sábado, 27 de abril de 2013

CON FLORES A MARÍA


 
Al acercarse el mes de mayo, consagrado por la piedad de los fieles a María Santísima, se llena de gozo Nuestro ánimo con el pensamiento del conmovedor espectáculo de fe y de amor que dentro de poco se ofrecerá en todas partes de la tierra en honor de la Reina del Cielo. En efecto, el mes de mayo es el mes en el que en los templos y en las casas particulares sube a María desde el corazón de los cristianos el más ferviente y afectuoso homenaje de su oración y de su veneración. Y es también el mes en el que desde su trono descienden hasta nosotros los dones más generosos y abundantes de la divina misericordia.

Nos es por tanto muy grata y consoladora esta práctica tan honrosa para la Virgen y tan rica de frutos espirituales para el pueblo cristiano. Porque María es siempre camino que conduce a Cristo. Todo encuentro con Ella no puede menos de terminar en un encuentro con Cristo mismo. ¿Y qué otra cosa significa el continuo recurso a María sino un buscar entre sus brazos, en Ella, por Ella y con Ella, a Cristo nuestro Salvador, a quien los hombres en los desalientos y peligros de aquí abajo tienen el deber y experimentan sin cesar la necesidad de dirigirse como a puerto de salvación y fuente trascendente de vida?.
(Encíclica «Mes de Mayo» S.S. Pablo VI)

 
 
 

viernes, 26 de abril de 2013

MI VIDA POR MI REBAÑO


 Nunca el hombre imaginó dominar en tanta profundidad todas las tecnologías. Somos capaces de descifrar hasta los puntos más recónditos del espacio. Aun así, y reconociendo su valor e importancia,  ¿de qué nos sirve el dominio de tantas cosas y tecnologías si no sabemos leer a Dios?





El libro de los Hechos de los Apóstoles nos ofrece a lo largo de uno de sus pasajes (Hch 20,17-38), lo que no pocos grandes exegetas de la Escritura han considerado como el testimonio fidedigno de lo que constituye una relación genuinamente evangélica entre un pastor según Dios y el rebaño confiado.

En este pasaje Lucas nos relata la despedida de Pablo de la comunidad de los discípulos de Éfeso representada por sus presbíteros. Si bien su exposición está dirigida preferentemente a éstos, adivinamos a todos los cristianos de la ciudad como receptores de su exhortación. El tono, la desbordante afectividad de las palabras del apóstol, sobrecogen intensamente a todos los que las leemos sosegadamente. Es como si Pablo se despojase de su corazón con el vivo deseo de entregar a todos y cada uno de los discípulos que han abrazado la fe, la bellísima historia de amor y comunión que se ha creado entre ellos; digo creado porque un              amor- comunión de esta índole solamente puede ser obra de Dios.  

Pablo va desgranando su catequesis de despedida. Toda ella rezuma amor, pasión, solicitud, misericordia, preocupación, libertad… sí, libertad para amar entrañablemente a sus ovejas, y libertad también para entrar en obediencia al soplo del Espíritu Santo que le impulsa a otras tierras, otras patrias, para darse, con el Evangelio de su Señor, a las multitudes. Libre para abrirse a otras historias de amor, aquellas que sólo el Gran Poeta –Dios- es capaz de escribir.

Hemos hablado también de solicitud, de preocupación por el rebaño. Tiene el suficiente discernimiento y experiencia para intuir que el rebaño va a ser envestido despiadadamente por las fuerzas del mal. Nos imaginamos al apóstol con sus ojos cargados de lágrimas y ensangrentada el alma al advertirles de estos peligros: “Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño…” (Hch 20,29).

Al hacernos eco de la amorosa cercanía de Pablo a su rebaño, así como de su sufrimiento y desvelo porque sabe que, precisamente por haber abrazado  la fe, está expuesto a todo tipo de prueba y persecución, nos estremecemos al evaluar la enorme grandeza del corazón de este hombre. Es como si Dios, salvando la distancia, lo hubiese recreado a su medida. Tenemos razones para sustentar esta comparación. El corazón intransigente, rebosante de maldad del perseguidor (Hch 26,11), ha dado paso a otro corazón; éste extremadamente tierno que le lleva a fortalecer con su palabra a las ovejas más débiles del rebaño de Éfeso.

Hemos medido el corazón de Pablo a la altura del de Dios, por supuesto, en una comparación sumamente atrevida. Sin embargo, podemos apoyarla comprobando que esta profecía de Isaías acerca de Jesucristo, el Buen Pastor, se cumple también en él: “Como pastor pastorea su rebaño, recoge en sus brazos los corderillos –los más débiles-, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las que van a dar a luz” (Is 40,11).

Por supuesto que no es el momento de desentrañar exhaustivamente la catequesis que el apóstol impartió a los presbíteros de Éfeso. Harían falta no uno sino varios libros para extraer la inescrutable riqueza que el Espíritu Santo puso en la boca de este pastor de Jesús. Sí creo conveniente detenerme en este pasaje que considero eje fundamental de toda su exposición: “Mirad que ahora yo, encadenado en el Espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá; solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios” (Hch 20,22-24).

 

sábado, 20 de abril de 2013

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES: ¡ CONFÍO EN TI !


 


El cuarto domingo de la Pascua es conocido también como domingo del Buen Pastor en referencia al evangelio que se proclama este día, y en el que Cristo se presenta a sí mismo como Buen Pastor. Desde hace cincuenta años, por voluntad del Papa Pablo VI, y en plena celebración del concilio Vaticano II, es también la Jornada Mundial de Oración por la Vocaciones.

Es verdad que orar por la vocaciones hemos de hacerlo cada día, y así os sigo animando a hacerlo. Sin embargo, esta Jornada tiene un carácter especial. En la alegría de la resurrección del Señor, contemplándolo como Pastor de nuestras almas, le pedimos que siga realizando su obra al elegir a hombres y mujeres, tomados entre los hombres, para servirlo de un modo radical en el sacerdocio ministerial o en la vida de especial consagración.

Pedir por las vocaciones es pedir por los frutos de una Iglesia viva que se manifiesta en la rica variedad de los carismas y servicios en la comunidad, como respuesta a la voluntad de Dios que llama a los hombres a los diversos estados de la vida cristiana. El mismo Papa Pablo VI, lo expresaba así: «El problema del número suficiente de sacerdotes afecta de cerca a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana, sino también porque este problema es el índice justo e inexorable de la vitalidad de fe y amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y testimonio de la salud moral de las familias cristianas. Donde son numerosas las vocaciones al estado eclesiástico y religioso, se vive generosamente de acuerdo con el Evangelio» (Pablo VI, Radiomensaje, 11 abril 1964). El número de las vocaciones y la santidad de las mismas es signo indiscutible de la vitalidad de una iglesia.

El lema de la Jornada de este año, que tiene sabor a plegaria, es el secreto de toda vocación: ¡Confío en ti!. Nadie deja lo que es suyo, lo que le pertenece, sino es por una realidad mayor; es más, sólo salimos de nosotros mismos cuando hay una actitud de confianza. Esto es la fe: la salida de uno mismo como respuesta confiada a una invitación al diálogo, que toma la existencia del hombre transformándola. Dios llama y el hombre responde, y lo hace porque se fía. Por eso, la falta de respuesta a la llamada de Dios expresa una falta de confianza, una falta de fe.

Este año estamos convocados a renovar nuestra fe. La profesión de los labios tiene que brotar de la actitud del corazón, para ello es siempre necesaria la conversión. Hemos de redescubrir el gozo de creer, sólo así podremos transmitir la fe en toda su belleza. Además, de esta actitud de fe renovada han de brotar respuestas generosas a la llamada del Señor. Un creyente que muestra en su vida el gozo de creer es el mejor medio para que otros vengan y vean.

Al hablar de las vocaciones, no podemos olvidar la importancia que tiene un ambiente propicio para que estas crezcan y se desarrollen. De un ambiente superficial e intrascendente, difícilmente brotarán las vocaciones que necesita la Iglesia. Cuando miramos el ambiente en que, generalmente, se mueven los jóvenes, es fácil comprender que no nazcan vocaciones consagradas, no pueden nacer. Por eso, es necesario crear ambiente para que los jóvenes puedan escuchar la voz de Dios; hemos de ser capaces de poner a los jóvenes en contacto con el Señor, para que descubran el gusto por la intimidad con él. El Jesús amigo, el Jesús cercano, el Jesús Esposo creará el ámbito de la intimidad, e irá colmando el corazón para decirle: Sí; porque me fío de ti, porque sin ti la vida no es vida. Los jóvenes tienen derecho a descubrir que la felicidad está en hacer la voluntad de Dios.

Esta es tarea de toda la comunidad cristiana, pero de un modo especial, de nosotros sacerdotes y consagrados. Nuestra vida es el mejor testimonio para los jóvenes. Hemos de mostrar la alegría por lo que somos, decirles que somos felices y que merece la pena vivir la vocación, de lo contrario, ¿cómo querrán elegir este estado de vida?. Nadie da la vida por lo que no merece la pena.

Quiero terminar expresando mi firme confianza en que el Señor nos va a bendecir con numerosas y santas vocaciones para el servicio de Iglesia, y lo hago con una invitación a los jóvenes, que recojo del Mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de esta Jornada: “Queridos jóvenes, no tengáis miedo de seguirlo y de recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del compromiso generoso. Así seréis felices de servir, seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno, aprenderéis a «dar razón de vuestra esperanza» (1 P 3,15)”.

Con mi afecto y bendición

+ Ginés García Beltrán

Obispo de Guadix

 

jueves, 18 de abril de 2013

CRISTO, EL BUEN PASTOR


 
 
 
«Yo soy el buen pastor, (...) conozco a mis ovejas y las mías me conocen» (Aleluya).

 


 

"Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas, es decir, las amo, y ellas me conocen a mi. Es corno si dijese con toda claridad: «Los que me aman me obedecen.» Pues el que no ama la verdad es que todavía no la conoce.

Ya que habéis oído, cuál sea nuestro peligro, pensad también, por estas palabras del Señor, cuál es el vuestro. Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras.

El que entre por mí se salvará, disfrutará de libertad para entrar y salir, y encontrará pastos abundantes. Entrará, en efecto, al abrirse a la fe, saldrá al pasar de la fe a la visión y la contemplación, encontrará pastos en el banquete eterno.

Sus ovejas encontrarán pastos, porque todo aquel que lo sigue con un corazón sencillo es alimentado con un pasto siempre verde. ¿Y cuál es el pasto de estas ovejas, sino el gozo íntimo de un paraíso siempre lozano? El pasto de los elegidos es la presencia del rostro de Dios, que, al ser contemplado ya sin obstáculo alguno, sacia para siempre el espíritu con el alimento de vida. Busquemos, pues,  estos pastos, para alegrarnos en ellos junto con la multitud de los ciudadanos del cielo. La misma alegría de los que ya disfrutan de este gozo nos invita a ello. Por tanto,  despertemos nuestro espíritu, enardezcamos nuestra fe, inflamemos nuestro deseo de las cosas celestiales; amar así es ponernos ya en camino. Que ninguna adversidad nos prive del gozo de esta fiesta interior, porque al que tiene la firme decisión de llegar a término ningún obstáculo del camino puede frenarlo en su propósito. No nos dejemos seducir por la prosperidad, ya que sería un caminante insensato el que, contemplando la amenidad del paisaje, se olvidara del término de su camino.”

 

miércoles, 17 de abril de 2013

LA OVEJA PERDIDA


Dios todo poderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, concédenos también la alegría eterna del reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor.

  



 
“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.” (cf Jn 10 1ss)


El distintivo de la oveja de Cristo es su capacidad de escuchar, de obedecer, mientras que las ovejas extrañas se distinguen por su indocilidad. Comprendemos el verbo “escuchar” en el sentido de consentir a lo que se le ha dicho. Y las que lo escuchan las reconoce Dios, porque “ser conocido” significa estar unido a él. Nadie es totalmente ignorado por Dios. Porque, cuando Cristo dice: “Yo conozco mis ovejas”, quiere decir: “Yo los acogeré y las uniré a mi de una forma mística y permanente.” Se puede decir que al hacerse hombre, Cristo se ha emparentado con todos los hombres, tomando su misma naturaleza. Todos estamos unidos a Cristo a causa de su encarnación. Pero aquellos que no guardan su parecido con la santidad de Cristo, se le han hecho extraños...

  Mis ovejas me siguen”, dice Cristo. En efecto, por la gracia divina, los creyentes   

  siguen los pasos de Cristo. No obedecen a los preceptos de la Ley antigua que no  
  era más que figura, sino que siguen por la gracia los preceptos de Cristo. Llegarán a
  las cumbres, conforme a la vocación de hijos de Dios. Cuando Cristo sube al cielo,
  ellos le seguirán.
 
Pero, miremos ahora a nuestro pastor, Cristo. Miremos su amor por los hombres y su ternura para conducirnos a pastos abundantes. Se alegra con las ovejas que están a su alrededor y busca a las que están descarriadas. Ni montañas ni bosques son obstáculo, él baja a los valles tenebrosos (Sal 22,4) para llegar al lugar donde está la oveja perdida... Así busca el amor de sus ovejas. Aquel que ama a Cristo conoce su voz y le sigue.

Señor Jesucristo, Dios nuestro, yo tengo un corazón que te busca con inquietud, ni arrepentido, ni lleno de ternura por ti, ni nada de eso que hace volver a los hijos a su heredad. Maestro, yo no tengo lágrimas para orarte. Mi espíritu está en tinieblas a causa de las cosas de esta vida y, en su dolor, no tiene la fuerza necesaria para tender hacia ti. Mi corazón está frío en las pruebas, y las lágrimas de amor por ti no pueden calentarlo. Pero tú, Señor Jesucristo, mi Dios, tesoro de todos los bienes, dame un arrepentimiento total y un corazón apenado, para que, con toda mi alma salga en tu búsqueda, porque sin ti estaré privado de todo bien; oh, Dios bueno, dame tu gracia. Que el Padre que, fuera del tiempo, en la eternidad, te engendra en su seno, renueve en mí las formas de tu imagen.

Yo te he abandonado; tú no me abandones. Yo he marchado de ti; sal tú a buscarme. Condúceme hasta tu pradera; cuéntame entre las ovejas de tu rebaño preferido. Con ellas aliméntame con la hierba verde de tus misterios divinos que moran en el corazón puro, este corazón que lleva en sí mismo el esplendor de tus revelaciones, la consolación y la dulzura de los que se han esforzado por ti en los tormentos y ultrajes. Que nosotros podamos ser dignos de un tal esplendor, por tu gracia y amor hacia el hombre, tú, nuestro Salvador Jesucristo.

 

 

lunes, 15 de abril de 2013

A VUESTRO LADO ESTOY


 

Id, yo os envío, al tiempo que estoy con vosotros. Seré un solo corazón con el de cada uno de mis pastores, a lo largo de los siglos. Nada de lo que les suceda me será extraño, eso es lo que yo viví en mi propia carne. Si yo pude llevar a cabo mi misión fue porque mi Padre no se separó de mí ni yo de Él. Mis pastores tampoco estarán solos: yo estaré con ellos, no les abandonaré al poder de “la hora de las tinieblas”. Participarán de mi Día, el que vio Abrahám a lo lejos, el que creó mi Padre cuando invadió con su luz las estrechas y gélidas paredes del sepulcro. ¡No temáis, pastores míos, yo estoy con vosotros! Vuestra vida es sumamente preciosa a mis ojos, al igual que la mía lo fue a los ojos de mi Padre (Sl 72,14).

El Hijo de Dios está con -de parte de- los suyos, de sus discípulos-pastores, por el hecho de que comparten con Él causa y misión. Él y sus pastores, a los que envía por todo el mundo con el Evangelio de la gracia (Hch 20,24), son un solo corazón; en su interior arde un mismo fuego: el firme y decidido deseo de que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2,4). 

Es por ello que los pastores -así sellados por el Amor de Dios- no tienen patria fija, ni moldes, ni sistema que les aten o coarten. Han nacido del espíritu, cuyo soplo nadie puede controlar (Jn 3,8). Justamente porque ellos mismos son los primeros que han renunciado a controlar el soplo de Dios –al contrario de los “sabios e inteligentes” (Mt 11,25)-, se dejan moldear y amar por su Pastor a imagen suya. Conocen la libertad de tener bastante con Dios, de ahí que su patria sea hoy una y mañana otra. Comparten con sus ovejas el Evangelio que han recibido, por eso son maestros en saber estar con los hombres.

Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo -les había dicho el Señor resucitado. Estos hombres, tan débiles para creer y sostenerse ante su muerte, recibieron la fuerza de estas palabras-promesas. Acogieron y creyeron. A partir de entonces fueron con el tesoro del Evangelio, que gratuitamente acababan de recibir, al encuentro de sus hermanos. Les esperaba un pueblo hostil. Bien pronto se acostumbraron al hecho de que el mundo entero es hostil al Evangelio. Mientras dios no sea más que un becerro de oro que el hombre pueda llevar a su antojo (Éx 32,1 ss.), nunca habrá problema ni hostilidad. Pero si es el Dios del Evangelio, el que da la Vida, descolocando por completo la minúscula vida levantada con tanto esfuerzo y dedicación, entonces sí, acontece el rechazo.

Bien sabían esto los apóstoles, los primeros pastores de Jesús. También ellos habían pasado por el seguimiento a Jesús sin renunciar al control de su pequeña vida, lo que les llevó al abandono en la noche del Huerto de los Olivos. Noche en que unas traiciones se sucedieron a otras. Ahora, enviados por el Resucitado y con la garantía de estar junto a Él, llenaron toda Jerusalén de su Evangelio, como bien les dijeron en forma acusatoria los acianos del Sanedrín (Hch 5,27-28).

No se arredraron; les quemaba demasiado el Evangelio de Jesús como para colocarlo como reliquia en un documento  fundacional o en un museo. Continuaron, pues, dando testimonio público del Señor Jesús y su Evangelio, por lo que la persecución se hizo cada vez más apremiante. Así hasta que uno de los doctores de la ley –Gamaliel- llamó la atención de todo el Sanedrín con esta advertencia: ¡Cuidado con lo que estamos haciendo! Si la obra que estos hombres están llevando a cabo es de Dios, “no conseguiréis destruirles. A ver si es que os encontráis luchando contra Dios” (Hch 5,39).

Parece como si les estuviera recordando el drama de los ejércitos de Egipto que, al salir en persecución de Israel, se vieron arrollados por las aguas del mar Rojo. Ante la furia de las aguas gritaron aterrados: “Huyamos ante Israel, porque Yahvé pelea por ellos” (Éx 14,25). ¡Cuidado! –les dice Gamaliel– porque algo me dice que Dios está con ellos. Acertó. Por supuesto que estos sabios del Sanedrín, tan inteligentes ellos, no le  hicieron mayor caso. Por su parte, los apóstoles vieron cumplidas las palabras de Jesús: Yo estaré con vosotros, caminaremos juntos.   

 

lunes, 8 de abril de 2013

FRANCISCO, UN PAPA CON ESTILO DE JESUCRISTO

 
 

Seguramente, para muchos de nosotros, esta Semana Santa debe haber tenido un sabor especial. Además de ser la Semana Mayor. El corazón no estaba dividido aunque estaba en dos lugares, ya que antes o después de cada celebración con la comunidad intentaba escuchar o mirar, aunque sea de reojo, en la radio o en la televisión, que había hecho o dicho el Papa Francisco. Me llamo la atención la homilía de la misa crismal donde, entre otras cosas nos decía a nosotros los sacerdotes:

El que no sale de sí, en vez de mediador se va convirtiendo, poco a poco, en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor “ya tienen su paga”, medran a costa de las partes y así como no “ponen el propio pellejo ni el corazón” tampoco reciben un agradecimiento de corazón. De aquí proviene precisamente esa insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en coleccionistas de antigüedades o de novedades en vez de ser pastores con olor a oveja y pescadores de hombres…”

El Jueves Santo les lavo los pies a muchachos y muchachas menores de edad presos, y algunas frases me fueron quedando para rumiar durante este tiempo de pascua: “busquen el dialogo”; “únanse”, “llegar a las periferias existenciales”; “no centrarnos en los trapos litúrgicos para llegar a ver la belleza y profundidad de la misma”; “Ser pastores con olor a oveja”; “No tenerle miedo a Dios, el no condena, ama y perdona” y tantas otras que a cada uno seguro nos tocaron el corazón.

La alegría es grande y no hay porque dejar de celebrarlo: La muerte fue vencida y la Vida triunfó!!! Jesús resucito!!! Se quedó con nosotros!!! Nada más importante y existencial; El Hombre nuevo se hace realidad. Y la alegría también es sobria, ya que tenemos Papa y el mismo es “Francisco”.

Alterno con algunos comentarios jocosos encima de este tema. Pero cuidado, no lo hago con espíritu chauvinista, ya que estoy convencido que lo importante no es que Francisco haya nacido en Argentina; eso es un accidente colateral, sino que el hecho significativo es tener un Papa hispano y latinoamericano, que podrá tener una mirada del mundo, de la realidad y de la historia desde otro lugar, desde los perdedores; al menos es lo que deseo, y esto no es poca cosa.

¡Ahora si, después del paréntesis: Cómo se divierten con los argentinos en el mundo entero! Sus razones deben tener, tenemos nuestras debilidades y todos nos conocemos.

Algunos diarios del mundo publicaron en su tapa: “La otra mano de Dios”, otros se preguntan cómo siendo porteño y argentino Francisco no se puso por nombre “Jesús II".

Sin embargo, y aunque parezca un chiste contra los argentinos, lo que les comento ahora es un hecho real que me ocurrió hace un día apenas cuando un sacerdote Dehoniano de Brasil, que conocí en el aeropuerto, regresando a Madrid para viajar a Argentina, me contaba que una mujer le preguntó porque eran tan distintos los estilos de Francisco y Benedicto XVI y el, no supo que responderle hasta que sin pensarlo casi, le salió:

“Sabes lo que ocurre, Benedicto es muy bueno y su estilo es el de un teólogo; Francisco también es muy bueno,…, pero su estilo, “es el de Jesús”.

Sin faltarle el respeto ni quitarle los méritos ni el valor a la obra de Benedicto XVI, simplemente me pareció su respuesta, por lo espontánea, verdaderamente magistral. Punto y aparte.

Por un lado, no se puede negar, nos llena de esperanza la elección de Francisco para la Iglesia y el mundo.

Además de sus primeros gestos, su nombre no deja de indicarnos un camino, un proyecto, un estilo de Iglesia, pobre, sobria, que vive en el encuentro personal con el otro la experiencia de Jesús. No olvidemos tampoco que San Francisco fue un laico toda su vida y solo al final lo ordenaron diacono, como exigencia por su predicación, este no es un dato menor.

También no dejan de sorprender el estilo, sobrio, campechano y cercano del Papa, sus formas, gestos, palabras y actitudes que hasta ahora vamos viendo. Lo llamativo es que actitudes y valores humanos ordinarios, que recibimos de nuestras familia, casi todos somos hijos de tanos y gallegos que se deslomaron trabajando y dejaron el cuero para que tengamos un futuro lo más digno posible, se vuelven extraordinarios en la “cima” de la Iglesia. Estas actitudes son caricias del Espíritu para el mundo entero.

Por otro lado, no podemos negar las dificultades y suciedades que vivimos en la Iglesia, de arriba hacia abajo: la curia romana, el Banco IOR, los curas pederastas, etc., y que nos llaman a vivir en una actitud permanente de conversión personal, pastoral e institucional que presupone la justicia.

De una forma u otra, por acción u omisión creo que a casi todos nos cabe el poncho. Todo este peso y podredumbre, seguramente, entre otros motivos, no habrá hecho soportar a Benedicto XVI sostener la barca de Pedro, y colocan ahora encima de Francisco demasiadas expectativas en cuestiones que son de fondo y en las cuales se le irán la vida y solo Tata Dios y la historia juzgara si hubieron algunos cambios realmente. ¡No creo que sea justo pedirle tanto!

El fondo del problema, dice el teólogo J. M Castillo, está en que la “lógica de la renovación” de la Iglesia no es la” lógica de la razón”, sino la “lógica del Evangelio”, que es paradójicamente la” lógica del caos”. El “desorden” que Jesús provocó con su conducta, con sus conflictos frente al Templo y los dirigentes religiosos de su tiempo. La conducta evangélica que se tradujo en el “miedo a la bondad” y el “miedo a la ternura” que el papa Francisco les dijo a los Jefes de Estado, en la misa de su nombramiento oficial, que tenían que superar. (Cf. en la Web, Periodismo Digital del día 30-03-13)

Les comparto tres palabras de un artículo que publicó Ignacio González Faus en estos días, y las hago mías desarrollando dos palabras de cada una, pensando en los desafíos que tiene Francisco, pero remarcando sobre todo cuáles, a mi humilde juicio, deberían ser nuestras actitudes.

Subrayo: “Paciencia”, “Esperanza” y “Colaboración” y yo añadiría, “Tolerancia” y “espíritu de comunión”

“Paciencia” para asimilar este tiempo, saber que los cambios que “yo” creo urgentes pueden no serlo tanto, sabiendo que estamos en las manos de Dios y su Espíritu conduce la barca. Sus tiempos, casi siempre, no coinciden con los nuestros.

“Esperanza” para saber esperar, pero “sin exagerar en las expectativas” y acompañar en este tiempo nuevo la vida de la sociedad y a nuestras comunidades parroquiales, juveniles, seminarios, etc. Animándolos a vivir procesos desde la fe, que sin duda nos harán a todos más humanos y consecuentemente más parecidos al rostro de Dios. Muchos cristianos y no cristianos están, al menos, sorprendidos por los “gestos del Papa”. Es un comienzo.

“Colaboración”, ya que cada uno con nuestras actitudes, nuestras palabras y nuestros gestos concretos de cercanía, misericordia y compasión, teniendo “mano de hierro”,quiero decir con esto: firmeza en las convicciones del evangelio, pero con “guantes de seda”: por el cariño, la ternura y la compasión con que debemos vivirlo, somos corresponsables en acompañar este proyecto de forma prospectiva. Esa actitud, cuenta su hermana en una entrevista, que se destacaba en el Cardenal Bergoglio en sus años de formador.

Es muy importante que no nos olvidemos también, que hay muchos hermanos laicos, religiosos y sacerdotes que están como perdidos, desconcertados y algunos hasta desconformes con la alegría que en estos días estamos viviendo. Y no son pocos! Ellos también forman parte de esta barca.

En este sentido, nos invita el evangelio a cada uno a asumir la “tolerancia” y un “espíritu de comunión”, no vale aquí el ojo por ojo y diente por diente, o estar de un lado o del otro, aunque nuestro lado humano lo piense. Debemos incluir a todos en la causa de Jesús. Esto nos lo pide y exige el mismo evangelio.

En Nazaret, Jesús con su familia fue construyendo su identidad, amasando el pan de la ternura y el vigor, de María, de José y de toda su parentela, que con el agua del Espíritu le iban dando forma. Haciendo crecer la maza, amasando de nuevo cada vez que era preciso, comenzando una y otra vez y colocando la levadura justa, hasta que el mejor pan esté preparado para compartirlo con toda la humanidad.

El propio Nazareno se entregó como pan partido para el mundo. Nosotros también debemos hacerlo; y el único camino es pasar por la cruz.

Mamerto Menapace título uno de sus libros, “El Paso y la espera”.

Pascua, “Paso de la muerte a la vida”, de las “tinieblas a la luz”, de la “tristeza a la alegría”.

“Espera activa”, que nos obliga a descentrarnos, a abrir el corazón a todos, comenzando por las “periferias existenciales” que son muchas, con “mano de hierro y guante de seda”, ya que amar como nos amó Jesús es un compromiso y una decisión diaria que no pocas veces duele y nos lleva, por pasión y amor radical, a ofrecer la propia vida.

 

                 Por P. Eduardo Redondo. Sacerdote Operario Diocesano



 

sábado, 6 de abril de 2013

MI PADRE ESTÁ CONMIGO

      ¡Bendita locura la de la fe! Sólo ella es capaz de deshilachar las ataduras a las que el escepticismo pretende sujetarnos. Es cierto que esta locura nos puede dejar a medio camino en nuestro deseo de alcanzar la Presencia; mas también es la gran apuesta del hombre para alcanzar certezas.




 

A la luz de la experiencia de Abrahám e Isaac, acercamos nuestra alma al testimonio de Jesús quien, sobreponiéndose al cúmulo de humillaciones, desprecios y burlas que ya se ciernen sobre Él y que alcanzarán su punto culminante en su muerte de cruz como si fuera un maldito (Gá 3,13), proclama con serena majestad: “El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él” (Jn 8,29).  No es simplemente estar juntos como Abrahám e Isaac. La experiencia-realidad de Jesús alcanza la plenitud de la comunión con el que le envía. Oigamos lo que dice a sus discípulos: “Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 14,11).

Jesús sabe que está llevando a su pleno cumplimiento toda la Escritura (Mt 5,17); por lo tanto, también la figura de Isaac en todas sus dimensiones: su relación con su padre, su caminar juntos a lo largo de la misión confiada, la prodigiosa intervención de la Voz de lo alto mostrando a Abrahám un cordero para el sacrificio. Jesús no espera ningún cordero que le sustituya en la cruz; sabe que ¡Él es el Cordero que carga con el pecado del mundo! (Jn 1,29).

Sin embargo, el “¡Dios proveerá!” que Abrahám anunció a su hijo Isaac, resuena en Él con toda la fuerza y convicción que emanan del amor y la confianza que tiene en su Padre. Sólo así se entiende el enlace que hace con el anciano patriarca ante los judíos que se resistían a creer en Él: “Vuestro padre Abrahám se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró” (Jn 8,56).

El gozo de Abrahám viendo a lo lejos la resurrección del Hijo de Dios, de esto es de lo que está hablando Jesús. Su Día no es otro que el día de Yahvé por excelencia, día en el que realizó la obra que está por encima de todas las obras, la maravilla de las maravillas. Tal y como nos anuncian los santos Padres de la Iglesia: el Día de la resurrección del Señor. Día que absorbe, hasta anularla por completo, “la hora del poder de las tinieblas” (Lc 22,53).

Es el día Santo y Glorioso en el que Dios Padre levantó a su Hijo del sepulcro, abriendo así la vida eterna a toda la humanidad; el día en que sus discípulos -los de entonces  y los de todos los tiempos- han venido a saber que era verdad que el Padre “dio al Hijo tener vida en sí mismo” (Jn 5,26). Es el Día de los días, en el que podríamos decir que Dios se esmeró hasta el extremo en su amor por el hombre. Día, en fin, anunciado y profetizado por el salmista con toda clase de epítetos que rivalizan en esplendor. “…Ésta ha sido la obra de Yahvé, una maravilla a nuestros ojos. ¡Este es el día que Yhavé ha hecho, exultemos y gocémonos en él! ¡Yahvé nos da la salvación! ¡Yahvé nos da la victoria!…” (Sl 118,23-25).

La muerte ha sido absorbida por la victoria -cantaban los primeros cristianos en sus liturgias al celebrar la resurrección del Señor. La hora del príncipe de este mundo ha sido absorbida por el Día de Yahvé, convertido ahora en el Día de su Hijo, aquel que Abrahám vio a lo lejos con los ojos de su alma provocando su exultación.

Jesús, el Pastor por excelencia, da su vida por sus ovejas sin separarse de su Padre. Al igual que Abrahám con Isaac, ambos caminaron juntos a lo largo de la misión. Lo que ahora nos llena de sorpresa y colma de gozo es ver que el Hijo de Dios pasa el paralelismo que ha vivido con el Padre respecto a Abrahám e Isaac, a sus discípulos, aquellos que han de pastorear el mundo entero con su Evangelio, al que Pablo llama “fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rm 1,16).

No les envía a anunciar el Evangelio por su cuenta y riesgo, menos aún como obra suya y personal. No, Él está con ellos en su misión, nunca les dejará solos, como el Padre nunca le dejó a Él. Así se lo hace saber cuando les envía por el mundo entero. “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). El yo estaré con vosotros no es sólo una garantía de seguridad, sino -y por encima de todo- garantía de que serán pastores según su corazón.

 

miércoles, 3 de abril de 2013

PASCUA 2013 ¡ ALELUYA !




¡ALELUYA!

 
Nacer, crecer, vivir, soñar, gozar y sufrir, hasta morir... para llegar a esto: La alegría íntima de creer y saber, que la vida sigue en otro sitio preparado por Él desde la creación del mundo para nosotros. Esperamos y suplicamos a esta Vida, encontrarnos con vosotros, aquí, en la alegría de la Buena Noticia, y en el amor fuera del tiempo, siempre.

 

MANOLO Y ROCIO.

ALELUYA

martes, 2 de abril de 2013

VIGILIA PASCUAL


 

 


 

 

Solo con imaginar tu Calvario, oírlo de boca de tus apóstoles o simplemente leerlo en ese pequeño librito de Los Evangelios, se me parte tanto el corazón que no puedo dejar de llorar, se inundan mis manos, el suelo de la Iglesia, mi alma entera.

Qué egoísta soy cuando te digo ¡Aguanta Jesús, aguanta un poco más! ¡Son tantos nuestros pecados, somos tantos a resucitar contigo!

Quiero ponerme de tu lado y entenderte; quiero mi Dios acompañarte en tu camino a la Muerte, no como el que mira y llora, sino como el que te comprende y admira tu Amor por el hombre.

Qué voy hacer sino gritarte ¡Un paso más, un paso más Jesús! Aquel día no estaba yo para animarte por qué aún no había resucitado a la vida ni Tú tampoco habías muerto, pero hoy sí te puedo decir: “Un paso más”, mientras recibes un sufrimiento inhumano, pero inhumano es el hombre cuando odia, cuando no cree en Ti. Un paso más y te clavarán en la Cruz… ¡De qué condena infernal nos has salvado para llegar a esto libremente! Una lágrima más Señor, una bocanada más de aire (mi alma ya no puede más) y tus últimas palabras Jesús, por favor, esas en que dices que me perdonas, y ahora muere Dios mío, muere tranquilo, tu Padre está Contigo.

No llores más, no sufras más, no te atormentes más y yo dejaré de llorar tu angustia.

¡Por favor, sálvame ya y resucita pronto! Tres días fue demasiado tiempo para mí; ya, ya sé que tenías que pasar por el infierno ¡Y eso qué eras Dios! Pero como hombre debías saber el porqué de tu Muerte y entender a tu Padre; como Dios salvarlo de esa terrible condena. Aún así Señor, tres días fue mucho tiempo sin Ti, no sé después donde anduviste, sí charlando con tu Padre (contigo mismo), con los Profetas o haciendo las moradas para nosotros. Supongo que sí, por qué desde tu Resurrección ya el Cielo se abrió para todos. ¡A qué precio mi Dios, a qué precio pagaste la Gloria del alma!

Déjame decirte una y otra vez gracias, gracias, gracias. Tus palabras “Yo estaré siempre con vosotros” me llenan de esperanza y a cada hora, cada momento de mi vida te digo: “Jesús no te separes de mi ni un minuto y cuando llame la tentación a mi puerta, sal Tú a abrir por mi”.

¡Te quiero mi Dios, te quiero! He dejado de llorar hasta el próximo año…

 

Emma Diez Lobo Domingo de Pascua 2013