sábado, 25 de enero de 2014

Jugando con Jesús al escondite (1)



            Quiero compartir con vosotros una experiencia que tuve en mis años de Teología. Un día, el rector del seminario,, que era un santo, nos dio una homilía sobre este texto del Evangelio de San Juan que me impresionó profundamente. Lo curioso del caso es que no recuerdo nada en absoluto de lo que dijo; lo que recuerdo y nunca olvidaré es la paz y alegría retozona que puso en mi alma, la avidez y deleite con que la escuché, y el enorme atractivo de pasar la vida en un perpetuo juego al escondite con Jesús y en la presencia del Padre. Como lema de mi sacerdocio escogí la frase: “Jugando en todo momento con Jesús en la presencia del Padre”.
            Hay quienes prefieren la palabra ‘guerra’ en vez de ‘juego’ para describir la vida apostólica del cristiano y cantan: “A la lucha cantando marchemos, valiente el corazón. . . peleemos las gloriosas batalla del Señor. . .”. En realidad la guerra de que hablan se parece mucho al juego; es una guerra en sentido metafórico, no se trata de matar seres humanos sino de matar pasiones, vicios, odios; y las armas son la oración, la palabra, la persuasión.

            16 Un poquito y ya no me veréis, y otro poquito me veréis (porque voy al Padre). 17 Dijeron, pues, entre sí algunos de sus discípulos: “¿Qué será lo que nos está diciendo: ‘un poquito y ya no me veréis, y otro poquito y me veréis?’ y eso de ‘me voy al Padre’?”. 18 Y se preguntaban: “¿Qué significa ese poquito? No entendemos lo que nos está diciendo”. 19 Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: “¿Estáis discutiendo de eso que yo os he dicho: ‘Un poquito y ya no me veréis, y otro poquito me volveréis a ver’? 20 En ver-dad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras que el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. 21 La mujer, cuando va a dar a luz, siente congoja, porque ha llegado su hora, pero, en cuanto da a luz a un niño, ni se acuerda del aprieto, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. 22 También vosotros ahora sentís congoja, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará esa alegría. 23 Ese día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. 24 Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.

            (v.16) En este verso, el evangelista, distraído, ha omitido las palabras ‘porque voy al Padre’. Pero es claro que Jesús las dijo porque los discípulos las repiten en el v.17.
            Nuestra vida con Jesús es como el juego al escondite que juegan los niños. Jesús les había dicho: “Me buscaréis y no me hallaréis, y a donde yo estoy vosotros no podéis venir” (7,34; 13,33). El escondrijo de Jesús parece ser impenetrable; pero de alguna manera seremos capaces un día de encontrarlo y entrar, puesto que nos dice que algún día le volveremos ver.
            Los discípulos iban a dejar de verle al día siguiente, porque iba a esconderse detrás de las puertas de la muerte; les iba a parecer que aquello era el final. Pero al tercer día, Jesús les iba a dar una sorpresa apareciéndose a ellos cuando menos lo esperaban, y en un lugar donde se encontraban todos juntos con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
            En nuestro caso, no vemos a Jesús con los ojos del cuerpo, pero sí con los de la fe. Pero tener fe es cosa dificultosa en muchas ocasiones en vista de las atrocidades que están pasando en el mundo: odios, injusticias, matanza de inocentes, guerras injustificadas, actos de terrorismo. . . Parece como si Dios estuviera mirando para otro lado.
            Pero también tenemos encuentros con Jesús en la vida de oración, en la Eucaristía, en los ejemplos maravillosos de amor y de abnegación que vemos entre nuestros hermanos. Y un día veremos a Jesús personalmente en una nueva y fascinante perspectiva; no le veremos con los ojos del cuerpo mortal, ni sólo con los de la fe, sino con los ojos de la visión beatífica.

            (vs.17-18) Jesús amado, no hay quien te entienda. Acláranos lo que nos estás diciendo: si vas al Padre, y nosotros no podemos ir adonde tú estás, ¿Cómo es posible que te volvamos a ver?.

Santiago Alonso 
Continuará............

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