miércoles, 25 de febrero de 2015

Cuatro metros bajo el cielo



¡Que sí, que es literal! Que hubo un día en mi vida en el año 2012 que mis pies pisaron el empedrado de aquella calle en Betsaida…  Cuatro metros escasos y grandiosos del color de la piedra volcánica, del gris oscuro de Cafarnaúm.

Sólo quedaban aquellos metros originales… Me abrumaba el pasado y me regocijaba en la gran suerte de mi presente. ¡Por Dios, qué fuerte! Yo, pisando la misma calle que Él había recorrido tantas veces. 

Me quedé sentada y absorta en mis pensamientos en un muro de una casa en ruinas. Minutos eternos de felicidad y de angustia; Betsaida sería condenada como Corazín y Cafarnaúm (menos mal que yo había nacido en León), pero me dio pena de aquel pueblo donde Jesús había hecho tantos milagros… No fue un pueblo fiel ni creyente de Dios. ¡Hay que ser desagradecidos y maleducados!!!

También esta ciudad fue lugar de nacimiento de varios discípulos: Felipe, Santiago el Mayor, Pedro, Juan y Andrés, que Jesús liberaría llevándoselos con Él.  

No encontré sus casas (ni rastro, solo pedruscos) pero vi lo mismo que ellos habían visto. El mismo horizonte, el mismo mar de lejos; vi a los tataranietos de los árboles que ellos vieron por última vez; vi sus callejuelas, sus habitaciones y patios… Respiré el mismo aire pero del siglo XXI y casi me desmayo del sofocante calor… Ufffff  ¡Pero genial!, no quería irme de allí.  

Me vino a la mente el ciego que fue curado por Jesús y di gracias porque yo veía, pero me hizo un lifting en los ojos que “pa qué”, jamás podré cerrarlos ante Él.

Su Jerusalén del alma… Te entran ganas de llorar por cada lugar que pisas. Todo es mágico, real, sagrado y te das cuenta de lo que el pobre Hombre tuvo que caminar ¡No os podéis imaginar!, debió ser extenuante y en tan poco tiempo; hay distancias terribles.

Señor por cada paso que diste me traje un grano de arena de tu tierra y ¿Sabes? Casi me echan del barco ¡menudo peso! Toda mi maleta estaba llena de Ti, de tu amor, de tus milagros, de tu vida, de tu gran Dolor...


También vi desde donde lloraste por tu ciudad, pero hoy me llena saber que no llorarás más, porque muchos somos ya tu Jerusalén querida y esperada. Tú dijiste un día: “Nadie es profeta en su tierra”, y mira, casi todos somos de fuera… ¿Ves? Se cumplió.   

  Emma Díez Lobo

miércoles, 18 de febrero de 2015

Miércoles de Ceniza. Comienzo Tiempo de Cuaresma.





La drástica expresión de la primera lectura nos impacta: "desgarren los corazones". Sin embargo, un corazón desgarrado es un corazón próximo al encuentro con el Señor, por más de una razón.

Ante todo, un corazón desgarrado es un corazón ABIERTO. Cerramos el corazón cuando no queremos escuchar; lo cerramos cuando no queremos sentir; lo clausuramos cuando preferimos no compadecernos de nadie si no es de nosotros mismos; lo sellamos a fuego cuando pretendemos que podemos resolverlo todo y que no hace falta un Dios en nuestra vida. Un corazón cerrado es un sepulcro. Abrir el corazón es dejarlo respirar, dejarlo escuchar, dejarlo sentir. Pero para abrir un corazón que se sentía cómodo en su propia cárcel hay que desgarrarlo.

Un corazón desgarrado es un corazón DOLIENTE. El pecado nos atrajo con la seducción de la alegría y con la golosina del placer. El pecado utilizó a la belleza y se hizo acompañar de la risa para envolvernos en su encanto mentiroso. Dejar estas mieles duele y abandonar estas caricias es duro. Pero en ese dolor empieza un camino de genuina salvación, y por eso hemos de considerar como bendito ese sufrimiento primero que nos desprende por fin del engaño.

La voz recia de Jesucristo nos despierta en este día y llama a todos a una religión sincera. Sus palabras se refieren a las tres grandes prácticas de la piedad judía, válidas también para nosotros, como lo enseñó Jesús con su ejemplo. Se trata de la oración, el ayuno y la limosna.

La sinceridad tiene un rostro muy concreto en la predicación de Jesús, y puede resumirse en estas palabras: "evita hacer las cosas para que te vean". No es la aprobación de la gente la que te hará aprobado ante Dios. No es el aplauso de la gente lo que te va a indicar la benevolencia de Dios. Necesitas de silencio y soledad para alcanzar sinceridad. Sólo cuando tus actos tengan por motor el deseo de agradar al Dios "que ve en lo escondido" alcanzarás una religión auténtica y limpia.

Dios "ve en lo escondido". No es un espía, ni tampoco un entrometido, como calumniaron los existencialistas ateos, con Sartre a la cabeza. No es un desocupado, ni tampoco un chismoso. Sencillamente, el universo le pertenece. Simplemente, somos obra suya. No es una elección de Dios conocernos hasta la entraña de nuestro ser: es la consecuencia natural del hecho básico que hizo posible nuestro ser: somos sus creaturas. La mirada divina es el ámbito de verdad en que reconocemos la primera y radical afirmación de lo que somos: creaturas. Sólo ante esa verdad y esa radical pertenencia a él alcanzamos la verdad, primero en nuestra conciencia y luego ante los hermanos.

A la vista de estos llamados de la gracia en la voz de Nuestro Señor y de sus profetas entendemos la expresión apremiante de San Pablo en la segunda lectura de hoy: " ¡En nombre de Cristo les suplicamos que se dejen reconciliar con Dios! ".

Esta época, esta cuaresma, es "un tiempo favorable". Lo mejor que podía sucedernos quiere sucedernos. Dios quiere llegar a nuestra vida y reconstruirla. Dios sabe quiénes somos; conoce lo escondido, y así como somos nos acepta; aunque no para dejarnos cuales somos sino para hacernos cada vez más imagen y semejanza suya. Este es el tono sereno y profundo de gozo que se esconde detrás de la penitencia que hoy empezamos.

Fr. Nelson Medina, OP





lunes, 16 de febrero de 2015

La Cruz desnuda



…Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que nadie todavía había sido depositado…” (Jn 19, 40-42)

Y ya no sabemos qué fue lo que ocurrió con la Cruz de Cristo. No nos lo cuenta el Evangelio. Se cuenta que fue santa Elena, la que investigó sobre el destino posterior de la Cruz; y que andando con un ciego por el lugar del Calvario donde se presumía había estado el madero, al tocarlo, el ciego recobró la vista.
Pero lo cierto es que la Cruz quedó sola. Nada, nada de lo que pasa escapa a la Providencia de Dios. Mucho menos todo lo que se refiere directamente a los acontecimientos de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.

¿Por qué quedó sola la Cruz? La cruz te espera y me espera; nos espera. Está aún esperando que la tomemos con nosotros, la abracemos, la aceptemos; como la tomó y la aceptó el divino Maestro. “..El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí” (Mt 10,38)

“…Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga…” (Mt 16, 24)

¡Cómo insiste el Señor, en dos catequesis casi continuas y con las mismas palabras!

Marcos nos dice a continuación, con palabras casi idénticas a las de Mateo: “…Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí Y POR EL EVANGELIO, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?...” (Mc 8, 35-37)

Y ¿Qué nos ocurre a nosotros? Pues que nos espanta la cruz. Es humano. También la Humanidad de Jesús se reveló: “… ¡Padre, si quieres aparta de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya!” (Lc 22,42)

Pero ahí está el camino indicado por Jesús. Él nos dará la fuerza necesaria para acometer las pequeñas cruces de cada día. Y la hemos de llevar con alegría, al hombro como Él, no a rastras, como a veces nos pasa, que vamos tirando de ella, como algo que de lo que no podemos huir. La Cruz redime nuestros pecados, nos acerca a Jesús, y nos hace colaboradores de su Reino, en el camino que Él inició, y cuyas huellas hemos de seguir como camino seguro.
Pidamos pues SABIDURÍA para conocer a Dios; no sabiduría humana. La Sabiduría no es una cosa. La SABIDURÍA  es una Persona; es la Persona de Dios.

Dice el libro de la Sabiduría: “…Pues aunque uno sea perfecto ante los ojos de los hombres, sin la SABIDURÍA que procede de Ti será estimado en nada…”(Sb 9,6)

Pidamos de esta Sabiduría, de este agua Viva que es Jesucristo, revelado en su Evangelio. Él nos enseñará a soportar nuestra cruz, la quedó desnuda esperando que vayamos a llenarla.


Alabado sea Jesucristo.


Tomás Cremades

jueves, 12 de febrero de 2015

Los niños de Occidente



No digo nada extraño que no se haya dicho montones de veces, si digo que el mundo occidental vive una época de cierta decadencia y la razón en mi opinión, no es tanto por el hecho de habernos instalado en la comodidad, sino por causa de la debilidad en el carácter de las personas que llega a imprimir una mala educación basada en el exceso de información y la falta de conocimiento.

Educación pésima de la que adolecen muchas de nuestras sociedades en occidente
Y es que demasiado al Este, llega a ser el Oeste, y ciertas bondades sin medida, llegan a ser maldades.

Hace tiempo, cuando yo era niño, y me subía a un árbol por ejemplo, si una persona mayor me decía “bájate”, yo sabía que me decía lo correcto, pues eso mismo me hubiera dicho mi padre, mi tío, mi maestro y el Sr alcalde del pueblo. Pero si hoy le dices a un niño “bájate del árbol”, es muy fácil que llegue una persona cargada de cierta bondad diciendo que estas atentando contra los derechos del niño pues impides que desarrolle adecuadamente su sistema psicomotriz.

Desafortunadamente hoy en día en occidente, no es lo mismo lo que le dice al niño  papá, que lo que le dice mamá, o lo que le dice el tío, el maestro o el presidente del gobierno por televisión, y entonces lo que pasa es que el niño no tiene certezas y no está seguro si está bien o está mal subirse al árbol, y vive en un mundo incierto, donde las cosas son relativas y como nadie se atreve a ponerle límites, descubre con gran satisfacción que sus deseos pueden convertirse en sus derechos por encima casi de cualquier autoridad.

Además como todo el mundo quiere proteger mucho a los niños que tienen más de 9 meses (los que tienen menos ya es otra cosa), para evitar abusos de autoridad, la madre cuestiona la autoridad del padre, el padre la de la madre, y ambos la del maestro y por supuesto todos la del señor cura, entonces la autoridad la gobierna el niño y su deseo, mientras los demás se ponen de acuerdo en su educación.

Así vemos madres muy amorosas incapaces de decir “no” a un niño necesitado de alguien que con cierta autoridad encauce sus emociones desbocadas.

El hecho de que vivamos en regímenes de gobierno democráticos no significa que eso debe extenderse al interior de las familias. Un niño debe saber que una familia no es una democracia, sino que allí manda el padre puesto que el padre es su mente hasta que el niño crezca lo suficiente para que su potencial mental tenga el uso de razón debido. Y el padre debe hacerse responsable de esto y representar si es el caso el papel de lobo, pues si todos quieren ser caperucitas, el cuento no sale bien y el niño no aprende que en el drama de la vida, hay caperucitas, abuelitas y lobos.

Si no se truncan ciertos deseos de un niño, no desarrollará resistencia a la frustración y no será capaz de renunciar a nada que le apetezca, pues siempre habrá alguien muy comprensivo y bondadoso que le dará en el futuro hasta el consentimiento de quitarle la vida a otros niños menores de 9 meses para que no se interpongan en sus planes y así él pueda seguir disfrutando de la vida que le niegan a otros, como auténticos dioses con poder sobre la vida y la muerte.

Nuestros abuelos sabían bien que para educar a un niño, hasta los cinco años todo es amor y juego, pero a partir de esa edad el niño debe aprender a servir a los demás, a hacer algo que no solo sea para su propio beneficio, sino para el de los demás. Esto le dará su sitio en el mundo, los afianzará como personas y aprenderán a respetarse a si mismos, les será más fácil esquivar los pensamientos descorazonadores y suicidas propios de una adolescencia ociosa.

Todo el secreto de la educación de los jóvenes está en el servicio a los demás, esto debería ser una regla sagrada, conviene saber que las palabras “sacrificio“ y “sagrado” tienen la misma raíz etimológica, pues primero el hombre ama aquello a lo que sirve y por lo que se sacrifica, y luego resulta que después de forma natural sirve a lo que ama.
Esto al principio puede resultar incómodo pues tendrá el niño que renunciar a algo, y así aprenderá que al fin y al cabo la vida es un acto continuo de renuncia, hasta renunciar a la vida misma. Pero si el niño no desarrolla esta resistencia a la frustración, sufrirá más él y sus allegados, se sentirá débil y en el futuro, se dará cuenta de lo mucho que hizo sufrir a sus padres y lo incómodo que resulta criar a un hijo como él, y entonces no querrá tener hijos y no los tendrá.

Y en estas estamos en el mundo occidental.

Las palabras de Jesús, “Dejad que los niños se acerquen a mí”, también deberían entenderse en el sentido de educarlos en los valores de Jesús y acercarlos a su enseñanza. Y su enseñanza dice que el que quiera ser el primero y necesite crecer en el espíritu, (como necesitamos todos y en especial un niño) que sirva a los demás y sea el último.

Esto sin ninguna duda, sienta las bases de una psicología normal para el hombre.
No hay mucho más que añadir.



J.J. Prieto Bonilla.

jueves, 5 de febrero de 2015

Lo tengo comprobado








                                                                   

Tú no ves a Dios, tú confías a medias, tú tienes “miedo” a morir porque no sabes… Y la palabra eternidad es “agobiante” para un ser humano creyente pero desconfiado de la generosidad de Dios y del juicio al otro lado.
Y tienes razón, Dios no será paternalista, no tendrá piedad de ti, será implacable contigo pues tú no suplicarás misericordia… Serás incapaz de abrir tu “boca”.

Amigo que me estás leyendo ¡Qué gran suerte la tuya!  Ahora que habitas por el mundo, todo lo escrito antes, no sucederá. ¡Mírate en el espejo y verás que vives! Hoy tienes la Misericordia, la bondad, el perdón y el paternalismo de un Padre que murió por ti mientras vivieras en la tierra.
  
¡No me digas que no tenemos suerte!!! La más grande del mundo, pues en nuestra mano está el camino, la vedad y la VIDA que nos prometió.

Deja de dudar, deja de sentirte mal o asustado. Siempre oirás en confesión la frase: “Vete en paz” por orden de Dios. Y si tuvieras otra religión o ninguna, no importa mientras alguien diga de ti que tienes un gran corazón, que das sin pedir y ayudas sin mirar.

Pide fe a tu Dios, pide amor a tu Dios y verás cómo el mundo, tu mundo, cambia gracias a ti y a gente como tú.

Haz por ser genial y no dejes de serlo, tenemos que vernos más allá de las estrellas. No lo olvides nunca mientras tengas un hálito de vida porque cada vez que respiras, son dos segundos de Dios contigo.

Relájate y vive en paz a pesar de las “inclemencias”, a veces son buenas para el alma; ¿Qué menos que parecernos en algo a Él si eres Cristiano? Yo no renuncio a las penas ¡Qué va!, no lo hagas tú.

Cuando rezo y me pongo en sus manos, me duermo y mis lágrimas se disipan… Lo he comprobado cientos de veces.

¡No miento, es verdad!, verás lo que hace contigo…

  Emma Díez Lobo