viernes, 26 de julio de 2013

EL TREN DE LAS ALMAS



                               

Ahí viajabais todos portando vuestras almas en paquetes de humanidad… Sí, el Santo os esperaba con brazos abiertos; meditabais su imagen, su ciudad, su Santo día…

¡Ay! Apóstol de Jesús. Tú, uno de los 12 que conviviste con mi Dios en Jerusalén; tú hijo del Zebedeo y hermano de Juan evangelista ¿Recuerdas tu sufrimiento? ¿Recuerdas tu viaje por aquellas tierras galaicas, pueblitos casi sin nombre?

Hoy también sufres, querido discípulo, hoy también ellos viajan al “pueblito sin nombre” con tu nombre…  Dime Apóstol, cuándo llegaste a las vías del tren, donde tus amigos “durmieron” para saludarte ¿Te los llevaste a la fiesta del cielo? Tu fiesta es infinitamente mejor… Pero ¿Sabes? Las familias lloran sus ausencias…

Dime algo para yo decirles, háblame al oído para yo consolarles, pregúntale a Dios para yo contarles… 

¡Ah! Te escucho, tus jardines son de un verde espectacular, la alegría inundará sus corazones, sus familias, sin tiempo, les esperan… El amor es bestial.

Ya sabes Santiago, amigo mío, sólo por hoy deja tu catedral y llévales contigo. Están un poco perdidos en esa nueva existencia, no les dejes de tu mano. Muchos llevan las mochilas llenas, otros… Si alguno la tuviera un poco vacía, dile a Dios que le perdone, que se olvidó de llenarla, que creía que tendría tiempo para hacerlo. Ruégale a María -sé su intercesor- y dile que estaba despistado… ¡Que iba a verte!!!

“Amigos” del tren, no os preocupéis… Dios murió por vosotros, sois privilegiados de estar cara a cara con quien tanto os amó. Decidle que aún quedo yo, que no se olvide de mí y que bendiga esas vías de hierro hacia Santiago. Pues os “habéis dormido” en el camino a la ciudad del Santo y desde esas tierras, cruzar a la eternidad… ¿Qué mejor amigo de Dios para conduciros?

Hermanos en el alma y desconocidos en el cuerpo, no os preocupéis. En el cielo no hay tiempo, ya estáis con vuestros padres y hermanos de sangre, con  vuestros amigos… Con todos los que dedicaron sus vidas a salvar vuestras almas, sin pediros nada… Tened la seguridad de que Dios, Padre vuestro y mío, os dará todo aquello de lo que aquí carecisteis, pues sólo os pidió amor de verdad…

Él os tiene muy en cuenta por vuestro viaje para estar junto a su gran amigo Santiago, no lo dudéis. Orad por nosotros que aún tenemos que llegar, aunque “ya estemos todos juntos”.

Cuando miréis al firmamento, a la historia del mundo, a las galaxias, al principio del universo… Pensad en vuestras familias y decidles, como podáis, que no tengan miedo, que hay un mundo maravilloso fuera de la tierra…  Invadid sus corazones con vuestros mejores recuerdos y de todos nosotros… ¡Ahí van nuestras oraciones al cielo!!!

Emma Díez Lobo                 

 

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