domingo, 16 de junio de 2013

NAÍN - Lucas 7, 11-17


   Señor Jesús: Tú que no abandonas a nadie que se acoja a ti, despierta en mí con tu Evangelio la libertad hacia lo absoluto que se mueve dentro de mí y que pugna por abrirse paso entre mil ataduras y coacciones.



 
Te entra una cosa cuando estás en Naín… Porque sabes que es un pueblito pisado realmente por Dios. En aquella pequeña explanada, Jesús resucitó al único hijo de una señora viuda. La pobre se quedó más sola que la una y no hacía más que llorar. -Por cierto, allí me cayó una piedra delante de mis narices, que aún estoy dilucidando por qué ¡menudo susto!-

Todo empezó al entrar Jesús en esa ciudad -no es muy grande-, y vio a esta señora deshecha en lágrimas y pegada a un ataúd alzado por las gentes del lugar. En los pueblos todos se conocen y se ayudan en lo que pueden hasta en el llorar.

Se acerca Jesús, que era un gran sentimental  y dice a la mujer “No llores”. Todos se pararon, Jesús tocó el ataúd y dijo: “Muchacho a ti te lo digo ¡Levántate!

¡Y el chaval se levantó!!! No sé cómo no le dio algo a esa mujer, si llego a estar allí, pego un salto que aún estoy corriendo…  Se incorporó en el ataúd y empezó a hablar, supongo que sin parar… Después Jesús se lo entregó a su madre, así, con la naturalidad que le caracteriza.

El gentío debió quedar tan “pasmao” y sobrecogido, que alabaron a Jesús diciendo: “Entre nosotros ha surgido un profeta, Dios ha visitado a nuestro pueblo”… Lo que no sabían era que hacía esas cosas en todo el país. En aquella época moverse era un problema, sin medios de transporte, sin twitter y sólo con borricos, pues no había manera de saber que pasaba en otras ciudades…  Pero se corrió la voz por todo Judea. ¡Menuda suerte la de los judíos!, en cambio los romanos… A ellos les recomía la intriga ¡seguro!      

Dios, te pasaste la vida predicando con el ejemplo y haciendo milagros porque te compadecías de las penas de tu pueblo; y sobre todo porque querías dar testimonio de tu poder sobrenatural. Debían ver para creer… 

Yo me baso en tus tres años de Ministerio y en las pruebas de tus enormes milagros para ser una seguidora tuya. Tantos hiciste y tan espectaculares que ojalá el mundo entero algún día te quiera como yo lo hago.  No es tan difícil ser discípulo tuyo, no Jesús, todo fue perfecto; lo que sucede es que gran parte de la humanidad padece -por propia voluntad- de sordera y ceguera: Aunque oiga, no escucha y aunque mire, no ve, ¡Bien lo sabes!    

Son unos pesados… ¡Anda que no nos toca rezar!!!

 Emma D. L.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario