domingo, 23 de noviembre de 2014

El combate espiritual (Ef. 6, 10-20





La vida de todo hombre desde que nace hasta que muere es un combate. Es un combate contra sí mismo, y contra todo lo que le rodea. No vamos a hablar de las guerras horribles que degradan a toda la humanidad hoy en día y durante toda la historia pasada.
Es algo mucho más sutil, es la competitividad actual desde que nacemos. Desde que el niño tiene conocimiento, orientamos a nuestros hijos a elegir una profesión en la que se gane mucho dinero y tenga prestigio social. Y no es que eso en esencia esté mal; lo que está mal es que sea el dinero y el afán del mismo lo que marque y oriente nuestra vida, de tal forma, que, como todo es relativo, todo es válido mientras no te pillen. Y así nos encontramos en la situación actual que vivimos en el mundo donde las virtudes cristianas brillan por su ausencia. Hemos apartado a Dios de nuestra vida, hemos quitado los crucifijos de los colegios y ya no se enseña la asignatura de Religión; nuestros jóvenes, y no tan jóvenes desconocen la historia de Abrahán o de Moisés, y si la conocen es descafeinada por las películas de “romanos”, si es que aún se conservan.
Y así, es válido el aborto, las relaciones prematrimoniales, la eutanasia, la mujer es dueña de su propio cuerpo y libre de abortar, la Iglesia no debe opinar en política, sino sólo en el ámbito de su fe, pero de puertas para adentro y sin molestar.
El ateísmo reina a sus anchas por doquier, y se pregona como un valor democrático, en vez de una vergüenza mundial. Es la hora de las tinieblas. Reina el Príncipe de la Mentira: el diablo.
Hemos dado la espalda a Dios. Hay que convertirse. Palabra extraña esta, de gran riqueza etimológica; convertirse viene de cum vertere, es decir, volverse hacia. Otro valor de los tiempos actuales: ya no preocupa la cultura; la cultura del conocimiento real de las palabras, de nuestra ascendencia del latín, incluso del desinterés de saber de dónde viene las palabras y su significado real.
Y ya que el hombre es incapaz de volverse a Dios, es Él el que tiene que volverse a nosotros para convertirnos.
Dice Jeremías: “Echémonos en nuestra vergüenza y que nuestra confusión nos cubra, ya que contra Yahvé, nuestro Dios, hemos pecado, nosotros como nuestros padres, desde nuestra mocedad hasta hoy, y no escuchamos la Voz de Yahvé, nuestro Dios. ¿Si volvieras Israel! ¡Si a mí volvieras! ¡Si quitaras tus Monstruos abominables y de Mí no huyeras!” (Jr 3.25, 4.1) Y pone Monstruos con mayúscula, por denominar a Satanás.
Y dice el Salmo 6: “Y Tú, Yahvé, ¿hasta cuándo? ¡Vuélvete Yahvé, restablece mi vida! (Sal 6, 4-5).
Como siempre la Palabra de Dios revelada en la Escritura viene en nuestro auxilio. Ya lo dice el Salmo 121, que denominamos “El Guardián de Israel”: “Levanto mis ojos a los montes; ¿De dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el Cielo y la tierra.
Los montes, en la espiritualidad bíblica, es donde habitan los dioses, nuestros dioses. Y el salmista se pregunta quién le ha de auxiliar, porque los dioses que él tiene, cuando levanta la vista hacia ellos, no le satisfacen. Solo el auxilio lo encuentra en Dios.
Estos dioses son hechura de manos humanas: “…el oro y la plata; tienen boca y no hablan, tiene ojos y no ven, tiene oídos y no oyen, tiene boca y no respiran…”(Sal 135,15-18)
San Pablo, en la epístola a los Efesios, nos relata lo que él llama El combate espiritual. Dice: “…Tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día funesto, y manteneos firmes después de haber vencido todo. Poneos en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis con él todos los encendidos dardos del maligno. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia…”
Bellísimo texto que deberíamos saber de memoria, para resistir nuestro particular combate; texto absolutamente aclaratorio, en el que, con la alegoría del guerrero que lucha en la fe, se arma, como él dice, con las armas de Dios.
Si siguiéramos los consejos del Señor Jesús, revelados en su Evangelio, no habría guerras, ni hambre, ni dolor el mundo. Seríamos todos hermanos con un único Padre: Dios.
Pero no seamos inocentes: en el mundo dominan las fuerzas del mal, y los deseos anunciados los tendremos en la Casa del Padre: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios tiene preparado para los que le aman” (1Cor.2,9)
Alabado sea Jesucristo.

Tomás Cremades


martes, 18 de noviembre de 2014

La medida del poder







Aunque parezca un juego de palabras, no es por eso menos cierto que tener el poder de la medida es en realidad la medida del poder.
Pues tener la medida de uso del mundo es lo que confiere al hombre verdadero poder sobre este.
De hecho, cuando uno se siente impuro o pecador o como se le quiera llamar, no es sino porque uno reconoce una falta de medida, bien en sus actos, omisiones pensamientos o palabras y es en esta falta de medida donde está el punto débil o el pecado del individuo que eventualmente podría degenerar en enfermedad e incluso matar a la persona.
Esto es fácilmente demostrable en el mundo físico, si una célula pierde su medida y se reproduce alocadamente se convertirá en un cáncer, y si no se reproduce convenientemente, también causará una deficiencia que en ambos casos enfermará el cuerpo de la criatura.
También una mente desmedida y obsesionada en una idea o grupo de ellas puede enfermar, al igual que una emoción desbocada puede tener consecuencias trágicas.
Todo tiene una medida en el universo el cual se rige por leyes que aunque aparentemente puedan parecer caóticas en realidad obedecen a principios muy precisos. Y creo que el hombre puede afirmar sin lugar a dudas que esta es la verdadera voluntad del Creador, de Dios.
Podría no encontrar argumentos convincentes como para afirmar que rezar el rosario sea más voluntad de Dios que cumplir los preceptos del ramadán, lo que sí puedo afirmar es que la voluntad del Creador es que si te tiras de un quinto piso, bajaras con una velocidad de (2xgxh)1/2, y que si tu estructura ósea no es capaz de soportar el impacto debido a la velocidad, sufrirás las consecuencias.
Esto es una ley física y como tantas otras descubiertas y sin descubrir, son voluntad del Creador y no de los científicos, y conocer la medida de los parámetros de esta ley, te dará poder para saber hasta donde puedes establecer los límites para dar un salto o saber en qué medida puedes aplicar otras leyes para contrarrestar los efectos de la primera.
Si el universo desobedeciera estas leyes y por ejemplo el agua no se dilatara a 0ºC, se congelarían los mares y no sería posible la vida, si no se atrajeran las masas o las cargas positiva y negativa, si el aire no absorbiera humedad o perdiera su punto de rocío, si se agotara la capa de ozono tampoco y así cientos de miles de ejemplos, que obedecen a una medida muy precisa. La voluntad del Creador.
Está contado hasta el último cabello de nuestra cabeza.
Pero moviéndonos en un campo más prosaico, si quieres hacer una tortilla de patatas o una paella, conviene que conozcas las medidas y proporciones de los ingredientes, si no, te podría salir otra cosa, y aunque parezca una bobada, también esto es voluntad del Creador.
Hoy en día aparecen anuncios donde hay quien asegura conocer la medida exacta de las grasas que debes tomar, las calorías que necesitas e incluso te venden productos con los que aseguran conseguirás tener la medida adecuada de estos parámetros sin esfuerzo.
Pero nadie o casi nadie habla de la medida de utilización del mundo, y me atrevo a asegurar que el hombre que conoce esta medida es un hombre realmente poderoso; sabe lo que debe comer, beber, dormir, fumar, hablar, callar, escuchar, mirar etc., y este conocimiento le convierte en un hombre libre, pues lo que normalmente llamamos fuerza de voluntad, no es sino administrar medida al uso del mundo.
Todos los hombres que aspiran a la santidad, eventualmente, se retiran a orar o a meditar, de alguna manera dejan de utilizar el mundo, como actores que necesitan descansar entre los actos de un drama.
Cuándo nos retiramos a orar, sentimos que de alguna forma somos solo los actores en un drama, y que es la unión con Dios lo realmente importante, entonces podemos regresar al mundo de nuevo a interpretar nuestros papeles con cierta distancia.
Después de la oración, somos capaces de tomar la acción necesaria en el momento como la situación lo demanda y después la soltamos. De esta manera regulamos el uso del mundo y podemos interpretar nuestros papeles sin el sentimiento de ser un hacedor independiente y separado, sino más bien como parte de un todo, respondiendo a un drama que se representa. Esta actitud trae consigo un sentir de gran liberación y libertad
Solo Dios es la Verdad, el Conocimiento y la Bienaventuranza.
La creación es el Paraíso que Dios hizo para el hombre, para su Bienaventuranza, y sus leyes tienen el mismo propósito. Los seres humanos son hijos de Dios y son por si mismos veraces, conscientes y felices.
Pero el hombre no quiere reconocerse hijo de Dios sino Dios mismo y prefiere gozar como hacedor no como testigo y crea su propio mundo imaginado dentro de la creación, donde él es el máximo protagonista y todo se convierte en “querer” y “obtener” para sí mismo y así pierde la medida de uso del mundo y la libertad.
Todo esto ata al hombre en límites pequeños y le proporciona sólo una pequeña bienaventuranza.
Pero resulta que el Alma, del hombre es infinita a imagen de Dios, y como no hay medida que la colme sino Dios mismo, no podría quedar satisfecha con esa pequeña bienaventuranza, y de ahí que haya un movimiento y búsqueda constante que finalmente solo pretende más bienaventuranza, más verdad y más conocimiento. Este movimiento hace a los hombres correr furiosamente tras sus deseos, lo que es seguido por problemas, ansiedades, conflictos entre ellos y más falta de medida.
El propósito verdadero de la vida en el Paraíso se pierde completamente.
Sólo si los hombres se abandonaran en los brazos de Dios y dijeran un “SI” a su voluntad, verían que no tienen nada que hacer, nada que reclamar, nada que lograr en esta creación, que ya es completa y feliz, ellos también comenzarían a disfrutar con su papel en este drama y sabrían con exactitud cuál es la medida de uso del mundo.




J.J. Prieto Bonilla.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Jesús ¡qué grande es tu amor¡






Jesús  ¡qué grande es tu amor¡ ¡Nos sentimos tan amados por ti! Voluntariamente quisiste ofrecer tu Vida por nosotros  ¡Cuánto amor!. Nadie te quitaba la vida, tú la ofreciste voluntariamente por nuestra salvación. Nos amaste hasta el extremo.  
Ahora estamos de rodillas ante ti Jesús, Misericordia infinita.  Te adoramos Jesús,   que estás vivo en este trocito de pan. Estás vivo y realmente presente en cuerpo, alma y divinidad. ¡Qué grande es tu amor! , no quisiste dejarnos solos y decidiste quedarte en cada Hostia Consagrada. Bendito seas Señor en el Santísimo Sacramento del Altar ¡Bendito y alabado seas Señor Dios Vivo y Verdadero que haces maravillas.
Enciende en nosotros  el fuego de tu amor y que tu Presencia inunde por completo nuestro ser para poder amar como Tú amabas. Gracias Jesús por tanto amor, por perdonar nuestros pecados en el sacramento de la reconciliación. Tú nos perdonas por medio de tus sacerdotes. Gracias Jesús.
Queremos amar como tú dándonos a los demás y para ello, tenemos que morir a nosotros mismos. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”. Éste morir para darnos sólo lo podemos hacer contigo Jesús porque sólo tú Jesús puedes establecer una revolución en las leyes del corazón colocando acogida donde había resistencia, perdón donde había venganza, dulzura donde había repugnancia y suavidad donde había violencia. Por ejemplo, para darnos en forma de perdón, hemos de morir al instinto de  venganza.  Sin ti Jesús no podemos hacer nada.
Concédenos Señor amarte con locura. Haz que nunca nos apartemos de ti. Pon tu mano sobre cada uno de nosotros para que te seamos siempre fieles. Derrama tu Espíritu  con todos sus dones y frutos sobre  el mundo entero. Haz que seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo.  Concédenos la gracia de una conversión permanente, así como la gracia de permanecer firmes en la Fe y perseverantes en la oración hasta el fin de nuestros días. Enséñanos Jesús a guardar y a cumplir tu Voluntad de todo corazón.
Danos tu Sabiduría para saber lo que es grato a tus ojos, Fortaleza para hacer frente a las adversidades de la vida y a las tentaciones del demonio Llénanos de tu Paz siempre y en todo momento, especialmente en los momentos de cruz. Jesús, manso y humilde de corazón haz mi corazón semejante al tuyo. Que nada pueda perturbar mi paz y asustarme.
Aumenta nuestra Fe y concédenos la gracia del abandono y confianza en Ti.  Jesús, unidos a ti y sostenidos por ti podremos seguirte con nuestra cruz de cada día y podremos dar frutos para tu Gloria tanto en la prosperidad como en la adversidad. Danos también tu Sabiduría y Fortaleza para asumir el fracaso como parte integrante de la Fe. Haz que seamos ante el mundo testigos de tu amor con nuestra forma de vivir y también con nuestras palabras. Queremos alabarte con nuestra boca, pero sobre todo con el corazón y con nuestra vida. Haz Señor que nuestra vida sea un canto de alabanza y de acción de gracias por siempre.
Jesús, tenemos hambre de ti. Tú eres el Pan Vivo. Pan que nos alimentas en la Palabra y en la Eucaristía. Cuán reconfortante es tu Alimento. Sin él, no podríamos vivir. Desfalleceríamos, moriríamos.

Cuánto deseamos que todo el mundo te conozca y te ame. Hoy de rodillas ante ti te pedimos por los que no tienen Fe, no creen en ti, no te aman y por todos los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para que se conviertan a ti. Te presentamos  Señor a todos los que sufren y a todos los enfermos del mundo entero y sus familias. Concédeles paz, fortaleza y consuelo en sus sufrimientos y si es tu Voluntad ¡sánalos Señor!. Te presentamos a todos los cristianos perseguidos a causa de la Fe en Ti. Que tu Espíritu Santo les sostenga y fortalezca.

Jesús, te pedimos por la paz en el mundo, en cada familia y en cada corazón y también por todas las necesidades de la Iglesia y por sus frutos.  Jesús,  que todos seamos santos porque tú eres santo y crezcamos en la unión contigo.

Gracias Jesús por habernos regalado a María por Madre. Que como ella sepamos decir siempre HÁGASE. María, madre nuestra, queremos consagrarnos a ti y que nos enseñes a adorar a Jesús como tú lo adoras. Ruega por nosotros pecadores y enséñanos a amar a Dios como tú lo amas. Madre,  ayúdanos a guardar de todo corazón la Palabra de tu Hijo.

Bendito y alabado seas Jesús. Nada ni nadie podrá separarnos de tu amor.

Paloma Sebastián  

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Ejemplo de buen Pastor




El Señor es mi Pastor nada me falta (Sal 23). Conocíamos el salmo, pero ahora conocemos al Pastor. En cuanto descubrimos  a Dios comprendimos que no podíamos hacer otra cosa más que vivir para Él, pero es muy difícil, debido a nuestra debilidad, conservar bien las gracias recibidas de Dios. Llevamos el tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasijas de barro, en un cuerpo corruptible, con un alma débil e inconstante que por nada se turba y se abate.

Si alguien quiere venir en pos de mí, dice el Señor, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16,24). Necesitamos descubrir todo lo que el Señor  quiere de nosotros. Nunca debemos quedarnos en meras emociones, sentimientos o reacciones. Hay que sonreír, vivir y agradecer siempre, a veces no resulta nada fácil, pero el Señor nos dice:” Yo estoy contigo, ven y sígueme”, a pesar de los altibajos, sombras y luces, susurros y cercanía. Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades (Mt 8,17)

Todo lo puedo en aquel que me conforta (Fil 4,13). Si alguno tiene sed, venga a mí y beba (Jn 19,23) y también prometió hacer manar, para aquellos que tengan fe, fuentes de agua viva. Dialogo paciente, generoso, apasionante. Este es el camino, el único camino. Dios se conmueve con nosotros. “Te he amado con un amor eterno y he tenido piedad de tu nada” (Jr, 31,3). Ahora nos toca gozar y sobre todo construir. He ahí nuestra responsabilidad.

Tú eres Señor Jesús, la piedra firme, la piedra inmovible, el Dios fiel ( 2 Tes 3,3). Solo en ti confiamos. No os inquietéis pensando que comeréis, que beberéis o con que os vestiréis (Mat 6,31), Cristo nos ha dotado con las armas de la Luz (Rom 13,12), Cristo fuente de la que surge la vida eterna (Jn 4,14). “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5)
Todo está en manos de Dios y confiamos en Él. Una promesa que no defrauda. Dios nos abrió paso a la vida y aceptamos con benevolencia sus circunstancias.
Benedicto XVI, nos dijo: “En el mundo hoy hay una sola tristeza: la de no estar cerca de Dios”.
“Si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia”. (Ignacio de Antioquía).

Orad sin interrupción (1Tes 5,17) y permaneced cimentados en la fe (Col 1,23). No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. Amarás como la niña de tus ojos (Dt 32,10) a todo el que te hable del Señor. Mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre (Cfr Mat 12,50),(Lc 8,21), Mc 3,25), seamos, pues, imitadores de su paciencia y, si por causa de su nombre tenemos que sufrir, glorifiquémosle.

“¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8, 2). Este es el esplendor de la esperanza y lo que cuenta realmente en la vida, algo fascinante que nos mueve a estar sumamente agradecidos porque Cristo se hace presente en nuestra vida.

El Espíritu del Señor está sobre mí, pues  Él me ha consagrado con su unción y me ha enviado a evangelizar  a los pobres (Is 61,2).

Dios escribe recto en nuestros renglones torcidos.

¡Que Dios en su misericordia nos bendiga!.


Miguel Iborra