domingo, 31 de enero de 2016

La Vida Consagrada Profecía de Misericordia



Oraciones del papa Francisco Año de la Vida Consagrada Clausura - 2 de febrero de 2016

Haz que vivamos el Evangelio del encuentro: ayúdanos a humanizar la tierra y a crear fraternidad, llevando las fatigas de quien está cansado y no busca más, la alegría de quien espera, de quien busca, de quien custodia signos de esperanza. Espíritu Santo, Fuego que ardes, ilumina nuestro camino en la Iglesia y en el mundo. Danos el coraje del anuncio del Evangelio y la alegría del servicio en la cotidianidad de los días. Abre nuestro espíritu a la contemplación de la belleza. Custodia en nosotros la gratitud y la admiración por la creación, haz que reconozcamos las maravillas que tú realizas en todo viviente. María, Madre del Verbo, vela sobre nuestra vida de hombres y mujeres consagrados, para que la alegría que recibimos de la Palabra llene nuestra existencia, y tu invitación a hacer lo que el Maestro dice (cf. Jn 2, 5) nos encuentre activos intérpretes en el anuncio del Reino. Amén

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La Iglesia en oración por la vida consagrada

¡Ven, Espíritu Creador, con tu multiforme gracia ilumina, vivifica y santifica a tu Iglesia! Unida en alabanza te da gracias por el don de la Vida Consagrada, otorgado y confirmado en la novedad de los carismas a lo largo de los siglos. Guiados por tu luz y arraigados en el bautismo, hombres y mujeres, atentos a tus signos en la historia, han enriquecido la Iglesia, viviendo el Evangelio mediante el seguimiento de Cristo casto y pobre, obediente, orante y misionero. ¡Ven Espíritu Santo, amor eterno del Padre y del Hijo! Te pedimos que renueves la fidelidad de los consagrados. Vivan la primacía de Dios en las vicisitudes humanas, la comunión y el servicio entre las gentes, la santidad en el espíritu de las bienaventuranzas. ¡Ven, Espíritu Paráclito, fortaleza y consolación de tu pueblo! Infunde en ellos la bienaventuranza de los pobres para que caminen por la vía del Reino. Dales un corazón capaz de consolar para secar las lágrimas de los últimos. Enséñales la fuerza de la mansedumbre para que resplandezca en ellos el Señorío de Cristo. Enciende en ellos la profecía evangélica para abrir sendas de solidaridad y saciar la sed de justicia. Derrama en sus corazones tu misericordia para que sean ministros de perdón y de ternura. Revístelos de tu paz para que puedan narrar, en las encrucijadas del mundo, la bienaventuranza de los hijos de Dios.

Fortalece sus corazones en las adversidades  y en las tribulaciones, se alegren en la esperanza del Reino futuro. Asocia a la victoria del Cordero a los que por Cristo y por el Evangelio están marcados con el sello del martirio. Que la Iglesia, en estos hijos e hijas suyos, pueda reconocer la pureza del Evangelio y el gozo del anuncio que salva. Que María, Virgen hecha Iglesia, la primera discípula y misionera nos acompañe en este camino. Amén.

Oración de los consagrados y consagradas

Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, Padre de nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro, acoge la oración que te presentamos. Mira con bondad nuestros deseos y ayúdanos a vivir con pasión el don de la vocación. Tú, Padre, que en tu proyecto gratuito de amor nos llamas, en la estabilidad o en la itinerancia, a buscar tu rostro en el Espíritu, haz que seamos memoria tuya: sea fuente de vida en la soledad y en la fraternidad, y podamos ser, en nuestro tiempo, reflejo de tu amor. Cristo, Hijo de Dios vivo, que caminabas por nuestras calles casto, pobre y obediente, compañero nuestro en el silencio y en la escucha, mantén en nosotros la pertenencia filial como fuente de amor.



viernes, 29 de enero de 2016

IV Domingo Tiempo Ordinario


Jesús, profeta rechazado

            Extraña la reacción de rechazo a Jesús inmediatamente después de la admiración de los nazaretanos. Realmente se trata de un cuadro simbólico compuesto por Lucas, adelantando la escena del rechazo de Nazaret (en Marcos y Mateo viene mucho más tarde),  con el fin de presentar lo que será el ministerio de Jesús en Galilea, tipificada en los nazaretanos: en un primer momento admiran a Jesús y más tarde lo rechazan. De esta forma ofrece otra característica de la obra de Jesús, profeta rechazado.

            La primera lectura recuerda que el rechazo es propio de la misión profética. Dios llama a Jeremías y le envía a oponerse a la política oficial de su época, en la que el rey y sus consejeros creen que la salvación del pueblo está en alianzas humanas con Egipto contra Babilonia. Pero Israel no es un pueblo más, es el pueblo de Dios y, como tal, su salvación está en la conversión y vuelta a Dios.  Fue un mensaje rechazado. Jesús explica su rechazo aludiendo al rechazo de los profetas.

            Los nazaretanos rechazan a Jesús por envidia aldeana, por egoísmo y por orgullo. En un pueblo pequeño todos se conocen, todos se ayudan, pero muchos se envidian y no toleran que uno, igual a ellos, destaque de una manera especial. Por otra parte, si es profeta dotado de poderes especiales, ¿por qué no se ha volcado entre ellos, realizando allí milagros y no en Cafarnaún? No tienen en cuenta que Dios es libre en sus favores, como pone de relieve la historia de Elías y Eliseo, haciendo favores a extranjeros. Finalmente, hay una expectación falsa que cree que si Dios les envía un mensajero, éste ha de aparecer con todo tipo de grandezas humanas. ¿Cómo es posible que sea el profeta anunciado por Isaías el hijo de José, que ha llevado una vida normal  entre nosotros durante 30 años? Olvidan que sus padres pidieron a Dios, cuando les hablaba entre truenos en el Sinaí, que les hablara por medios humanos, por Moisés. Dios aceptó y les prometió enviarles un profeta que hablara como ellos, un enviado que puedan comprender porque hablaba su mismo lenguaje. Este es Jesús. Pero lo rechazan y ante sus respuestas, se indignan e intentan despeñarlo por un precipicio. Pero él, abriéndose paso, seguía su camino. Con este dato Lucas alude al final del ministerio de Jesús, intentan acabar con él y lo crucifican, pero el Padre lo resucita y sigue su camino.  Lucas escribe en los años 80, iluminando  la situación que vive la Iglesia de su tiempo. Hay oposición e intentos de acabar con el cristianismo, pero el camino sigue adelante.

            Un poco más adelante Lucas dedicará una sección a reflexionar sobre la razón del rechazo entonces y ahora y presentará una serie de motivos que se resumen en orgullo. Orgullo religioso que rechaza a todo el que critique el puritanismo del que se cree sin pecado o que proponga una salvación diferente de la que él busca y predica. Orgullo que se manifiesta en el dogmatismo del que cree saberlo todo sobre Dios y rechaza a todo el que critique su imagen de Dios y de la vida religiosa. En el fondo se trata de personas que no aman vivir en la verdad de cara a Dios y prefieren vivir de cara a sus propios intereses. San Juan, en su evangelio, lo sintetiza en “el mundo”, que es imagen del ámbito del odio y la mentira, incompatible con el mundo de Jesús, que es amor y verdad.

            El rechazo es normal en la vida cristiana. Hoy Jesús y con él sus discípulos siguen siendo rechazados, a veces por desconocimiento de su obra, que ha llegado a ellos de forma deformada y falsa, a veces conscientemente, como consecuencia de una ideología que profesa valores anticristianos y ve en el cristianismo un obstáculo a liquidar, como puede ser hoy la ideología de género. Por eso los cristianos no han de extrañarse y, recordando la parábola de la cizaña, han de evitar dedicarse a “arrancar cizaña” y se han de centrar en continuar dando razón de su fe con paciencia. Puede que haya situaciones difíciles, pero el triunfo final es de Jesús, que “continuará su camino”.

            En la Eucaristía celebramos a la vez el rechazo y la resurrección de Jesús.


Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona


jueves, 28 de enero de 2016

Que así sea




Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad. Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque El es bondadoso para con los ingratos y perversos.
(Lc 12, 33-34)

Que deseen mirar hacia donde nosotros miramos
que te encuentren en nuestros ojos,
que no les juzguemos,
ni les cerremos las puertas
como Tú no lo hiciste con nosotros
cuando nos encontraste

Que se pregunten de dónde viene nuestra fuerza
y nuestra alegría
y…que no les defraudemos

Que llevemos tu nombre escrito en la frente
y que seamos dignos de Ti.
Que ellos sean siempre lo primero
por delante de nosotros.
Que no traicionemos tu legado en nuestro corazón

Que seamos puertas abiertas
para los demás hacia Ti

Y, que si fallamos,
Vean en nosotros que tú amas a quien cae
y pide ayuda

Que no les confundamos
Que no les equivoquemos
Que, con nuestra manera de obrar
No les alejemos de Ti

Que nuestro vivir diario
sea para ellos una esperanza
y que les ganemos para Ti

Para que algún día, sean ellos la Puerta hacia Ti
De otros que busquen.

¡QUE ASÍ SEA!

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

(Salmo 120)

Olga Alonso Pelegrin

miércoles, 27 de enero de 2016

Presentado el Mensaje del Papa para la Cuaresma 2016




«Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 9, 13). Las obras de misericordia en el camino jubilar

(RV).- El Papa Francisco ha titulado su Mensaje para la Cuaresma del Jubileo de la Misericordia con las palabras de Jesús: «Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 9, 13),  destacando las obras de misericordia en el camino jubilar.
«María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada»; «La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia; y «Las obras de misericordia», son  los tres puntos del mensaje pontificio.
En el primero, evocando el Magníficat de María, el Santo Padre empieza reiterando su invitación - como hizo en la Bula de convocación del Jubileo extraordinario – a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17).
Y señala que,  con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor»,  quiso hacer hincapié en la primacía de la «escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio».
«Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios», escribe el Papa Francisco.
En el segundo punto, recuerda que «el misterio de la misericordia divina» que se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios – siempre rico en misericordia y ternura- y su pueblo. «Drama de amor» que «alcanza su culmen en Jesús el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8).  
En el tercer punto, el Santo Padre subraya una vez más la importancia de la obras de misericordia corporales y espirituales, con su especial anhelo de que el pueblo cristiano reflexione sobre ellas durante el Jubileo: «será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15).
«En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.), escribe el Papa Francisco y añade: «misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe».
Tras poner en guardia contra la «esclavitud del pecado», que «empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás», «hasta el punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión», el Santo Padre señala que: «Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos».
Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos».
El mensaje del Papa Bergoglio, firmado en el Vaticano el 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, de 2015, termina con esta exhortación: «No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
(CdM – RV)
Texto completo en español del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2016:
“Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13). Las obras de misericordia en el camino jubilar
1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada
En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.
María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, María canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.
2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia
El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.
Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.
Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.
3. Las obras de misericordia
La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.
Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
Vaticano, 4 de octubre de 2015
Fiesta de San Francisco de Asís


martes, 26 de enero de 2016

El libro que pones en mis manos



Es hermoso este libro que pones todos los días en  mis manos para rezar.

Hoy he descubierto que yo te hablo y tú me respondes.

Es nuestro espacio de conversación, Señor.

No importa cuántas veces haya leído el mismo texto.

Hoy, tú decides acariciar mi alma con una palabra y, ayer, tú secaste mis lágrimas con una frase de esperanza.

Otro día, me descubriste tu inmensidad en un verbo.

¿Quién sabe qué regalo del cielo me encontraré mañana en este libro, que es nuestro pequeño espacio de encuentro diario, Señor?

Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, 
les haré andar por sendas que no habían conocido;
 delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, 
y lo escabroso en llanura. 
Estas cosas les haré, y no los desampararé.
(Isaías 42:16)                      
Olga Alonso Pelegrin


lunes, 25 de enero de 2016

Hay un Evangelio…



Este Evangelio tiene de todo (no os digo cual), pero mirad:

Primero.- Instauración del Matrimonio (hombre, mujer). Delante de Jesús, dando fe de la unión, como ahora, presente en cada boda católica.

Segundo.- La Virgen María, obedeciendo a Dios… Y todo irá bien. Ella, siempre intermediaria entre nosotros y Él.

Tercero.- La Tinaja de piedra. Hoy, pila de Bautismo.

Cuarto.- El Agua clara y Santa de la tinaja, que nunca se termina. Es el agua del Bautismo que borra el Pecado Original, abriendo el cielo para él.

Quinto.-  Conversión del agua en Vino. Como hoy el vino, en Sangre de Cristo.

Sexto.- El Vino bueno al final. La salvación del hombre, debida a su Sangre derramada en su Calvario y Muerte. Final de su vida en la tierra.
 
Séptimo.- El Maestre sala. El hombre que “organiza nuestro camino”, él sabe bien de eso. Hoy, sacerdotes de Dios.

Octavo.- Los invitados a la Fiesta. Éramos tú y yo reunidos, celebrando juntos los cinco pasajes de su Vida: Nacimiento, Vida Pastoral, Muerte, Resurrección y Venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, quienes perdonarán en su Nombre. 

Noveno.- El Primer milagro de su Vida. Fue en esta fiesta, como hoy en cada Eucaristía. Es el milagro viviente, real y el único nuevo y primero cada vez, al alcance de todos los hombres que deseen ver a Dios.

Décimo.-  Fin de la fiesta… Nos hemos “Casado en Caná”  ¡Genial! 

Un decálogo para nuestra vida: Gracia en su principio y esperanza en su final.


  Emma Díez Lobo

viernes, 22 de enero de 2016

III Domingo del Tiempo Ordinario


hoy sigue siendo Jesús  profeta-salvador

                Jesús comienza oficialmente su ministerio en la sinagoga del pueblo donde ha residido hasta ese momento. Lo hace manifestando públicamente la experiencia espiritual que tuvo inmediatamente después de su bautismo, cuando experimentó cómo el Padre le ungía como mesías-profeta en la línea del Siervo de Yahvé. Aprovecha para ello la posibilidad que ofrecía el culto sinagogal, eminentemente laico (no es necesario ser sacerdote para intervenir). Leen y comentan la palabra de Dios los voluntarios que se sientan capacitados para ello. Aquel día se lee Is 61,1-2, texto profético que anuncia la futura venida de un ungido especial, profeta, enviado para evangelizar a los pobres, proclamar libertad a los cautivos, recuperación de la vista a los ciegos, liberación a los oprimidos, para proclamar un año de gracia del Señor. Jesús lee el texto y lo comenta ante la expectación del auditorio. Fue un comentario breve y actualizante, modelo de lo que debe ser una homilía: Hoy se ha cumplido esta palabra que acabáis de oír.

“Hoy” es el comienzo de un día que durará hasta el final de la Historia de la salvación. “Se ha cumplido”: con esta afirmación Jesús sintetiza toda su obra, que comienza entonces. Se refiere a su obra salvadora que va a llevar a cabo plenamente como profeta y salvador, profeta que da la luz de Dios e ilumina a los ciegos, y salvador que libera de todo tipo de esclavitud, comenzando por la esclavitud del pecado y de la muerte, siguiendo por toda clase de esclavitudes sociales . Así comenzó el Año Jubilar definitivo, que llega hasta nuestros días. Este mensaje en Nazaret fue el comienzo de una tarea que culminó Jesús con su muerte y resurrección.

                Es importante renovar la conciencia de que Jesús, hoy, en este 3º domingo del tiempo ordinario, es el Viviente. No hablamos de un ilustre difunto del pasado, sino del  Señor resucitado, profeta y salvador, que hoy a cada uno nos habla como profeta y ofrece su salvación como salvador. Ahora por el bautismo hemos sido incorporados a Cristo resucitado, formando parte de su cuerpo (2ª lectura). Somos miembros de un Viviente y hemos de vivir de acuerdo con su vida del Viviente, en concreto de acuerdo con las exigencias de unidad y servicio que exige Cristo, cabeza del cuerpo. Como afirma Pablo, Vivo yo, no, es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

                Esto es  especialmente importante en el contexto de la Eucaristía, en que el Señor resucitado se hace sacramentalmente presente. Como afirma la exhortación postsinodal Verbum Domini, la liturgia es el lugar privilegiado de la proclamación de la palabra de Dios, en que ejerce su dinamismo en el sacramento. Por ello en ella hay que renovar el esfuerzo de vivir el hoy  de la obra salvadora. Ninguna homilía debe descuidar este aspecto. Como servicio al pueblo de Dios, ha de esforzarse por hacer ver que lo proclamado en la liturgia de la palabra, es ahora realidad en la liturgia sacrificial. En la liturgia de la palabra no se recuerda sin más lo que Dios por Jesús hizo en el pasado, sino que se anuncia lo que está haciendo ahora, hoy, en que también se cumple. Jesús es el profeta-salvador que en cada celebración habla a su comunidad  y le ofrece la salvación en su situación concreta.

Rvdo. Antonio Rodríguez Carmona

jueves, 21 de enero de 2016

San Antonio ¿has sido tú?




Resulta que me han dejado sola fané y descangallá…  Y yo me digo:

¡Vaya por Dios!, a estas alturas del partido, más pergamino que “ñora”, se le ocurre al buen señor marcharse a “comprar tabaco”…

Lágrimas por doquier inundaban mi almohada, la casa, el suelo… Hasta que un día con los ojos hinchados como pelotas, cabizbaja y meditabunda, me vino el consuelo que no esperaba:

¡Por favor no penséis en el que viene a tu casa a venderte libros! no, fue como una ráfaga de claridad con voz en mi mente. Me dijo: ¡Enamórate de Mí!

- …  ¿?... San Antonio deeee Paaaadua ¿Tú has hecho eso? ¡Pero…!  

- Hija, tanto lagrimón porque te quedabas sola, que… Hablé con Dios.

- ¡Jopé, eso se avisa, es un Hombre muy Especial! y ¿sólo para mí?... Pero si no puedo abrazarle, ni Él secar mi llanto… Y ahí, Jesús intervino:

- ¿Qué no? Soy único para ti, especial sí, ¿no querías un Príncipe azul?, pues ese Soy Yo, porque tú eres mi princesa. Soy sincero, te amo enserio, te hablo cuando me preguntas, te ayudo cuando me lo pides, y te abrazo cuando rezas, me “escuchas” un rato y te acurrucas bajo las mantas de tu lecho; además, velo tus sueños y soy celoso de tu tristeza, que es la mía.

- ¡Pero yo no soy monja y ellas se casan Contigo, soy más terrenal que un geranio! 

- Pues me encantan los geranios, los pobres de espíritu y las almas que me aman para darles mi vida… ¿Es que no te acuerdas de que fui a por ti?

¡Madre de Dios! No lo había pensado… ¡Ea!, ya tengo Novio para siempre y Éste ni falla ni se muere… Pero a veces tengo unos celos de ver quién Le quiere más… ¡Que ya me vale el egoísmo!

- No te preocupes por eso, me multiplico… Hay un Jesús para cada una.   

- San Antonio, gracias, es el mejor Novio del mundo. El “problemilla” es que no Le veo de momento, pero me escribe todos los días… Y uno de ellos, vendrá.

Chicas, cuando ellos se vayan por el motivo que sea o que Dios decida y, hayamos vivido gran parte de nuestra vida, no os deprimáis ni abandonéis; Jesús, el mío, se clona con mucha facilidad. ¡Recibidle! , la pena de la soledad va desapareciendo…


Emma Díez Lobo


lunes, 18 de enero de 2016

No hay opción, hay que seguir




      
Dios ilumíname, porque quiero que el mundo sepa qué es la ETERNIDAD. Es la única verdad de nuestra existencia y Tú, mi Dios, lo sabes. Por eso Naciste aquí, por eso dejaste la tierra en condiciones terribles de tortura, por eso los Profetas y María, por eso la vida y, por eso y por último, la salvación eterna de un alma que no se “gasta” por ser inmortal.

El Alfa y la Omega representan el principio y el fin -sin saber cuando fue ni cuando será-, pero no es la eternidad, esta empieza cuando la Omega termina.

Imaginaros una carretera que parte de Madrid y llega a Almería, pues bien, ahí tenemos el Alfa y la Omega… Pero hay que seguir viaje obligado: Cogemos la carretera y sin destino, con un motor que se llena de aire y sin freno en los pies, nos lanzamos errantes por el mundo, una y otra vez; de este planeta a otro, y a otro, y a otro… Así, hasta siempre, sin descanso y sin poder parar… Hemos entrado en la eternidad.

Tremendo ¿No?, pues es lo que hay y lo que toca… El problema no es la eternidad sino dónde la has de “vivir”, si en el amor y la felicidad de Dios o en las tinieblas más terroríficas del maligno.

En pocas palabras: Tu alma sin edad, no morirá jamás. Cómprale la mejor de las estancias para unas eternas vacaciones. Pensadlo, es así de simple.


No sé si he estado muy iluminada, la verdad…

Emma Díez Lobo

sábado, 16 de enero de 2016

II Domingo del Tiempo Ordinario


La nueva economía de la alegría

San Juan da mucho énfasis al primer milagro que realizó Jesús, viendo en él un anuncio y síntesis de toda su obra: comienza el tiempo de las bodas de Dios con la humanidad por medio de Jesús y por intercesión de María su madre.

El matrimonio –hoy tan combatido por movimientos materialistas- es «el arquetipo por excelencia del amor humano, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente cuerpo y alma y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen a primera vista los demás tipos de amor» (Enc. Deus caritas est  2). Dios lo ha elegido como símbolo de su obra salvadora. Él es el esposo y la humanidad la esposa. Él se entrega totalmente a la esposa para que tenga plenitud de vida, de felicidad y de fecundidad. Todo el Antiguo Testamento fue un intento de realizar plenamente esta unión entre Dios y su pueblo, pero nunca se pudo realizar debido a la infidelidad de la esposa, siempre inclinada a seguir a los ídolos. Por eso Dios la castiga y anuncia a la vez un tiempo en que se realizará plenamente el matrimonio (1ª lectura). En este contexto tiene lugar el primer signo que realiza Jesús.

El relato de san Juan no es un relato-crónica psicológico, sino un relato con rasgos simbólicos de un hecho que tuvo lugar. Jesús aparece como amigo de los hombres, compartiendo sus alegrías; por eso asiste a la boda, con sus discípulos y su madre. La celebración de la boda en aquella época se prolongaba durante varios días, en que los invitados comían en la casa de los novios. Falta el vino, símbolo de alegría. La madre de Jesús se lo comunica a su Hijo, sugiriéndole que intervenga. La respuesta de Jesús hay que verla como rasgo teológico: Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora, (literalmente, mujer, qué [hay] entre tú y yo),  es decir, Jesús va actuar y traer vino de forma independiente a toda influencia humana, porque la salvación es solo obra de Dios (hay quien interpreta la respuesta de Jesús a su madre de forma psicológica, encontrándola poco fina, pero este tipo de lectura está fuera de lugar). En el momento de la petición todavía no ha llegado su hora, es decir, el tiempo de su muerte y resurrección en que se hará efectivo todo lo que se va a significar aquí y en que él hará partícipe a su madre en su obra salvadora. Nos la dejará como madre (Jn 19,26-27). María entiende la respuesta en sentido positivo y en sintonía con su Hijo manda a los sirvientes: Haced lo que él os diga. Se llenan de agua seis tinajas de piedra, destinadas a la purificación de los judíos, de  unos cien litros cada. Y el agua se convierte en un vino especial, como constata el mayordomo. El agua significa todo el Antiguo Testamento, tiempo de purificaciones con agua, el vino, en cambio, el Nuevo Testamento, tiempo de alegría por las bodas definitivas de Dios con la humanidad. San Juan subraya que este fue el primer signo realizado por Jesús, que manifestó su gloria y que creció la fe de sus discípulos. Signo es una realidad que lleva a otra. Aquí lleva a la realidad de las bodas de Dios con la humanidad, tiempo de alegría, todo ello fruto de la gloria de Jesús, es decir, de que comparte el poder salvador de Dios.

Este signo ofrece una síntesis de la obra salvadora de Jesús, que es íntima unión amorosa,  gozosa y fecunda entre Dios y los hombres, entre Dios y su Iglesia. Esto implica que cada cristiano ha de vivir su pertenencia a la Iglesia en una relación fiel y gozosa con el Padre por medio de Jesucristo, una unión que debe ser fecunda, engendrando nuevos hermanos. Como recuerda Pablo (2ª lectura), cada cristiano es un miembro de Cristo-Esposo y, como tal, ha recibido una tarea concreta, dada libremente por el Espíritu Santo al servicio de los demás.

Cada celebración de la Eucaristía debe ser renovación gozosa de las bodas de Cristo con su Iglesia. En ella debe ir creciendo la fe de los discípulos y perfeccionando su unión amorosa y fecunda con el Padre por medio de Jesucristo.

Rvdo. D. Antonio Rodriguez Carmona


jueves, 14 de enero de 2016

El Padre Nuestro en arameo





La traducción del arameo al español nos muestra cuán bella, profunda y verdadera es esta oración de Yeshua:
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Padre-Madre, Respiración de la Vida ¡Fuente del sonido, Acción sin palabras, Creador del Cosmos!
Haz brillar tu luz dentro de nosotros, entre nosotros y fuera de nosotros, para que podamos hacerla útil.
Ayúdanos a seguir nuestro camino respirando tan sólo el sentimiento que emana de Ti.
Nuestro Yo, en el mismo paso, pueda estar con el Tuyo, para que caminemos como Reyes y Reinas con todas las otras criaturas.
Que tu deseo y el nuestro, sean uno sólo, en toda la Luz, así como en todas las formas, en toda existencia individual, así como en todas las comunidades.
Haznos sentir el alma de la Tierra dentro de nosotros, pues, de esta forma, sentiremos la Sabiduría que existe en todo.
No permitas que la superficialidad y la apariencia de las cosas del mundo nos engañen, y nos libere de todo aquello que impide nuestro crecimiento.
No nos dejes caer en el olvido de que Tú eres el Poder y la Gloria del mundo, la Canción que se renueva de tiempo en tiempo y que todo lo embellece.
Que Tu amor esté sólo donde crecen nuestras acciones. ¡Qué así sea!

De esta oración se “derivó” la versión actual del “Padre Nuestro”, la oración   ecuménica de ISSA (Yeshua).

miércoles, 13 de enero de 2016

El “Padrenuestro”




Ufff!!! Estaba yo rezando el Padrenuestro y en eso que llego a: “Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo”,  y ¡Zas!, de pronto una luz y caigo del ciruelo.

Pero vamos a ver, resulta que lo rezamos todos los días desde que éramos niños y no nos damos cuenta de que ¡Le pedimos que se haga su voluntad! y después…  Nos enfadamos, nos ponemos tristes, lloramos… O sea, que ¡Nanay de la china!, no nos gusta ni un pelo su voluntad… Esto es de locos.  
  
Rezar, rezaremos y leemos las estampitas por detrás, pero hay que vernos… ¡Hala! a toda velocidad y sin parar (parecemos pilotos de fórmula 1). De verdad, de verdad qué… 

Pero esto no es todo, ahora viene la segunda parte, cuando decimos: “Y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden... ¿Cómo también nosotros? Jajajaja, esto es de chiste, pues anda que no nos cuesta perdonar ofensas; se nos quedan atascadas como el estreñimiento. Total, que no nos va a perdonar ni una…

Si es que, no sabemos ni lo que rezamos ni lo que decimos… Como esto: “Perdono pero no olvido” (te perdono, pero te tengo una maníaaaaa) ¡Qué frase más falsa por Dios!  

Ya lo decía Jesús, “Sordos como tapias” (bueno con otras palabras, estas son modernas), pero lo decía casi todos los días y a veces enfadado (a veeer...).

Bueno, Espero que después de esta regañina que me estoy echando y a otros también, rece el Padrenuestro pero enterándome, porque…  


Quiero irme Contigo (¡No no, ahora no!), cuando dispongas, pero CONTIGO.   


Emma Díez Lobo


martes, 12 de enero de 2016

Las obras de tus Manos (Sal 91)



Tus acciones son mi alegría
y mi júbilo las obras de tus Manos…

Si nos preguntaran de improviso a qué obras se refiere el salmista, nos quedaríamos perplejos sin saber contestar.

San  Atanasio comenta en este salmo, que se cumplen en él todas las maravillas realizadas en Cristo por obra de Dios Padre. Y, a una escala menor, sabemos que los salmos también se cumplen en todos cuantos buscamos a Jesucristo y queremos llegar a ser sus discípulos.

Y en este estado de cosas, las Manos del Padre hicieron posible que, por medio del Amor infinito entre Él y el Hijo, el Espíritu Santo engendrase en María a Aquel que habría de serle fiel hasta la muerte y muerte de Cruz, en reparación de nuestras infamias, idolatrías, traiciones y pecados.

Las Manos de Dios crearon el mundo a través de la Palabra, (Jesucristo, Palabra Eterna del Padre), como nos recuerda el prólogo del Evangelio de Nuestro Señor según san Juan:

En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada… (Jn.1, 1-3)
…En el mundo estaba
y el mundo fue hecho por ella… (Jn. 1,10-11)

Y en este sentido, el verbo “hacer” es el verbo “crear”, como podemos encontrar en el libro del Génesis:

En el principio (comienza igual),  creó Dios el cielo y la tierra (Gen 1, 1)
…Hizo Dios el firmamento…
…Hizo Dios los dos luceros mayores…
…Creó Dios los grandes monstruos marinos…
Y así sucesivamente va alternando ambos verbos:
…Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza…

 Y podríamos, de esta forma, ir viendo las distintas formas de “hacer”= “crear” que tiene Dios a través de sus Manos. Son las obras de Dios.

Y pasamos al mundo que nos rodea en la actualidad del hombre de hoy. Y nos preguntamos como al principio, cuáles son las obras de las manos de Dios en nosotros.

Para responder, hemos de leer en el libro de nuestra vida, meternos en el cuadro que un día Dios dibujó, donde cada uno de nosotros somos protagonistas con Él. Y ver, en ese cuadro el camino de fe que recorrimos, los errores y caídas, nuestras traiciones; ver aquellos momentos, días o quizá años, en los que nos bastaba con ir a “oír” Misa; no la celebrábamos con el sacerdote en la presencia de Dios, sólo la “oíamos”.

Es cierto, es una forma de hablar; pero a lo mejor ahora sí que la celebramos. Hubo momentos en nuestra vida en que preguntábamos si llegando el Evangelio cumplíamos el precepto. Se trataba de eso, de cumplir. Y así acallábamos la conciencia.

Probablemente hicimos la Primera Comunión. ¿Fue la última durante mucho tiempo?

Después encontramos el amor de nuestra vida, novio o novia. ¿Lo amábamos de verdad? ¿Éramos capaces de respetarlo? Quizá nos amábamos a nosotros mismos, buscando el placer personal; el matrimonio vendría después o no, ¡quién sabe!

Y Jesús, sentado a nuestra vera, esperaba. ¡Qué razón tiene Pedro en su carta! : Mirad que la paciencia de Dios es la garantía de nuestra salvación.
Y un día cruzó su línea de universo con la nuestra: ese día conocimos a Jesús. Sería en una iglesia, o en una predicación, un amigo que nos habla…Da igual. Hemos estado como el pueblo de Israel dando vueltas durante mucho tiempo, y un día ¡zas! La revelación. Será nuestra particular “caída del caballo”, como la de Pablo.

Esas son, pues, las obras de las Manos de Dios en nosotros. Y, nuevamente, la Escritura nos recuerda:

¡Tu Amor es eterno, Yahvé, no abandones la obra de tus Manos! (Sal 138,8)

Alabado sea Jesucristo


Tomas Cremades