jueves, 16 de julio de 2015

Réquiem por él




¡Vaya por Dios! Te fuiste anoche a las 5:30 de la madrugada. Sé que lo hiciste tranquilo, con morfina y sin dolor, adormilado pero consciente… Primo mío, no creías una palabra de Dios y me atormenta saber si algún capellán pasó por tu habitación. ¿Servirán las misas ahora? No sé si pediste perdón, si te encomendaste… Creo que no.

Dios dime, en estos casos cuando ni la familia ni el moribundo cree y se van de “viaje eterno”, ¿qué pasa? (misericordia infinita, pero en la tierra).

- Hija, no haces más que preguntas todo el día… Pues pasa lo que dije, que se ha presentado ante mí y le he dicho ¿Ves como soy real y verdadero?, ¿has tenido que morir para saber que Yo estuve esperándote toda tu vida? ¡Eres un desastre! La simpatía te sobraba y eres buena gente sí, pero de mente incrédula… Como Tomás.

Mi justicia alcanza donde tú no llegas… Recuerda que he  estado contigo en cada misa que has tenido que presenciar, pero has sido reticente a rabiar ¡jolín!,  y eso que te has arrodillado mientras Yo te miraba. 

Mil oportunidades te di y aunque Comulgaste muchas veces hasta para ir a la guerra de Bosnia… Ni el Ejército del Aire te convirtió. Mi justicia es soberana y coincidente con la Ley: Un “Derecho Romano” absoluto, especial para ti; la morada de tu eternidad también lo es.

Hoy serás partícipe de oraciones interminables de creyentes. Ellos son mi regalo para aliviar tu alma. Hijo mío, hijo mío… Yo soy tu Padre, quien te creó para volver a mí. ¿Sabes cuánto sufrí por ti? Ahora sigo sufriendo hasta que al final de los tiempos te vuelva a juzgar delante de la humanidad.

¡Menuda regañina!!! Yo no puedo seguir escribiendo porque Dios no me “dice más cosas” ¡Ya quisiera yo! Pero no soy digna y lo sé, como también sé que rezando por estas almas, las oraciones calman su deseo ardiente de amor por Dios. Era y es el único AMOR eterno por el que merecía la pena pasar por la tierra. ¡Ya lo ha descubierto!

D.E.P del dolor, de la angustia y de la vida. Hoy tus sentidos están a tope como tu espíritu. Cuando entres en el Reino, ayuda a los que rezaron por ti porque sé, primo querido, que lo puedes hacer.  

No divagarás por este mundo, te lo prometo. María está pendiente de ti y Dios sabe qué hacer con alguien al que amó hasta el extremo: TÚ. Dios quiera que nos veamos algún día, con tus padres y los míos, con nuestros dos primos que mataron en Argentina.


“Lobo tiritos” (Lobo, nuestro segundo apellido) te llamaban en Cuatro Vientos porque agujereabas con el Cetme todos los árboles de la Base. Eras incorregible amigo, siempre arrestado de parte del Coronel, mi Padre… ¡Nos partíamos contigo!     


Emma Díez Lobo


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