miércoles, 25 de marzo de 2015

La Viña de Dios





Meditando en la Hora Intermedia sobre el Salmo 79, encontré unos versículos que me llenaron de asombro, aunque ya los conocía; pero la Escritura es tan rica en diversas catequesis, que lo que hoy te inspira una cosa, mañana ese mismo verso te dice otra. Y es que la Palabra de Dios  cada día nos da el Pan fresco para comer.

Dice el salmo:”…Sacaste una vid de Egypto, expulsaste a los gentiles y la trasplantaste;  le preparaste el terreno, y echó raíces hasta llenar el país. Su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos los cedros altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar y sus brotes hasta el Gran  Río.

¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos ¡vuélvete! ¡Mira desde el cielo, ¡fíjate! Ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego; con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a tu Escogido, al Hombre que tú fortaleciste…” (Sal 79)
Y pensé en el Evangelio de la Vid y los sarmientos. Jesús dice ser la vid y nosotros los sarmientos. Todo sarmiento que en Mï no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo limpia, para que de más fruto.

Y añade: “Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado…” (Jn 15, 1 y ss)

Es decir que la Palabra de Dios, que es el mismo Jesucristo, nos limpia; nos limpia de toda la idolatría que hay en el corazón del hombre; ya sea de impureza, de amor al dinero,…, de ir detrás de otros ídolos.

Continuando con el Salmo, aquí el Salmista profetiza sobre algo que mucho tiempo después ha de suceder. Está viva la imagen de Jesucristo: Él es la Vid, nos dice en el Evangelio, que Yahvé ha enviado a Egypto para salvarlo de la muerte a la que le había condenado Herodes; pero llegado el tiempo, como sabemos, un ángel (el anunciador  de la Palabra de Dios), indica a José que pueden retirarse de Egypto para volver a su tierra; en palabras del salmista, trasplanta la Vid desde Egypto. Además, prepara el terreno – imagen de Juan el Bautista-y anuncia el Evangelio por todo el país.

Dice textualmente: “Su sombra cubría las montañas”. Es la viva imagen del anuncio a María de Nazaret, y con las mismas palabras: “La fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra

Anuncia, incluso, la muerte, con las imágenes del saqueo de los jabalíes, el pisotear de los viandantes… es la Pasión de Nuestro Señor.

En parecidos términos se pronuncia Isaías en (Is 5, 1 y ss)

Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y la despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agraces

¿Qué mas pude hacer ya a mi viña que no se lo haya hecho yo?

En este caso, la Palabra de Dios-Jesucristo-, ya había sido proclamada en la tierra y la había dejado llena de fertilidad. Pero el hombre desoyó sus mandatos (palabras), y en vez de dar fruto dio uvas agraces. ¡Cuánto entendemos de esto! ¿Verdad? Tantas veces no hemos dado frutos de Vida eterna, tantas veces hemos desoído su Palabra, tantas veces nuestros frutos fueron amargos…
Isaías se pregunta si se podía haber hecho más. Es una pregunta como de reproche de Dios a nosotros. Ha dado tanto Él por nosotros, y nosotros ¿cómo hemos respondido?

En la Iglesia en Madrid de los P.P. Claretianos de la calle Ferraz hay una imagen de Cristo crucificado y una inscripción que nos recuerda la profecía de Isaías: Hijo mío, ¿Qué más pude hacer por ti?

Por último Marcos nos narra en el Evangelio (Mc 21,13-42) la Parábola de Los Viñadores homicidas.

Es asombroso ver cómo el “puzle” de la Escritura, si se me permite la expresión, cuenta con extraordinaria similitud con Isaías el poder del mal en el hombre llevado por su ambición de dinero y de poder. En esencia refiere así:

“Un propietario plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos para recibirlos. Pero los labradores agarraron a los siervos y a uno le golpearon,  a otro le mataron y a otro le apedrearon. De la misma manera envió nuevos siervos pero los mataron de igual manera. Por último envió a su Hijo diciendo: a mi Hijo le respetarán. Pero los labradores se dijeron: Matémosle y nos quedamos con la herencia. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron”

Esta profecía de Jesús, similar a los otros textos anteriores, no necesita gran explicación: Dios envía al mundo a los profetas, anunciadores de su palabra, y, todos, uno tras otro son asesinados. Envía a su Hijo, Jesucristo, a quien no escucharon, le sacaron fuera de la ciudad,- fuera de la viña- y, como bandido y blasfemo, le asesinan.

Los textos indicados nos acercan por una parte a la Escritura, Palabra de Dios revelada, con Salmos, profecías y Evangelios, y nos impulsan a mirarnos para dentro, a meter como Moisés nuestra mano en el pecho para sacarla llena de lepra, y volverla a meter por indicación de Dios, ya perdonada y limpia por su Palabra. (EX 4, 6-7).


Alabado sea Jesucristo

Tomás Cremades

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