viernes, 31 de octubre de 2014

Cuando nos equivocamos de Pastor


Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa( Jn 10, 11-12)



Los hombres tendemos a equivocarnos de pastor. Confundimos la sombra bajo la que queremos vivir, deslumbrados por una visión corta e infantil de la vida.

Nuestra mente y nuestro corazón, incapaces tantas veces de elegir, apuestan por el ajuste inmediato a lo que sacia nuestros deseos y nuestro ser más primario.

Una de las primeras cosas que nos enseñas es a disfrutar de la verdadera libertad de caminar tras tus pasos. Cuando tu luz nos muestra ese camino, invisible para los ciegos de corazón, descubrimos una vida que nada tiene que ver con la colección de bagatelas que , previamente llenaba nuestro alma.

A partir de ese momento, buscamos con insistencia sentir de nuevo ese aire que penetra hasta lo profundo del corazón y oxigena nuestra alma

Tú, Pastor bueno, capturas nuestro ser para liberarnos, nos ofreces tanto, a cambio de nada, a pesar, incluso de saber, que somos incapaces, tras esta experiencia incomparable, de renunciar a la vida que teníamos y que no nos daba nada.

El otro, el Pastor asalariado, vive en nosotros a diario, puebla muchas de nuestras acciones, de nuestras palabras, de nuestros sentimientos.
Nos regala el oído y trata de convencernos.

Nos ofrece un mundo que se desvanece ante nosotros en segundos, entregándonos a la soledad y a la amargura más absoluta, pero lo hace atrayendo nuestra naturaleza, apegada al instante.

Nos esclaviza y seca nuestro corazón, nos engaña y nos cobra su tributo, nos entrega la satisfacción del momento, y, a cambio captura nuestra alma y la sume en la desesperación
Por eso, concédeme, Señor, caminar a tu lado cada día.Súbeme a tus hombros y arranca mi alma, mi alma tantas veces cansada y maltratada, de los lugares donde se oye su voz. Graba el brillo de tu transparencia en mi alma, para que esté atenta  y no confunda tu camino con el suyo, tu luz con su engaño.
El Señor es mi pastor, nada me falta
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre

(Salmo 22, 1)

Olga Alonso

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