lunes, 29 de febrero de 2016

Estamos preocupados



¡Ya lo creo! Menuda la que se ha liado en mí País. De la Imperial España a la más enjuta y dividida… Como siempre.

Un “ejemplillo” os diré que es un País de eternas traiciones: 

A sus Reyes y a su Reino, tal como el condado de Castilla con Fernán González al frente, que después de la victoria de Simancas, pactó con los musulmanes, contra su Rey Ramiro II para apoderarse del Reino de León; impidiendo así la expulsión de los moros y finalizar la Reconquista. Los libros se saltan 300 años de historia con 18 reinados del 910 a 1230 -Joaquín Cuevas Aller-. 
   
Ante la frase: “Castilla  ha hecho España”, un historiador (L. García Valdeavellano) dijo: “Castilla no hacía España, la destruía tal como la venía haciendo León”.  Hasta ahí pudimos llegar y llegamos… ¿Os suena esto trasladado a hoy? Siempre igual, traicionando, ocultando o cambiando nuestra historia, pasada o moderna…

¿Pero a quién se le ocurre disgregar España en territorios autónomos después de una guerra civil y odios ancestrales? Nunca se debió permitir, era demasiado peligroso.  

Ese es mi país, borracho de resentimiento y envidias, dónde gentes a quienes no les importa la desintegración ni la ruina, aleccionan contra la fe y la convivencia; maldad sin desperdicio. 
    
“Pieeeeeel de toro”… ¡Venga!, ¿no veis como queman la bandera, sacan otras, quitan estatuas, nombres de calles o placas de víctimas por su fe cristiana?, ¿esto es una Patria? Vergüenza y pena es lo que siento.  

¡Chicos!, ellos se hunden con su “PROGRESO” anticristiano, anti patria, anti todo porque no ser cristiano (no digo ya, católico) y aborrecernos por serlo, es lo peor que les puede pasar… Bendita palabra, dónde ellos acumulan el odio y el odio, ya sabemos de dónde viene.

¡Alegrémonos de parecernos a Jesús! Y recemos por esta lacra a ver si hacen “plufff” y desaparecen.  

¡Menudos bichos y menuda prueba de fe para nosotros! Ya sabéis, hay que responder como Él lo hacía… A ¡Enfadarse toca!

            
Emma Díez Lobo


domingo, 28 de febrero de 2016

Nunca las cosas a medias



Las cosas a medias sirven de poco.

¿De qué te sirve ver las estrellas si luego no ves el camino?
¿De qué te sirve ver el sol si luego no ves al que tienes a tu lado?
¿De qué te sirve buscar siempre las cosas grandes si luego tropiezas con las pequeñas?
¿De qué te sirve decir que amas mucho, y luego no aguantas a nadie a tu lado?
¿De qué te sirve hablar de la verdad si luego vives en la mentira?
¿De qué te sirve tener ojos si luego no tratas de ver al hermano que está contigo?
¿De qué te sirve tener oídos si no tienes tiempo para escuchar a nadie?
¿De qué te sirve tener pies si no caminas por la vida?
¿De qué te sirve tener manos si nunca estrechas las de tu hermano?
¿De qué te sirve tener corazón si luego no amas?
¿De qué te sirve mirar lejos si no ves a los que tienes cerca?
¿De qué te sirve hablar muchas lenguas si luego eres un mudo con el que tienes a tu lado?
¿De qué te sirve conocer el mundo si no conoces a las personas que te rodean?
¿De qué te sirve tener cabeza si luego no piensas?
¿De qué te sirve tener muchas cosas si no las compartes?
¿De qué te sirve tener muchos libros si no lees ninguno?
¿De qué te sirve tener libertad si luego vives esclavo de ti mismo?
¿De qué te sirve tener muchos años si no has vivido a fondo ninguno?
¿De qué te sirve conocer la verdad si vives en la mentira?
¿De qué te sirve comenzar si luego no llegas al final?
¿De qué te sirve decir sí si luego tu vida es un no?
¿De qué te sirve la silla si no te sientas?
¿De qué te sirve la vida si no la vives?
¿De qué te sirve tenerlo todo si luego lo dejas pudrir y no lo compartes?
¿De qué te sirve estar bautizado si luego vives como pagano?
¿De qué te sirve estar confirmado si luego no das testimonio de tu fe?
¿De qué te sirve estar casado por la Iglesia si luego vives como si sólo estuvieses casado por lo civil?
¿De qué te sirve tener una familia si luego vives siempre fuera de casa?
¿De qué te sirve tener hijos si nunca estás con ellos?
«Uno tenía plantada una higuera en su viña».
Crecía y estaba hermosa, pero no daba frutos. Este es el problema que afrontamos todos.
No basta con que Dios nos regale la vida si luego no sabemos vivirla, sino que la malgastamos en bagatelas inútiles.
No basta con que nos bauticen si luego nuestro bautismo queda en el simple recuerdo de unas fotos que, con el tiempo, se ponen amarillas y pierden el color.
No basta con decir que somos cristianos si luego no damos fruto de Evangelio y vivimos como el resto.
Es cierto que Dios tiene suficiente tiempo para no arrancarnos de la viña que es la Iglesia.
Y eso siempre me ha dado una gran satisfacción.
Porque eso de saber que Dios es capaz, cada primero de enero, de regalarnos un año más de posibilidades siempre es un consuelo y siempre nos abre a la esperanza de saber que algún día nuestra vida puede empezar a florecer.
Pero, a la vez, siento cierta nostalgia: de hacer esperar a Dios para recoger los frutos de su amor en mi vida.



viernes, 26 de febrero de 2016

III Domingo de Cuaresma


Todos nos tenemos que convertir

El Evangelio denuncia una trampa de cuño fariseo en que todos podemos caer, el creer que la conversión es algo que no nos afecta. Los que comentan a Jesús lo sucedido a los galileos con Pilato, creen que ha sido un “castigo de Dios”, porque eran pecadores, aunque lo disimulaban y nadie lo sabía; sin embargo Dios lo ve todo y castiga a todos los “malos”. A ellos no les sucede nada porque son “buenos”. Jesús niega radicalmente este planteamiento. No tiene sentido dividir el mundo en “buenos y  malos”. Todos somos pecadores, pues no respondemos a los dones de Dios y todos debemos convertirnos.

Hoy día somos alérgicos al tema del pecado. Hay quienes incluso le niegan la existencia, llamándolo error, pero esto en realidad sirve de poco; es como llamar error del organismo a una enfermedad y no hacer caso: seguirá su proceso destructor. Ciertamente, hay que “evangelizar” la idea de pecado, librándola de connotaciones psicológicamente negativas. El pecado en el contexto del Evangelio es incluso una “buena noticia”. Lo es porque se trata de un mal interno en nuestra vida de hijos de Dios y es necesario conocerlo para poderlo erradicar. Lo es porque Dios Padre nos ama y quiere nuestra vida; por ello nos ilumina para ver lo que nos destruye y nos ofrece los medios para superarlo. La primera lectura presenta la revelación de Dios a Moisés como el Dios que no quiere la opresión, la esclavitud ni el mal, el Dios cuyo nombre es “plenitud del ser” y quiere la vida plena de sus hijos. En este contexto nos invita a erradicar de nuestra vida con su ayuda lo que nos esclaviza y destruye.

Porque es el Dios de la vida, el Dios amor, nos quiere hacer hijos suyos. Por la fe y el bautismo lo hemos aceptado y, desde entonces, nos une a él un cordón umbilical permanente, por el que recibimos constantemente la vida-amor de hijos de Dios. Pecado mortal es romper el cordón umbilical, una acción que nos produce la muerte como hijos; pecado venial es acumular “colesterol” en el cordón umbilical, reduciendo el caudal de amor que se recibe, con detrimento de la vida del hijo de Dios que languidece poco a poco en lugar de crecer y madurar en el amor,  que es lo importante, pues al final seremos examinados de amor.

Una de las palabras con que la Biblia designa el pecado es deuda. Si Dios nos ama y nos da sus dones, tenemos que corresponder para que los dones den su fruto (2ª lectura). Dios nos ama con totalidad y nos pide que correspondamos con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y que amemos al prójimo como a uno mismo, es decir, con totalidad, que es como nos amamos. Desgraciadamente no lo realizamos, por lo que todos somos deudores. Lo que falta para llegar al todo es nuestra deuda. El pecado no solo es un mal para uno, es también un mal para los demás. Reducir la deuda es tarea de toda la vida y exige conocerla de forma concreta para irla reduciendo con la ayuda de Dios. De aquí la necesidad de conocernos.

         La Eucaristía es revelación del Dios que quiere la vida y que nos liberemos de esclavitudes. En ella le ofrecemos nuestra debilidad y pedimos ayuda para superar nuestras deudas.


Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona

sábado, 20 de febrero de 2016

¿Por qué no llega?



Llevamos centenares de años repartiendo la Palabra de Dios y no llega…

Algo sucede en el lenguaje, en las gentes que oyen pero no escuchan, en las aptitudes cotidianas ante el prójimo, ante la Palabra en definitiva.

Un sacerdote me decía el miércoles de Ceniza: Tanto hablar y tanto repetir los Evangelios y ¡No llega, no llega…!!! Gentes piadosas y más piadosas, sin entender la piedad; rezos y más rezos sin entender lo que dicen…  Y además ¿Por qué tanto bombo con la Misericordia? Como si lo fuéramos a descubrir ahora… Dios lo ha sido siempre ¡ES LA BASE!

Realmente estaba enfadado o preocupado y esto me hizo pensar… Es cierto, no llega así hayamos ido a misa toda nuestra vida. ¿Qué ha pasado desde que Jesús se fue de la tierra?

Es triste ver cómo un ser humano Consagrado a este fin, se siente mal ante esta fatal realidad; le preocupan las almas, ¿hará recuento al final de su Ministerio, de las que ha sido capaz de llevar al cielo?  

¿Tal vez demasiado misticismo en un mundo tan profano?, ¿tal vez el lenguaje de los Profetas, Pablo, Evangelistas y sacerdotes, hay que “traducirlo” a palabras más contundentes y coloquiales? Sí, algo terrible pasa que no se pegan como el “Super-Glue”.  

Si Dios nació hombre pará sentir a nuestro nivel (Nacimiento de Jesús); si sus directrices llenas de Sabiduría fueron para nuestra felicidad espiritual y por tanto terrenal (Evangelio); si su dolor y angustia, que es nuestro caminar, fue para que aceptemos la vida con sus penas (Calvario); si su Vivir de nuevo junto al Padre es para decirnos que el cielo se nos abrió (Resurrección)…
 
¿A qué viene que no llegue su mensaje? Yo sabía que éramos duros de mollera, ¿pero tanto?... Y más.

Debemos empezar por actuar, hablar de Él, defenderle y sobre todo rezar para que esto suceda. ¿A alguien se le ocurre algo mejor? Pues que lo diga.

Emma Díez Lobo


viernes, 19 de febrero de 2016

II Domingo de Cuaresma



Resucitaremos con Jesús

El domingo segundo de Cuaresma se centra en el conocimiento de la meta que nos espera, la transformación de nuestro cuerpo, cuya causa es la resurrección de Jesús. Esto exige asumir el camino de Jesús (2ª lectura y Evangelio).

La escena de la transfiguración tiene sentido como final de una serie de acontecimientos. Pedro acaba de reconocer a Jesús como el mesías. Jesús le manda no decirlo a nadie, no porque no esté de acuerdo con el título sino por la manera cómo lo entiende Pedro, como un mesías político-religioso. Y a partir de ese momento comienza a explicar  cómo es su mesianismo, de muerte y resurrección, e invita a sus discípulos a renovar su seguimiento sabiendo a quién siguen, a uno que va a morir y resucitar. Esto implica negarse a sí mismo, tomar la cruz cada día, y vivir “haciendo el tonto” según las categorías de este mundo. Si uno se avergüenza de esta doctrina y forma de vivir, Jesús se avergonzará de él en el tribunal de Dios Padre en el juicio final. Y para que estén seguros de esto último, algunos de los presentes tendrán experiencia de esto antes de morir. Efectivamente, tres de ellos, Pedro, Santiago y Juan, tienen la experiencia de Jesús resucitado, que se fue transformando conforme oraba. ¡La cara es reflejo del alma! Si el rostro de Moisés se transformó después de hablar con Dios, ¡cuánto más el de Jesús! Está acompañado de los representantes del AT, Moisés, tipo de la Ley, y Elías, tipo de los profetas, que confirman su enseñanza. Y especialmente la confirma el Padre, que invita a escuchar este mensaje de Jesús: Este es mi Hijo, el amado, escuchadle.  Realmente la muerte, asumida en el servicio de Dios, es el camino de la resurrección.

Una meta clara y valiosa es fundamental para el dinamismo humano, que siempre se mueve correcta o equivocadamente buscando la felicidad y la perfección. Nos movemos en busca de valores que nos realizan. Jesús nos muestra que su camino de servicio y entrega total, haciendo la voluntad del Padre, es el camino verdadero que realiza plenamente al hombre. Su resurrección es la divinización y plenitud de la naturaleza humana. ¡Qué bien se está aquí! Fue la reacción de Pedro contemplando la gloria de Jesús. No hay palabras para describirlo porque transciende todas las experiencias humanas.

La segunda lectura nos recuerda que nuestra meta es compartir la resurrección de Jesús, que transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso como el suyo. Vale la pena profundizar en un mejor conocimiento del Dios de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha destinado a esta meta, compartir la gloria de su Hijo, siendo hijos suyos: A los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él  el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29);  Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo (Ef 1,3-5). Es uno de los objetivos de Cuaresma, un mejor conocimiento del don de Dios.

Esta meta tiene que determinar nuestro comportamiento como discípulos seguidores del camino de Jesús, el único que realiza plenamente a la persona. La Cuaresma no es una invitación al masoquismo, sufrir por sufrir, sino a la conversión y a rectificar el camino, a pesar de los sufrimientos que impliquen. De aquí la necesidad de conocernos mejor, viendo hacia dónde caminamos, no sea que estemos perdiendo el tiempo. Es el segundo objetivo de Cuaresma.

En la Eucaristía tenemos una experiencia de Cristo resucitado en la oscuridad de la fe, que con la ayuda del Espíritu Santo, tiene que animar el deseo de llegar a la meta. Es una experiencia para alimentar nuestro caminar cada día en pos de Jesús, llevando nuestra cruz.


Rvdo. Don Antonio Rodríguez Carmona

jueves, 18 de febrero de 2016

Oración, ayuno y misericordia son inseparables



La oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe

Tres son, hermanos, los resortes que hacen que la fe se mantenga firme, la devoción sea constante, y la virtud permanente. Estos tres resortes son: la oración, el ayuno y la misericordia. Porque la oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe. Oración, misericordia y ayuno constituyen una sola y única cosa, y se vitalizan recíprocamente.

El ayuno, en efecto, es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlos, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica.

Que el que ayuna entienda bien lo que es el ayuno; que preste atención al hambriento quien quiere que Dios preste atención a su hambre; que se compadezca quien espera misericordia; que tenga piedad quien la busca; que responda quien desea que Dios le responda a él. Es un indigno suplicante quien pide para si lo que niega a otro.

Díctate a ti mismo la norma de la misericordia, de acuerdo con la manera, la cantidad y la rapidez con que quieres que tengan misericordia contigo. Compadécete tan pronto como quisieras que los otros se compadezcan de ti.

En consecuencia, la oración, la misericordia y el ayuno deben ser como un único intercesor en favor nuestro ante Dios, una única llamada, una única y triple petición.

Recobremos con ayunos lo que perdimos por el desprecio; inmolemos nuestras almas con ayunos, porque no hay nada mejor que podamos ofrecer a Dios, de acuerdo con lo que el profeta dice: Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. Hombre, ofrece a Dios tu alma, y ofrece la oblación del ayuno, para que sea una hostia pura, un sacrificio santo, una víctima viviente, provechosa para ti y acepta a Dios. Quien no dé esto a Dios no tendrá excusa, porque no hay nadie que no se posea a sí mismo para darse.

Más, para que estas ofrendas sean aceptadas, tiene que venir después la misericordia; el ayuno no germina si la misericordia no lo riega, el ayuno se torna infructuoso si la misericordia no lo fecundiza: lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es la misericordia para el ayuno. Por más que perfeccione su corazón, purifique su carne, desarraigue los vicios y siembre las virtudes, como no produzca caudales de misericordia, el que ayuna no cosechará fruto alguno.

Tú que ayunas, piensa que tu campo queda en ayunas si ayuna tu misericordia; lo que siembras en misericordia, eso mismo rebosará en tu granero. Para que no pierdas a fuerza de guardar, recoge a fuerza de repartir; al dar al pobre, te haces limosna a ti mismo: porque lo que dejes de dar a otro no lo tendrás tampoco para ti.

De los sermones de San Pedro Crisólogo,

Obispo y Padre de la Iglesia

miércoles, 17 de febrero de 2016

Queremos vivir con Jesús


                                                           
 ¿Cómo hacer? No es tan fácil, aunque todos lo deseemos. Hablo de sentirle cada día a nuestro lado y no vale pedírselo a Él, porque Él ya nos lo confirmó: “Estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”, y no somos capaces de advertirle.

Cuántas veces hemos querido escuchar su voz como algunos Profetas y Santos, pero… Somos de “andar por casa” (normalitos) y está claro que eso no nos va a suceder. Hay que buscar otra manera ¡Pensemos!, se lo pedimos aaaaaaa:

¿Al Ángel Custodio?, me parece que no es su labor; nos protege por orden de Dios,  pero hablarnos… Pues, como que no nos va a decir ni media.

¿A los Santos de Dios? Tampoco, están muy ocupados con las peticiones de sus fieles y no digamos con las almas del purgatorio.  

¿A la Virgen? Pobre María, harta de decir que oremos con el corazón y ¡ni flores! siempre nos echa la bronca por lo mismo.  

A este paso, no encuentro a nadie que nos ayude… Pero no hay que desanimarse ¡Pensemos!

… Mira por dónde que desde que empecé a escribir, se agolpan en mi mente gentes y escenas comunes, almas que pasan por mi lado… Me digo, Éste es Dios “infiltrado” en mis hermanos: “Tuve necesidades y me ayudasteis” (Mt 25, 34-36). 

Pero qué tremendamente difícil es cuando un alma semejante a la de Dios, nos mira como enemigo. No, no es que lo sea, es que se ha dejado engañar por el mal y le ha atrapado… Recemos y escribamos para que vuelva.

Asunto resuelto.

  Emma Díez Lobo



martes, 16 de febrero de 2016

Sentid los 40 días



                                                                                     
 A ver como explico yo esto de la Cuaresma, para ser vivida desde el principio y no desde el Domingo de Ramos, que es cuando se termina ¡Nosotros al revés, como siempre!

Ya sé que la vida diaria nos tapa esta realidad, pero hagamos el esfuerzo para “nacer de nuevo” y entender.

El desierto eres tú, a veces sin esperanza, sin ánimo, tal vez te sientas solo, con problemas que nunca se arreglan y lo peor, las tentaciones ¡Pufff, aunque sea para criticar!!!  

Pues bien, en estas circunstancias tan normalitas de nuestra vida, recordemos ¡Qué ya sé que se olvida, jope!, a Jesús en el desierto. Imaginadle caminando en soledad y piensa que te piensa…   

El sonido de las dunas, el sol, el frío nocturno, el llanto, el hambre, los cardos…

 Y más solo que la una, como tú y yo a veces. Hasta que aparece el bicharraco más gordo que hay sobre la tierra. Camuflado y al acecho, a nosotros nos pilla siempre, a Jesús se le puso al lado.

Era, es el momento ideal… La flojera, la soledad, el tormento, las dudas. ¡Estaba el pobre hecho una pena!, como a veces nosotros, aunque rodeados de muebles, calles y comida. 
    
Pues para eso, los 40 días, para que te llenes de su fuerza como Él la tuvo y, no decaer ante la tentación (mentir por ejemplo).

¡Chicos, son 40 días! Un poco más que las vacaciones de verano ¡Qué no es tanto! Y vivamos la genialidad de sentirnos tan fuertes como Él -la prueba del “cambio”-. 

Ya sabéis, desierto de Jesús en la cabeza, sufrir en silencio (sólo con Dios), aguantarnos de chorradas inútiles (Jesús no tenía nada) y a las tentadas, SABIDURÍA, que creemos que nuestros actos no van a ningún lado y mira si van… ¡Van a tu cesto, ese que tienes que enseñar! Así quéeeee…

A Comulgar a lo loco, a ser caritativo, a ayunar de vicios y a redimirnos ¿OK? 

Intentémoslo y si podemos ser su ejemplo, llegaremos listos a su Calvario, que por cierto, es el nuestro pero a lo bestia, y sepamos qué quiso Jesús de nosotros en ese Mes y 10 días.              


Emma Díez Lobo

lunes, 15 de febrero de 2016

Dios renovará a su pueblo (Ez 36,24-28)




Dice el Señor por boca del profeta Ezequiel:

“…Os recogeré entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra…”

Yahvé se ha escogido un pueblo, el pueblo de Israel, del que nosotros somos sus herederos; y, en esa herencia, siempre presente en Él por sus atributos de Eternidad y Presente continuo y permanente, nos elige también a nosotros; no ciertamente por nuestros méritos o por nuestra valía; simplemente por su infinito Amor. Nos reúne de entre todos los pueblos, sin distinción de raza, color de piel, sexo, edad, formación…estas características nos definen a los humanos, incluso, a veces, nos separan, “nos clasifican”, pero no son válidas para Dios.

Nos lo recordará muchos siglos después Pablo: “…Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús…” (Gal 3,28)

Y nos llevará a nuestra tierra. ¿Cuál es nuestra tierra? Es la tierra prometida, el Cielo, la visión Beatífica de Dios. Esa es nuestra tierra. Es nuestra particular Tienda del Encuentro

La Tienda del Encuentro es el lugar donde Moisés se encontraba con Dios-Yahvé, donde Moisés hablaba cara a cara con Él, como un amigo habla con su amigo. (Ex 33,11)

Y esto sucede inmediatamente después de la idolatría del pueblo de Israel adorando al becerro de oro. Yahvé quiere castigar a su pueblo-pueblo de dura cerviz, nos dirá-, pero por la intercesión de Moisés, le envía a la Tierra Prometida, tierra que mana leche y miel, ciudad de Jericó.

Hay una oración bellísima de Moisés a Yahvé pidiéndole compañía para llegar a la tierra prometida; Yahvé le contesta: “Yo mismo iré contigo y te daré descanso” (Ex 33.14)

Y Moisés contesta: “Así, tu pueblo y yo nos distinguiremos de todos los pueblos sobre la tierra”

A lo que Yahvé replica: “Haré también esto que me pides, pues has obtenido mi favor y yo te conozco por tu nombre”( Ex 33,17)

Hermosísimas palabras de Dios-Yahvé: “te conozco por tu nombre”; en el mismo sentido nos dirá Jesucristo en (Jn 10,28): “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”

Los cristianos, los que buscamos a Dios, los que queremos ser discípulos de Jesucristo, escuchamos la Voz de Dios, y Él nos llama por nuestro nombre.

…Y, continuando con Ezequiel, dice: “Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará, de todas vuestras inmundicias os he de purificar, y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne…”

Profecía de Ezequiel, anunciando a Jesucristo: Él es el Agua viva, como le dice a la Samaritana en ese bellísimo diálogo que recoge Juan en el capítulo 4 de su Evangelio. Le dice Jesús: “…Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ¡Dame de beber!, tú le habrías pedido a Él, y Él te habría dado Agua Viva…”

Y más adelante continúa: “…el que beba del agua que Yo le de se convertirá en él en fuente de agua que brota para la Vida Eterna…”(Jn4,14)

Jesucristo es esta agua Viva derramada sobre nosotros para purificar todas nuestras idolatrías, lavar nuestros pecados. Él cambia nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, con las palabras ARRANCARÉ. Si recordamos, en las palabras de la Consagración, decimos: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo…”. Palabras que dice Juan el Bautista cuando ve pasar a Jesus antes de bautizarlo (Jn 1,29), y cuya traducción más exacta es que ARRANCA EL PECADO DEL MUNDO, esto es: arranca de raíz el pecado. De esta forma, arrancará el Señor Jesús nuestros pecados, como dice la Escritura en boca de Ezequiel, cambiando nuestro corazón de piedra en uno de carne.

“… Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios…”. Esta tierra será para nosotros nuestra Tienda del Encuentro con Jesucristo, profetizado por Ezequiel, anunciado por Moisés en la Teofanía-manifestación- en el desierto, promesa de Jesús: “…Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos Morada en él…”(Jn 14, 23)

Alabado sea Jesucristo


Tomas Cremades Moreno

domingo, 14 de febrero de 2016

¿Marionetas?

                                                                                                   



Manos bajo trapos coloreados con caras de cartón y armas de verdad… Armas de violencia y escenas de odio. ¿Les llaman marionetas?

No lo son. Es la mentira, lo nauseabundo, el sadismo y la risa del diablo que asoman en un guiñol callejero.

-¡Venid inocentes y adultos infectados, lo pasaréis bien!… ¡Adecuémosles en la maldad!

Son los tiempos que acechan, los anticristos enmascarados bajo cuerpos humanos. No es pesimismo ni soy fatalista ¡no, ni mucho menos! Es real, nos lo advirtieron hace 2000 años.

Parece que el mundo se va definiendo: A la izquierda y a la derecha de Dios.

No sucumbamos, no salgamos de “nuestras moradas” de fe, pero denunciemos y participemos en la lucha. Jesús era muy crítico y se enfadaba con frecuencia, pues imitémosle sin ofender, como Él lo hacía, diciendo la verdad.

-¿Lobos con piel de cordero? Exacto al cuento de Perrault, El lobo y los 7 cabritos: Al final el lobo se comió a 6, librándose “el más pequeño”, que junto a su “Madre”, pudieron salvar, del vientre del lobo, a todos los demás.-

No estamos dispuestos a ser carnaza de sus engaños, colores y canciones.

 ¡Arriba nuestra demanda, crítica y repulsa! No demos la espalda ni nos acurruquemos en nuestro sofá dejando pasar su guadaña.  
  
Amigos, nos esperan tremendos tiempos, muy difíciles de entender. Nos da pavor pensarlo y, tememos por nuestros niños… Pero no os preocupéis demasiado si confiamos en nuestra fe, no estamos solos en esta lucha.  
    
Sabiduría para reconocer a las “marionetas del diablo” cuando éste, por boca de titiriteros y gente sin Dios, nos dicen: “Es libertad de expresión; es el progreso”… Y Ellos, se lo creyeron. 
  

Emma Díez Lobo   

sábado, 13 de febrero de 2016

I Domingo de Cuaresma




Sentido de la Cuaresma: Conocer el don de Dios, conocernos a nosotros

Las lecturas del primer domingo de Cuaresma ofrecen las ideas básicas para introducir la Cuaresma, pues invitan a conocer y agradecer el don de Dios (1ª y 2ª lectura) y a conocernos a nosotros mediante un serio discernimiento (Evangelio). La Cuaresma no tiene razón de ser en sí misma, sino en función de la fiesta de Pascua, a la que prepara y por ello invita a esta doble tarea: conocer el don de la fe que profesamos y nuestra vivencia de la misma, que vamos a renovar en Pascua.

Se trata de un conocer vital y sapiencial, un conocer mejor para mejor vivirlo con gozo, centrados en la muerte y resurrección de Jesús.

Desgraciadamente son muchos los cristianos que solo tienen una vaga idea de la misma y, como consecuencia, tienen una fe débil, que flaquea ante las dificultades internas, como las dudas y crisis de fe, y ante las dificultades externas, cuando la fe es atacada y burlada y no se sabe dar razón de la misma ni defenderla. Por otra parte, se trata de una exigencia de agradecimiento a Dios, que ha querido darnos a conocer su plan salvador, y de una exigencia humana, pues si Dios nos ha dado inteligencia es para que sepamos lo que hacemos. Finalmente es un conocimiento que justifica la moral cristiana, que no es otra cosa que la vivencia práctica de los dones recibidos. Los preceptos divinos no son caprichos de Dios sino exigencias internas de sus dones. Si hemos recibido el don de ser hijos de Dios, tenemos que vivir como tales y la moral cristiana especifica cuáles son sus exigencias. En la primera lectura un israelita recita una profesión de fe histórica para explicar y justificar el don de las primicias que realiza en el templo de Jerusalén.

 Un compromiso práctico de esta Cuaresma puede ser la decisión de leer sistemáticamente el Catecismo de la Iglesia Católica o algunos de sus resúmenes (la Síntesis o el Yucat) o asistir a los diversos tipos de actos que se organizarán de cara a la formación.

Por otro lado está el conocernos. El Evangelio recuerda que Jesús comenzó su ministerio, yendo al desierto para ser tentado, y lo presenta como algo importante, impulsado por el Espíritu Santo. La Cuaresma invita a cada cristiano a retirarse al desierto, buscando espacios de silencio para dedicarse a la oración, contemplando los dones recibidos y analizando las respuestas que estamos dando, mediante un examen de general de conciencia para ver si andamos por el camino que corresponde al don recibido o estamos perdiendo el tiempo. Es un momento privilegiado para plantearse la pregunta fundamental: ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué busco? ¿A dónde voy? Esto exige oración humilde para que Dios nos ayude a conocernos y la lectura de la palabra de Dios para que ilumine nuestra conciencia. No basta una moral natural, hemos de andar de acuerdo con los ojos de Dios, que quiere nuestra vida. Es una tarea que debe culminar primero en el sacramento de la penitencia y después en la celebración gozosa y consciente de la Pascua del Señor.

La celebración de la Eucaristía es una ocasión privilegiada para dar gracias al Padre por todo lo recibido: por el bautismo, por toda la vida como hijos de Dios, y, por otra parte,  para petición de perdón por los pecados cometidos y para pedir ayuda para superarlos. En ella nos unimos a Cristo, el que supo discernir en cada momento cuál era la voluntad del Padre sobre él.      

Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona


viernes, 12 de febrero de 2016

¿Tanto en mi mente? No es posible

                                                 
 Fumando un cigarrillo, pensaba ¿Cómo me puedo acordar de tantas Palabras de tantos Salmos; de Profetas que decían; de las páginas escritas por Pablo; de pasajes de Cristo; de estampas con sus oraciones para cada caso; de millones de Palabras en el Antiguo y Nuevo Testamento…? Era demasiado para mí.

Doblo esquinas de hojas importantes, subrayo, escribo y apunto, pero al final me acuerdo de poco, reviso casi nada y… Siempre me parece nuevo. Me da una rabia tremenda. 
  
Alguien me dijo que no me agobiara, pero lo hago. Un sentimiento de culpa me inunda y me refugio en el Padrenuestro, en el Ave María y Gloria. Pero no es así, es demasiado cómodo. 
  
Orar es fácil, orar mucho es difícil y orar bien, ni os cuento. Aquí estaba la solución. Nosotros que somos “masa”, gente de calle, trabajo y familia, que no Consagrados ni esposas de Cristo, que no nos pasamos el día con los Laudes, los rezos eternos, las nonas, las matutinas, las vespertinas, las nocturninas… ¡Jopé, son interminables!, deberíamos tener alguna ventajilla por algún lado, porque Dios sabe que nosotros hacemos “el  mundo”.

Y sí, la tenemos: Orando con el corazón y Comulgando, tantos escritos, mensajes, cartas y libros sobre Dios, se convierten en una sola palabra de tres letras: AMA y si lo haces, todos tus actos, serán diferentes.

Es el honor sencillo que Dios da a las masas que Le siguen y que nos volvemos locos sin saber por dónde empezar.

Ese “AMA”, sí cabe en mi mente y sigo haciendo mundo y vida (sin vespertinas ni matutinas, ni… ¡Ufff que lío!).   

    Emma Díez Lobo


  

jueves, 11 de febrero de 2016

La misericordia de Dios para con los penitentes.


"Quienes anunciaron la verdad y fueron ministros de la gracia divina; cuantos desde el comienzo hasta nosotros trataron de explicar en sus respectivos tiempos la voluntad salvífica de Dios hacia nosotros, dicen que nada hay tan querido ni tan estimado de Dios como el que los hombres, con una verdadera penitencia, se conviertan a él.

Y para manifestarlo de una manera más propia de Dios que todas las otras cosas, la Palabra divina de Dios Padre, el primero y único reflejo insigne de la bondad infinita, sin que haya palabras que puedan explicar su humillación y descenso hasta nuestra realidad, se dignó mediante su encarnación convivir con nosotros; y llevó a cabo, padeció y habló todo aquello que parecía conveniente para reconciliarnos con Dios Padre, a nosotros que éramos sus enemigos; de forma que, extraños como éramos a la vida eterna, de nuevo nos viéramos llamados a ella.

Pues no solo sanó nuestras enfermedades con la fuerza de los milagros; sino que, habiendo aceptado las debilidades de nuestras pasiones y el suplicio de la muerte, como si él mismo fuera culpable, siendo así que se hallaba inmune de toda culpa, nos liberó, mediante el pago de nuestra deuda, de muchos y tremendos delitos, y en fin, nos aconsejó con múltiples enseñanzas que nos hiciéramos semejantes a él, imitándole con una calidad humana mejor dispuesta y una caridad más perfecta hacia los demás.

Por ello clamaba: «No vine a llamar a los justos a penitencia, sino a los pecadores». Y también: «No son los sanos los que necesitan del médico, sino los enfermos». Por ello añadió aún que había venido a buscar la oveja que se había perdido, y que precisamente había sido enviado a las ovejas que habían perecido de la casa de Israel. Y, aunque no con tanta claridad, dio a entender lo mismo con la parábola de la dracma perdida: que había venido para recuperar la imagen empañada con la fealdad de los vicios. Y acaba: «En verdad os digo que hay alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta».

Así también, alivió con vino, aceite y vendas al que había caído en manos de ladrones y, desprovisto de toda vestidura, había sido abandonado medio muerto a causa de los malos tratos; después de subirlo sobre su cabalgadura, le dejó en el mesón para que le cuidaran; y después de haber dejado lo que parecía suficiente para su cuidado, prometió dar a su vuelta lo que hubiera quedado pendiente.

Consideró como padre excelente a aquel hombre que esperaba el regreso de su hijo pródigo y le abrazó porque volvía con disposición de penitencia, y le agasajó a su vez con amor paterno y no pensó en reprocharle nada de todo lo que antes había cometido.

Por la misma razón, después de haber encontrado la ovejilla alejada de las cien ovejas divinas, que erraba por montes y collados, no volvió a conducirla al redil con empujones y amenazas, ni de malas maneras; sino que lleno de misericordia la devolvió al redil incólume y sobre sus hombros.

Por ello dijo también: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». Y también: «Cargad con mi yugo»; es decir, llama yugo a los mandamientos o vida de acuerdo con el evangelio, y carga, a la penitencia que puede parecer a veces algo más pesada y molesta: «porque mi yugo es llevadero», dice, «y mi carga es ligera».

Y de nuevo, al enseñarnos la justicia y la bondad divina, manda y dice: «Sed santos, sed perfectos, sed misericordiosos, como lo es vuestro Padre celestial». Y: «Perdonad y se os perdonará». Y: «Todo cuanto queráis que los hombres os hagan, hacédselo de la misma manera vosotros a ellos»."

San Máximo, confesor.


miércoles, 10 de febrero de 2016

Plan de Cuaresma




Cuaresma es esencialmente  preparación para la Pascua. Todo el dinamismo de Cuaresma conduce a la celebración de la Vigilia Pascual en que celebraremos la resurrección de Jesús y el comienzo de nuestra participación en ella por el bautismo, renovando las promesas bautismales. La Cuaresma invita al pueblo de Dios a preparar seriamente esta celebración.

De aquí los dos grandes centros que hay que celebrar y consecuentemente hay que preparar: el don de Dios y nuestra participación en él, y todo ello en contexto de alegría. Por ello la meta perseguida, la Pascua, debe determinar el tipo de predicación homilética  de estos domingos. 

El leccionario de los cinco domingos de Cuaresma ofrece abundantes referencias a ambos centros. Por un lado, conocer mejor el don de Dios, que es el amor misericordioso del Padre, que nos entrega a Jesús, que muere y resucita por nosotros, para crear una nueva alianza y un nuevo pueblo integrado por personas a las que les ofrece la fe, el perdón, un corazón nuevo, y está llamadas a compartir la resurrección de Jesús.  Este año, que celebramos el Año de la Misericordia, nos invita especialmente a este conocimiento. Por otro, conocernos nosotros y nuestra situación ante la oferta misericordiosa de Dios. La liturgia se dirige a personas bautizadas, que deben examinar su situación concreta: cuál es la opción fundamental en su vida, cómo anda su vida de fe, esperanza y caridad, cómo anda su vida eclesial.

Conocer mejor el don recibido y conocernos mejor en función de este don, resume todo el esfuerzo cuaresmal. Y este conocer exige oración, iluminarnos con la Palabra de Dios, conversión del corazón y obras penitenciales.

Finalmente esta celebración tiene que ser a la vez personal y eclesial,  porque en Cuaresma nos preparamos como miembros de la Iglesia, pidiendo por nuestra conversión y la de los demás.

El domingo 1º invita a ambos conocimientos, conocer y profesar la fe (1ª y 2ª lectura) y conocernos a nosotros (Evangelio).

El domingo 2º se centra en el conocimiento de la meta que nos espera, la transformación de nuestro cuerpo, cuya causa es la resurrección de Jesús. Esto exige asumir el camino de Jesús (2ª lectura y Evangelio)

El domingo 3º  recuerda que los dones de Dios exigen colaboración: convertirse viviendo las exigencias de la fe, pero convertirse en cristiano, como “alegría” (1ª lectura y Evangelio).

El domingo 4º  invita a reconciliarnos con Dios y a ser instrumentos de reconciliación, colocándonos en el lugar del padre, del hijo menor y el mayor de la parábola (2ª lectura y Evangelio)

                El domingo 5º tiene carácter de síntesis: recuerda lo nuevo de la salvación traída por Jesús (1ª lectura), que exige renunciar al pecado muriendo con Cristo (2ª lectura) y evitar todo fariseísmo puritano (Evangelio).


Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona