión  -aparentemente una al confín de la otra-  van, a veces sin saberlo,  de la mano; y juntas crean el espacio donde el hombre experimenta a Dios.








                                                                                        Les hablaré al corazón

El profeta Oseas describe la infidelidad de Israel con respecto a Dios con unos matices que podríamos considerar dramáticos. Es tan real la apostasía de hecho del pueblo santo, que se siente en la necesidad de denunciar que se ha prostituido al poner su confianza en  los ídolos, al tiempo que se sacudió de encima a su Dios como si fuera una carga: “Mi pueblo consulta su madero, y su palo le adoctrina, porque un espíritu de prostitución le extravía, y se prostituyen sacudiéndose de su Dios” (Os 4,12).

Parece que no hay vuelta posible. Ya tomaron su determinación, “la suerte está echada”, dirían los clásicos; y el pueblo de la alegría y de la fiesta, de las celebraciones y los cánticos, del honor y la dignidad, ha quedado, como se dice, al pie de los caballos. No, no hay como volver a Dios, todo es incertidumbre y confusión; aun cargando sobre sus espaldas el mal que han escogido con todas las frustraciones que comporta, no tienen muy claro que con Dios, a quien han abandonado, les vaya a ir mejor. Lejos están las hazañas que Dios hizo por este pueblo, las maravillas que sus antepasados les contaron de generación en generación. Si lejos están en el tiempo, más lejos aún están en su memoria, en su corazón. Presos de tanta desazón, ¿cómo volver a Él?

Efectivamente, no hay cómo volver a Dios. Sin embargo, Él sí tiene cómo volverse a su pueblo, y sí, se vuelve. Así lo hace a pesar de que Israel se lo ha quitado de encima porque no constituía para él más que una molestia, un estorbo de cara a sus proyecciones y metas. El mismo Oseas, que tan descarnadamente nos ha descrito la infidelidad-apostasía de Israel, nos dará a conocer  la solicitud amorosa de Dios hacia su pueblo con palabras inusitadamente bellas, palabras cargadas de delicadeza, solicitud, amor… Es tal el inclinarse de Dios hacia estos hombres, que nos parece totalmente imposible que se haya interpuesto entre ellos tamaña infidelidad y apostasía.

No nos cabe en la cabeza que el mismo Dios que dijo “les visitaré por los días de los Baales (Ídolos), cuando les quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar y se iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí” (Os 2,15)…, exprese a continuación ¡esta sublime declaración de amor!: “Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto (a Israel como su esposa) y hablaré a su corazón” (Os 2,16).

Recogemos esta declaración y hacemos de ella nuestro pórtico de entrada que nos introduzca en una nueva faceta de los pastores según el corazón de Dios. Faceta que nos indica que éstos son aquellos a quienes Dios lleva primeramente al desierto, a la soledad; una vez en él, les habla –pone sus palabras-  al corazón. Soledad, Palabra y corazón del hombre: He ahí el trípode, el horno en el que Dios moldea a sus pastores quienes tienen la misión recibida del Hijo, como quien les pasa el testigo, de dar a conocer a los hombres al Dios vivo y verdadero; este conocer que su Señor y Maestro identifica con la Vida eterna. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero” (Jn 17,3).

La llevaré al desierto, puntualiza Dios. Espacio de soledad indispensable para dar alas a la intimidad, a confidencias. Y nuestro asombro se dispara con lo que sigue: “y le hablaré al corazón”. Soledad necesitan los amantes, han proclamado por todos los confines de la tierra innumerables poetas surgidos en toda nación y cultura, quienes coincidieron en esta misma cualidad del amor: soledad necesitan los amantes.

No está refiriéndose Dios a un desierto físico, geográficamente hablando, a una soledad entendida como aislamiento total del mundo o de todo contacto humano. Dios está pensando en otro concepto de soledad. Mirando a lo lejos y teniendo como punto de referencia la encarnación de su Hijo, está anunciando que llevará a sus discípulos-pastores a una situación tal en la que no encuentren apoyo en nadie, sólo en Él.  Dios prepara para los suyos una soledad medicinal, que les libre de cualquier clase de adulación, agasajo, etc., todo aquello que el mundo sabe hacer muy bien con sus amantes; recordemos que Jesús previene a los que ha llamado diciéndoles que “el mundo ama lo que es suyo” (Jn 15,19a).










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