viernes, 12 de julio de 2013

JESÚS LEE EN LA SINAGOGA





    

 
Después de estar en 20.000 sitios con una fama que ni los Beatles en su época, se volvió a Nazaret, su terruño, y no creáis que predicaba por las esquinas o en mitad de la calle pegando voces… No, eso lo hacen en E.E.U.U. no en Nazaret.

Como era sábado, entró en la sinagoga y antes de que nadie se pusiera en pié, se levantó Él para hacer la lectura; Le entregaron el “rollo” de Isaías  y ¡mira tú por dónde! encontró a la primera, el pasaje donde dice:

“El espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, a los cautivos y oprimidos la libertad, a los ciegos, la vista; para anunciar el año de Gracia del Señor” (ya lo decía Isaías ¿veis?). Volvió a enrollarlo, lo devolvió y se sentó; todos le miraban con asombro… Y Jesús les dijo: “Hoy (aquel hoy, es el hoy de hoy) se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Mucha admiración en el momento, pero después veréis… Sigamos la historia.

¿No es éste el hijo de José? -¡Ya empezamos con las tonterías!- Él les dijo: “Seguramente me diréis, médico cúrate a ti mismo… Os aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra”. Y siguió hablando de Elías y Eliseo (profetas) que no habían podido hacer nada por Israel en tiempos de hambre, enfermedad y miseria… ¡Para qué fue aquello!, sus profetas les habían fallado (ya decía yo que la admiración les duraría poco) y llenos de ira le sacaron del templo y lo llevaron al monte para despeñarle…

¡Jopé con los de la sinagoga! Mucho leer la Palabra de Dios y cuando les daba el “fluss” o se tambaleaba su poder… ¡Al barranco! Pero Jesús muy tranquilo, se desenganchó de estos borricos (con perdón) y se volvió pasando lentamente por medio de ellos ¡jeje…! Se marchó otra vez a Cafarnaúm (doy por hecho que antes de emprender viaje, iría a ver a su Madre, aunque el evangelista no lo diga).

A Jesús siempre le pasaba igual. Cuando hablaba, lo hacía ex cátedra  y la gente quedaba “atontada” de puro entusiasmo; pero el verdadero problema eran los “sabios” del templo. ¿Creían estar por encima de los profetas?, o era simplemente su falta de fe… Una vez dijo Jesús: “No hablo a los sabios, que son duros de mollera -¡como para cambiarles una coma!-, sino a los humildes de corazón” (bueno, no de esta manera, pero lo dijo).  

Y así iba nuestro Dios, de ciudad en ciudad; Hoy somos más de 12 sus amigos, muuuuchos más, para entre todos devolverle aquellas palabras suyas: ¡Ánimo, somos mogollón y estamos contigo, no estás solo!!!
 
Emma D. L.         

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