jueves, 30 de junio de 2016

Mártires de Almería



EL PAPA MANDA PROMULGAR EL “DECRETO DE MARTIRIO” DE LOS MÁRTIRES DE ALMERÍA. CARTA A LOS DIOCESANOS
Queridos diocesanos:
La noticia que quiero transmitir a todos es motivo de inmensa alegría para cuantos formamos parte de esta Iglesia particular de Almería y, en verdad, para toda la Iglesia de España que hoy ha conocido el mandato de Su Santidad el Papa Francisco encomendándole, en el transcurso de la audiencia que le ha concedido esta mañana, a Su Eminencia el Señor Cardenal Angelo Amato SDB, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la promulgación del Decreto de Martirio de los Siervos de Dios José Álvarez-Benavides y de la Torre, Deán del Capítulo de la S. A. I. Catedral de Almería, y de 114 Compañeros mártires, muertos por odio a la fe de 1936 a 1938.
De este modo, la Causa de los Mártires de Almería se suma al reconocimiento del martirio del beato Diego Ventaja Milán y de los beatos Hermanos de la Escuelas Cristianas. Todos fueron sacrificados por amor a Cristo, por no renunciar de su fe prefiriendo morir a negar al Señor que los amó y los unió a su cruz para la redención del mundo.
Esperamos con inmenso agradecimiento a Dios nuestro Señor la promulgación del Decreto que culmina el proceso que da paso a la beatificación de los Mártires. La Sala de Prensa del Vaticano daba a conocer esta noticia poco después del mediodía, justamente cuando en la Catedral de la Encarnación, iglesia madre de la diócesis almeriense, tomaba posesión en nuevo Deán de la Catedral, el Ilmo. Sr. D. Francisco Salazar Zamora, que sustituye en el cargo al Ilmo. Sr. D. Juan Torrecillas Cano, quien ha presidido el Capítulo catedralicio los últimos seis años, en dos mandatos estatutarios, y sobrino de uno de los sacerdotes mártires.
El Deán José Benavides está acompañado por 94 clérigos (sacerdotes diocesanos y algunos franciscanos y operarios diocesanos) y 20 seglares, de los cuales dos son mujeres. De todos daremos cuenta apenas se produzca la promulgación del Decreto de Martirio y ya desde ahora empezamos a preparar la gozosa celebración de su beatificación. Hoy, en estas letras de urgencia y alegría invito a todos los diocesanos a bendecir a Dios que dio fortaleza a los mártires para testimoniar su fe en Cristo, la mayoría entregando la vida en plena juventud o en los años de plenitud humana y sacerdotal, como apóstoles y amigos fuertes del Señor, que nunca le negaron.
La sangre de los mártires reconcilia y redime, nunca divide ni ofende, porque es sangre de paz reconciliadora. Su muerte no fue buscada ni pretendida, sino padecida por amor a Dios y los hombres.
                                                Adolfo González Montes
                                                      Obispo de Almería


Francisco ordena beatificar otros 115 mártires españoles, asesinados en Almería entre 1936 y 1938
Se ha publicitado el decreto papal que reconoce el martirio y permite beatificar a José Álvarez-Benavides y de la Torre y de otros 114 compañeros asesinados por «odio a la fe» entre 1936 y 1938, una causa promovida por la diócesis de Almería, donde fueron asesinados, aunque mucho de ellos eran clérigos traídos prisioneros desde otras zonas de Andalucía.


Un importante historiador y archivista


Da nombre a este grupo de mártires un sacerdote teólogo, latinista, archivista e historiador, José Álvarez-Benavides, que era decano del capítulo de la catedral de Almería. El 13 de septiembre de 1936 fue asesinado en el pozo de Cantavieja, en el paraje llamado de la Contraviesa, en el término municipal de Tahal.


De gran cultura histórica, empezó una "Historia de Almería" y un Episcopologio que no pudo acabar. Confeccionó un “Índice alfabético por materias de los fondos del Archivo” (1908) bastante completo que ha ayudado a muchos historiadores posteriores que acuden a este archivo. Donó gran parte de su biblioteca personal y archivo a la Catedral y al Seminario. En el archivo catedralicio se conservan tres legajos, bajo el título de "Papeles de Benavides", con apuntes, sermones, noticias históricas, fotografías..., que aún no se han clasificado convenientemente.


De izquierda a derecha, José Gómez Matarín, Ángel Noguera Gallegos y Eduardo Romero Cortés, tres párrocos asesinados a sangre fría la noche del 30 al 31 de agosto en el Pozo de la Lagarta... con otras 15 víctimas


Matando párrocos junto a un pozo

Entre sus 114 compañeros, podemos señalar tres párrocos que murieron juntos con otros compañeros, a modo ilustrativo.

José Gómez Matarín era párroco de Íllar, de gran piedad mariana y eucarística, y no dejó ninguna posesión material. Se refugió unas semanas en un cortijo en la Sierra de Montenegro, junto con el párroco Ángel Noguera, pero fue detenido en agosto de 1936 y llevado al barco-prisión Astoy Mendi. Sus restos descansan en el Valle de los Caídos. 


Ángel Noguera Gallegos nació en una familia pobre, con un padre enfermo, y le fue difícil perseverar en el seminario de Granada. Párroco de Alboloduy, dedicaba mucho tiempo aconfesar, atendía a los pobres y era muy devoto de la Virgen. Le quemaron la iglesia el 24 de julio de 1936. Los milicianos le dieron 24 horas para abandonar el pueblo, y se escondió con José Gómez Matarín en un cortijo la Sierra de Montenegro, pero finalmente acabaron arrestados. Pasó por la cárcel de los milicianos en el Convento de las Adoratrices y por el barco prisión Astoy Mendi. Su hermana reconoció su cadáver en el Pozo de la Lagarta.


Eduardo Romero Cortés era párroco de Bentarique desde 1911, volcado en la catequesis y los pobres. Apresado el 12 de agosto de 1936, pasó por las mismas cárceles que Noguera y fue asesinado (como los dos anteriores y otros 15) en la noche del 30 al 31 de agosto en el Pozo de la Lagarta tras torturas y vejaciones. Los colocaban al borde del pozo, les disparaban y caían hasta el fondo. Luego les arrojaban piedras y cal viva para evitar que alguno sobreviviera. 

Rozando los 1.700 mártires en los altares


Con estos 115 mártires y otros cuya beatificación ha decretado el Papa Francisco pero que aún no se han beatificado (como los benedictinos de Montserrat de Madrid) serán ya 1.699 mártires de la persecución religiosa española en los altares como santos o beatos, como señala el historiador especializado en mártires del siglo XX Jorge López Teulón. 

[Religión en Libertad]

miércoles, 29 de junio de 2016

Las vacaciones, retomar un contacto profundo con la raíz de nuestro ser



Las vacaciones deberían ser un tiempo para el espíritu junto al conveniente descanso; un tiempo de distensión, un tiempo para la lectura, un tiempo para reponer fuerzas no sólo físicas, sino también – y sobre todo–espirituales. Deseo a todos, especialmente a los que tienen más necesidad, que puedan tomar vacaciones para reponer las energías físicas y espirituales, y renovar un contacto saludable con la naturaleza. El mar, el campo, la montaña en particular, evoca la elevación del espíritu hacia las alturas, hacia ese “grado alto” de nuestra humanidad que, por desgracia, la vida diaria tiende a rebajar.

El descanso tiene en nuestra tradición religiosa un lugar de honor. El descanso semanal del domingo – ampliado al fin de semana–  y el descanso anual de las vacaciones constituyen unos logros muy considerables de nuestra sociedad. Por desgracia, ambas realidades se ven hoy muy erosionadas. Cada día son más las personas que han de trabajar en domingo para atender los servicios públicos: hospitales, hoteles, museos, centros de diversión, etc. Esta realidad se da de una manera especial entre nosotros porque contamos una amplia zona turística. Y el periodo estival ofrece unas posibilidades de trabajo a personas que quizá no disponen de esta oportunidad durante el resto del año. ¡Qué alegría si es así! …aunque hay que decir que el descanso es también un bien escaso, del que lamentablemente muchos no pueden disponer. Razón de más para que, quienes dispongan de vacaciones, la vivan con sentido de responsabilidad, como una oportunidad para crecer como personas y como cristianos.
La palabra reposo quiere decir “posar”, hacer una pausa, y también “depositar”, dejar que se deposite todo aquello que en nuestra actividad, en nuestra vida, frecuentemente se convierte en una polvareda interior que impide ver claramente el sentido de la vida. Dios “el séptimo día descansó”. Evidentemente Él no lo necesitaba, pero nosotros teníamos necesidad de su enseñanza respecto al reposo, que devolvía al esclavo o al siervo su dignidad como persona.
Dice el salmo 46, 11: vacate et videte quia Dominus ego sum (descansad, sabed que soy Dios), lo cual quiere decir  que “tomar una vacación”, dejar todas nuestras actividades es para darnos cuenta de lo más importante que existe en el mundo, o sea, que existe Dios. Y es que la vacación es todo lo contrario a una fuga; no quiere decir alienarse, distraerse, sino que por sí quiere decir concentrarse en algo, abstenerse de las demás actividades para centrarse en lo fundamental, en aquél famoso “una sola cosa es necesaria” que dijo Jesús en el evangelio.  Tal vez el sentido más bello de las vacaciones sería precisamente retomar un contacto íntimo, profundo, con la raíz de nuestro ser, que es Dios.

Me parece significativo que la palabra con la que se indica todo este tiempo en el curso del año en lengua inglesa seaholydays, que quiere decir “días santos”, días que hay que dedicarse a la santidad. Esta palabra nos permite ver cómo en el origen de esta actividad del hombre que es la vacación, la feria, el reposo, etc., hay algo profundamente distinto del sentimiento actual que entiende la vacación como tiempo para distraerse, aturdirse, hacer cosas raras. No es que las vacaciones no deban servir también para divertirse, para distraerse, pero sobre todo son un don hecho al hombre para descubrir algo; no es un tiempo para perder, para quemar, sino un tiempo para valorar al máximo.

Las vacaciones nos ofrecen la oportunidad de crecer, de formarnos, de reconstruirnos dentro, de recuperar la serenidad y la paz que nos roban las prisas acuciantes de la vida ordinaria. Las vacaciones no pueden ser una pura evasión ni una dimisión de los sanos criterios morales o una huída de uno mismo o del servicio a nuestros hermanos. Cada año son más, gracias a Dios, los jóvenes, y también algunos adultos, que aprovechan las vacaciones para hacer una experiencia de servicio a los más pobres en el Tercer Mundo o incluso una experiencia misionera. Muchos jóvenes participarán también como monitores en colonias con niños de nuestra diócesis, modos todos ellos magníficos de vivir unas vacaciones provechosas y enriquecedoras en el apostolado o en el servicio fraterno. Un grupo muy numeroso asistirá en Cracovia a la Jornada Mundial de la Juventud con el Papa; también yo iré con ellos. Será una experiencia inolvidable y transformadora.

Las vacaciones tampoco pueden ser un abandono de nuestras obligaciones religiosas, la huida de nuestras relaciones con Dios, de Aquél en el que encontramos el verdadero y auténtico descanso. En nuestra relación con Dios no puede haber vacaciones. Todo lo contrario. Al disponer de más tiempo libre, hemos de buscar espacios para la interioridad, el silencio, la reflexión, la oración y el trato sereno, largo y relajado con el Señor. Hay que alabar a aquellos cristianos que aprovechan las vacaciones para hacer Ejercicios Espirituales, o al menos unos días de retiro en la hospedería de un monasterio, o que peregrinan a un santuario buscando el silencio y el rumor de Dios que sólo habla en el silencio, y al que podemos encontrar también contemplando las maravillas de la naturaleza. El mar, la montaña, los ríos, los animales y las plantas nos hablan de Dios y pregonan las obras de sus manos (Sal 18,1-7).

Aprovechemos el tiempo de descanso para la lectura reposada, que  nos hace descansar en criterios sanos y positivos, ahondar en la cultura o formarnos cristianamente. Las vacaciones son también días para el encuentro y la convivencia, para la charla apacible, para compartir la mesa, gozar de la amistad y robustecer las relaciones familiares, que, a veces, durante el año, resultan escasas o insuficientes como consecuencia del trabajo y de las obligaciones de cada día.

cuantos no tendréis vacaciones, impedidos por la edad, la enfermedad o las dificultades económicas os deseo que encontréis en el Señor vuestro reposo y podáis escuchar de sus labios estas palabras tan reconfortantes: “Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” (Mt 11,28).

A todos os deseo unas felices, fecundas y cristianas vacaciones. El Señor nos acompañará siempre en nuestro camino. Dios quiera que también nosotros lo descubramos en la Eucaristía, en la que muy bien podríamos participar diariamente en estos días de descanso. Que lo descubramos también a nuestro lado en la playa, en la montaña o en nuestros lugares de origen, a los que muchos retornaremos a la búsqueda de nuestras raíces. Que Dios os bendiga, os proteja y os custodie en su amor. Ojalá todos volvamos con más ganas de trabajar y de ser mejores.

+ Rafael Zornoza
Obispo de Cádiz y Ceuta


martes, 28 de junio de 2016

Derrama flores



Hace más de cuarenta y cinco años que guardo, en mi en uno de mis libros un “tesoro”, la postal que una preciosa joven me envió, después de un campamento de verano. Jamás la volví a ver, pero su presencia aún me acompaña en algunos momentos.

En aquellos tiempos había jóvenes y adolescentes muy majos, igual que ahora, los tiempos no han cambiado tanto. Pero aún se escribían cartas y postales a mano. Nunca tiré aquella postal porque algún hilo mágico la ancló a mi interior. La última vez que la encontré revisando mis libros, me di cuenta de que voy camino de conseguir lo que aquella joven me escribió.

“Derrama flores por dondequiera que vayas, porque ya no volverás a pasar por el mismo sitio”, dice aquella añeja postal. Es ciertamente un lema atemporal porque la verdad y la belleza no caducan. Pero es un mensaje que, en nuestra actualidad, recobra urgencia y sentido.

“Derrama flores”. No derrames odio, ni amargura, ni rencor, ni prisas desmesuradas, ni prepotencias, ni malos modos. No derrames gritos, no ejerzas abuso de poder, ni siembres culpabilidad, juicio o condena, que dejen sin aliento al que nunca reclamó tan cruel sinceridad.

No siembres maltrato al mundo, ni a sus habitantes, sea cual sea su raza o condición. Ni abuses de los recursos naturales, ni arrimes el hombro a las causas de muerte. Nunca abuses del pobre, ni le mengües lo poco que le queda. No maltrates de palabra ni de obra.

“Derrama flores” siempre, siempre. Siembra y regala flores a tu paso. Derrama actos de bondad sobre este mundo herido, regala la bondadosa obra de tus manos, colorea con tu mejor hacer, ejerce todas tus capacidades para que nada se pierda.

Di una palabra de aliento al que necesita consuelo, también al que necesita estímulo y comprensión. Y si necesita más de una palabra, regálale un discurso completo. Dale tu tiempo y atención. Y regala tu suave presencia al que no pide, ni necesita, palabras ni discursos. Bríndale tu gesto de cercanía y mírale con los ojos del corazón. Permanece firme con el que tiene que enfrentarse a la prepotencia de la injustica, uno más uno suman mucho más que dos.

El bien tiene mil formas y colores. Hay que ponerlos todos en práctica para que no se diluyan. En este mundo nuestro pronto habrá que reinventar nuevos quehaceres para suplir los que se pierden. Nombrar a la mayor urgencia “cuidadores de palabras” para que no caigan en extinción las más valiosas. He aquí algunas que ya son verdaderas flores exóticas: ternura, compasión, misericordia, esperanza, cordialidad, humildad, bondad, sabiduría, paciencia, sosiego, responsabilidad, respeto, alegría, bien común… ¡Es imprescindible mantenerlas en uso!

“Derrama flores”, siembra lo que eres y lo que tienes para que fructifique y se propague. Y hazlo “por dondequiera que vayas”. No solo en tu casa y con los tuyos, no solo con los que son de tu cuerda y están a tu favor.

Llena los caminos de tu vida de colores que perduren. En la cola del autobús, en el supermercado o en la puerta del colegio. Con los que te dan información o te la piden, con los que necesitan de tu buen hacer profesional. En el trabajo en el que desgranas tantas horas, en la Residencia de la mamá anciana, con ella y con sus compañeros de rosario o dominó. Pon tu mejor ser y hacer en todo lo que tocas para que tus pasos no pisen ni hieran al caminante, sino que planchen caminos.

Hay bien pocos momentos extraordinarios en una vida. Algunos nacimientos, algunas muertes, el inicio o la culminación de un proyecto profesional, alguna enfermedad superada… Apenas unos días en la vida de una persona que se enfrentará normalmente a miles de horas de rutina. Por eso es imprescindible entender a fondo el extraordinario milagro que es la cotidianidad. Vivir “vivo” es un milagro y lo es en cada momento de nuestra vida. Es necesario educar el corazón y los sentidos para no convertir lo cotidiano en anodino.

“Porque no volverás a pasar por el mismo sitio”, como la corriente del huidizo río. ¡Lo sabemos! Cada momento es único e irrepetible. Cada instante vivido con una persona es señero y original. Mañana tendremos otros, también nuevos, nunca iguales. Hay que velar para que los instantes no se vayan vacíos. No podemos permitirnos bostezar a la vida, ni vegetar con encefalograma plano, por muchas guindillas con que queramos engañar al cuerpo.

La vida nos da cada día una nueva oportunidad de pasar el examen, e incluso nos permite utilizar “chuletas” para superarlo. Pero pasamos demasiado tiempo adormilados, distraídos, auto agredidos, perdidos, casi muertos, como artificiales autómatas. Es importantísimo aprender pronto a vivir de verdad porque nuestro tiempo es muy corto. Los humanos vivimos cargados con el “virus del reloj” que nos va matando imperceptiblemente. ¡Cómo nos duele -cuando nos damos cuenta- lo que dejamos a medio hacer, lo que no sembramos o no recogimos!

Hay momentos que jamás deberían pasarse de puntillas. El irrepetible tiempo del noviazgo, la educación de los hijos, el descubrimiento y progreso interior, la ancianidad de los padres con fecha cierta de caducidad, las enfermedades y los momentos de hospital.

No se pueden dejar al viento el don de los amigos, las relaciones que te reavivan o confortan, las sorpresas inesperadas del recodo del camino… Todo eso conforma el álbum de fotos de nuestro corazón.

Por eso hay que vivirlos bien conscientes, asentados en nuestra roca interior, exprimiendo las enseñanzas que enriquecen nuestra experiencia. No podemos pasar como un tren, arrastrados y sin dejar huellas exteriores ni interiores. Hay que aprender a caminar la vida y beberla como el mejor de los vinos.

“Derrama flores por dondequiera que vayas, porque ya no volverás a pasar por el mismo sitio”, dice la postal que me regaló aquella joven. Es curioso cómo, poco a poco, esa frase se ha ido convirtiendo en uno de los ejes de mi vida. Sin saberlo, aquella mujer casi niña me sigue regalando flores porque su mensaje -bien regado- creció en mi corazón. ¡Ojalá que ella, tú y yo, sigamos sembrando nuestro entorno de colores!

Juan Jáuregui


lunes, 27 de junio de 2016

El resto de Israel pastará y se tenderá sin sobresaltos


Yo soy el buen Pastor. Es evidente que el oficio de pastor compete a Cristo, pues, de la misma manera que el rebaño es guiado y alimentado por el pastor, así Cristo alimenta a los fieles espiritualmente y también con su cuerpo y su sangre. -dice el Apóstol-, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.

Pero ya que Cristo, por una parte, afirma que el pastor entra por la puerta y, en otro lugar, dice que él es la puerta, y aquí añade que él es el pastor, debe concluirse, de todo ello, que Cristo entra por sí mismo. Y es cierto que Cristo entra por sí mismo, pues él se manifiesta a sí mismo, y por sí mismo conoce al Padre. Nosotros, en cambio, entramos por él, pues es por él que alcanzamos la felicidad.

Pero, fíjate bien: nadie que no sea él es puerta, porque, nadie sino él es luz verdadera, a no ser por participación:

No era él -es decir, Juan Bautista- la luz, sino testigo de la luz. De Cristo, en cambio, se dice: Era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Por ello, de nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para sí; el oficio, en cambio, de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros: por ello, Pedro fue pastor, y pastores fueron también los otros apóstoles, y son pastores todos los buenos obispos. Os daré -dice la Escritura-pastores a mi gusto. Pero, aunque los prelados de la Iglesia, que también son hijos, sean todos llamados pastores, sin embargo, el Señor dice en singular: Yo soy el buen Pastor; con ello quiere estimularlos a la caridad, insinuándoles que nadie puede ser buen pastor, si no llega a ser una sola cosa con Cristo por la caridad y se convierte en miembro del verdadero pastor.

El deber del buen pastor es la caridad; por eso dice: El buen pastor da la vida por las ovejas. Conviene, pues, distinguir entre el buen pastor y el mal pastor: el buen pastor es aquel que busca el bien de sus ovejas, en cambio, el mal pastor es el que persigue su propio bien.

A los pastores que apacientan rebaños de ovejas no se les exige exponer su propia vida a la muerte por el bien de su rebaño, pero, en cambio, el pastor espiritual sí que debe renunciar a su vida corporal ante el peligro de sus ovejas, porque la salvación espiritual del rebaño es de más precio que la vida corporal del pastor. Es esto precisamente lo que afirma el Señor: El buen pastor da la vida -la vida del cuerpo- por las ovejas, es decir, por las que son suyas por razón de su autoridad y de su amor. Ambas cosas se requieren: que las ovejas le pertenezcan y que las ame, pues lo primero sin lo segundo no sería suficiente.

De este proceder Cristo nos dio ejemplo: Si Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.

[Del comentario de santo Tomás de Aquino, presbítero, sobre el evangelio de san Juan - (Cap. 10, lect. 3)]




sábado, 25 de junio de 2016

XIII Domingo Tiempo Ordinario



seguir a jesús. el camino

        Los evangelios de los domingos 13 al 31 del tiempo ordinario están tomados de la segunda parte de Lucas, el camino a Jerusalén. Es una parte eminentemente exhortativa, en la que Lucas presenta las características de la moral cristiana en torno a la idea de caminar con Jesús a Jerusalén para compartir su muerte y exaltación. Con esto la liturgia nos invita en todos estos domingos a profundizar en la moral cristiana. 

        El Evangelio comienza con un resumen (Lc 9,51) que introduce esta parte y ofrece el sentido general. Jesús está en Galilea y decide abandonarla y ponerse en camino hacia Jerusalén: Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, tomó la decisión de ir a Jerusalén. Literalmente el texto dice: «Aconteció que cuando comen­zaron a consumarse los días de su asunción,  Jesús  endureció la cara para encaminar­se hacia Jerusalén».  Jesús sabe que en Jerusalén va a tener lugar su muerte y ascensión al cielo, por ello, en su corazón, cuando comienza a caminar ya comienza la consumación de su obra.

De esta forma muerte y ascensión no son cuestión de momentos finales sino un proceso que ya comienza y se consumará en Jerusalén. Como más tarde dirá san Pablo cuando va camino de Jerusalén y le anuncian prisiones: « Mirad que ahora yo, encadenado en el Espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá;  solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones.» (Hch 20,22-23). Jesús camina a Jerusalén acompañado de sus discípulos a los que va enseñando cómo deben vivir, el camino que deben recorrer. En este contexto Lucas presenta todas las enseñanzas morales del discípulo, ofreciendo así los grandes rasgos de la moral cristiana.

        En esta presentación la moral tiene tres características generales: es cristiana, pascual y escatológica. Es cristiana porque no consiste en “ser bueno” o “portarse bien” de forma genérica, sino en caminar con Jesús, actualizando su vida. Por el bautismo el cristiano está unido vitalmente a Jesús y por eso su vida debe consistir en caminar junto a él, amándolo, sirviéndolo y dialogando con el amigo que nunca abandona, pues hasta en la hora de la muerte estará junto a nosotros y nos resucitará. La moral cristiana tiene carácter de relación personal con Jesús. El estoico observa una serie de normas de cara al orden del mundo, el cristiano de cara a Jesús, con quien camina y se quiere identificar.
        Por otra parte, es un caminar pascual, pues cada acción tiene carácter de muerte y resurrección, muerte a todas las facetas de egoísmo y desamor, resurrección en cuanto que nos hace crecer en Cristo y nos va configurando cada vez más a él. El hombre es un ser histórico que se va configurando por las acciones que realiza, ya que estas  van creando hábitos positivos o negativos. La resurrección final es la culminación de un proceso positivo.

        Finalmente es un caminar escatológico. Esta palabra se refiere al final de la vida y quiere decir que al final daremos cuenta de nuestras acciones y que por ello tenemos que actuar con responsabilidad. En concreto, al final seremos examinados de amor (Mt 25,31-46). Jesús compara la vida del discípulo al sarmiento que debe estar unido a la vid y dar fruto maduro. Ahora bien, el fruto no es cuestión de un momento final sino de todo un proceso de unión a la vid, en que se va colaborando con la savia. Cuando llega el momento de la vendimia, el dueño va a la vid, se queda con los sarmientos que tienen fruto y tira los que no lo tienen (Jn 15,1-6).

        Esta moral implica valorar positivamente el comportamiento cristiano. Desgraciadamente hay cristianos que no valoran la moral. Para ellos vivir como Cristo es un absurdo que no tiene sentido y su ideal es vivir a sus anchas y al final de su vida apelar a la misericordia de Dios. Esta forma de pensar ignora lo que es la alegre noticia de Jesús, que es una aventura de amor, que confiere sentido a la vida. Ciertamente, habrá poda (Jn 15,2) y pruebas, pero es para dar más fruto. Cristo no ha venido a amargarnos la vida. Vivir cristianamente es una alegría.

        En el Evangelio de hoy Lucas presenta dos primeras características del caminar con Jesús: el rechazo y la misión. Los discípulos son rechazados en Samaría porque van con Jesús, que es al que realmente rechazan. Igual que el camino de Jesús comenzó con el rechazo (cf Lc 4,16-30), así también lo será el discípulo. Una segunda característica es  un caminar con Jesús que debe ser realista, sabiendo que se sigue a una persona desinstalada, débil y desvalida. Igualmente el seguimiento debe ser incondicional, pues el Reino de Dios es el valor absoluto que relativiza los demás y exige plena dedicación.

        En cada celebración de la Eucaristía participamos sacramentalmente la muerte y resurrección de Jesús y así alimentamos nuestro camino pascual.

Rdo. don Antonio Rodríguez Carmona


viernes, 24 de junio de 2016

Conciencia y responsabilidad ante las elecciones



Estamos convocados a las urnas el día 26 de Junio. En muchos se ha instalado el desencanto ante el fracaso de la formación del gobierno, la desconfianza en los políticos y cierto escepticismo sobre el futuro. Son actitudes que pueden minar la responsabilidad que tenemos en la construcción de una sociedad mejor, que requiere la participación de todos, no sólo con nuestro voto, sino con el trabajo diario en pro de los valores que defendemos desde nuestra visión sobre el hombre y la sociedad, que todos queremos más justa y solidaria.

Construir una sociedad humana de verdad es un deber y un derecho de todo ciudadano, también de los cristianos que debemos considerar la política como un campo propio de nuestra vocación y misión en el mundo. El papa Francisco acaba de decir en una reunión con jueces y fiscales que «la Iglesia está llamada a comprometerse. O sea, no cabe el adagio de la Ilustración, según el cual la Iglesia no debe meterse en política. La Iglesia debe meterse en la gran política». Y recordó al beato Pablo VI, quien definió la política como «una de las formas más altas de la caridad», porque exige preocuparse del bien común, al que deben tender todas las fuerzas de la sociedad. La «caridad política» es la actitud propia de gobernantes y gobernados que, superando sus propios intereses particulares y de partido, deben luchar por el respeto de la dignidad de toda persona y de sus derechos inalienables y el verdadero progreso de la sociedad que sólo puede desarrollarse atendiendo a la justicia, a la verdad y a la caridad con los más pobres y necesitados. En este sentido, la caridad política es una forma eminente y heroica de la caridad. ¿Será por ello que cueste tanto llevar un político a los altares?
El Concilio Vaticano II enseña que la Iglesia tiene el derecho de ser para el hombre maestra de la verdad de la fe; no sólo de la verdad del dogma, sino también de la verdad moral que brota de la misma naturaleza humana y del Evangelio. La doctrina social de la Iglesia no es un apéndice de la enseñanza de la fe, pertenece al anuncio central del evangelio que busca la salvación integral del hombre. El cristiano debe, pues, formar su conciencia en todo lo que se refiere al destino del hombre en esta tierra, a su dignidad inviolable y a los derechos enraizados en su naturaleza humana. Es cierto que ningún partido puede proponer un programa que satisfaga plenamente las exigencias del plan de Dios sobre el hombre y el mundo. Hay que discernir, sin embargo, entre las opciones políticas aquellas que mejor permitan construir un mundo acorde con dichas exigencias de justicia, fraternidad y paz entre todos los ciudadanos. Para un cristiano, votar en conciencia significa, en primer lugar, formarla atendiendo al lugar central que ocupa el hombre en la revelación cristiana. «Nadie puede exigirnos, dice el Papa Francisco, que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos» (Evangelii Gaudium, 183).  Las elecciones no son una mera cuestión de pragmatismo político. Es un momento en que la conciencia rectamente formada apela a la responsabilidad civil y social. Es un ejercicio de discernimiento porque está en juego la persona, la sociedad, y el lugar de la Iglesia en la construcción de un mundo que no puede dejarnos indiferente. Se explica, pues, «que la conversión cristiana exige revisar especialmente lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común» (Evangelii Gaudium, 149).

+ César Franco Martínez
Obispo de Segovia


jueves, 23 de junio de 2016

“Algunos consejos para ser feliz, de forma gratuita…..”


 Acoger, escuchar y orientar han sido, con frecuencia, los verbos que más satisfacción y fecundidad apostólica me han proporcionado. He sido un afortunado porque Dios me ha regalado la mediación de excelentes compañeros de camino que me han orientado con prudencia y sabiduría. Sus consejos y su testimonio de vida me han permitido crecer personal y ministerialmente. Como botón de muestra, os comparto alguno:

«Entierra lo que esté muerto en tu vida, sana lo que esté herido y potencia lo que esté vivo». Esta quiero que sea mi principal tarea con cada uno de los que estáis más implicados en la Diócesis: catequistas, animadores de la comunidad, equipo de pastoral juvenil, monitores de tiempo libre, profesores de religión, visitadores de enfermos y ministros extraordinarios de la comunión, voluntarios de Caritas, de Manos Unidas, de pastoral de la Salud, grupos de matrimonios jóvenes, lectores, acólitos, integrantes del coro parroquial, misioneros, consagrados/as, sacerdotes… Es muy importante ir creando en la Diócesis como un «microclima» apropiado donde poder compartir la fe y la vida, formarse y madurar nuestra propia vocación-misión. Agradezco sinceramente al equipo de dirección de Cáritas Diocesana la inversión que va a hacer en Bruis para instalar la calefacción en todo el recinto. Ojalá convirtiéramos esa casa, bajo el amparo de Ntra. Sra., en nuestro «Betania» diocesano donde poder «descansar y crecer en el Señor» como lo hacía Él con sus discípulos.

«No dejes nunca en evidencia a nadie. Aunque tengas razón. Y menos, en público». Quiérele como es. Respeta su propio ritmo y proceso de madurez. Sólo así ganarás tu «autoridad moral». Las personas no cambiamos por imperativo legal ni por voluntarismos, sino por «sobredosis» de cariño, de ternura, o de amor.

«Procura unificar tu interior», esto es, integra en tu persona, el ser y el actuar. Que tu vida personal, familiar y profesional sean la fuente de tu propia santificación. «Enraízala en la EUCARISTÍA (espiritualidad ucarística)» Sólo así tendrás la certeza de ser un «apóstol ardiente y creíble».

«Descubre, valora y potencia todos los carismas con que Dios ha adornado tu vida». Ponlos al servicio de los demás. Sólo entonces sabrás lo que es ser fecundo de verdad.

Y, como broche de oro, te regalo los diez consejos para ser feliz que el Papa Francisco compartió con un periodista paisano suyo:
1) «Vive y deja vivir». Es el primer paso para obtener paz y felicidad; 2) «Date a los demás». “Si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua estancada es la primera que se corrompe”; 3) «Muévete remansadamente». Es la capacidad de moverse con benevolencia y humildad. Los ancianos tienen esa sabiduría, son la memoria de un pueblo;4) «Juega con los chicos». Con el consumismo hemos perdido la cultura del ocio, de la lectura, del arte… Una pregunta que siempre hago a las mamás es si juegan con sus hijos. Es la clave de una cultura sana.”; 5) «Comparte los domingos con la familia». Hace muy poco tuve un encuentro con universitarios y obreros. Todos reclamaban el domingo como no laborable. El domingo es para la familia”; 6) «Ayuda a los jóvenes a conseguir empleo». “Hay que ser creativos con esta franja de edad. Si faltan oportunidades, caen en la droga. Y está muy alto el índice de suicidios entre los jóvenes sin trabajo… No basta con darles de comer: hay que inventarles cursos de un año: de plomero, electricista, costurero. La dignidad te la da el llevar el pan a casa”; 7) «Cuida la naturaleza». “Hay que cuidar la creación y no lo estamos haciendo. Es uno de los desafíos más grandes que tenemos”;8) «Olvídate rápido de lo negativo». “La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima”; 9) «Respeta al que piensa distinto». “Podemos inquietar al otro desde el testimonio. Lo peor que puede haber es el proselitismo religioso. Cada uno dialoga desde su identidad. La Iglesia crece por atracción, no por proselitismo”; 10) «Busca activamente la paz». “Estamos viviendo en una época de muchas guerras. La guerra destruye. Y el clamor por la paz hay que gritarlo”.

Con mi afecto y bendición,
+ Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón


miércoles, 22 de junio de 2016

¿Por qué no soñar un humanismo más fresco inspirado en los valores del Reino?


Los cristianos también nos cuestionamos cómo afrontar la crisis global o el «cambio de época» que nos está tocando vivir. Nuestra respuesta sigue siendo el humanismo inspirado en los valores del Reino que nos dejó Jesús de Nazaret. Su modo de ser y de actuar, siempre fresco, nos ayuda a ser más libres, auténticos, felices y fecundos. Es lo que realmente continúa llenando de sentido y de plenitud la vida de tantísimas personas.

 Basta con que nos preguntemos ¿qué nos está pasando?, ¿por qué con los ingentes recursos que tenemos se produce tanta injusticia, tantos empobrecidos, tantos excluidos?, ¿por qué resulta tan difícil respetar la dignidad del ser humano?... para que nos percatemos, sin engaños ni falacias, de que la verdadera crisis que aqueja a la humanidad en el siglo XXI es antropológica, es decir, del modelo de hombre y de mujer que subyace. Es la advertencia profética que nos viene haciendo el Papa Francisco.

La economía, que debería estar al servicio del hombre, se ha constituido en el criterio último desde donde se organiza toda la vida social y cultural y esto ha producido una crisis económica que está generando unas consecuencias muy graves:

Pensemos, por ejemplo, en el trabajo. Se había logrado que fuera un bien y un derecho de todo ser humano pero hoy se organiza en función de la máxima rentabilidad. El resultado, como nos ha advertido el Papa Francisco, es el descarte, la explotación, la injusticia, el incremento de empobrecidos. Convierte a la persona en mercancía, negando su dignidad como persona y deformando la humanidad. La vida social se organiza en función de la producción y del consumo y esto conlleva una deformación social que obliga a las personas y a las familias a adaptarse y someterse al sistema.

La cultura también se ha deformado dificultando nuestra realización personal. Para poder impulsar el sistema de producción y consumo, esta cultura «fabrica» personas adaptadas a su funcionamiento. Emerge, así, una cultura economicista: individualista y hedonista.

 ¡Buenos sí, pero no ingenuos! ¡Que no te vivan la vida! La matriz cultural de nuestra sociedad, lo reconozcamos o no, es de productores y consumidores. La cultura que nos ofrecen constituye un proyecto de realización y felicidad humana que nos deshumaniza. Los rasgos que definen esta cultura son el individualismo, el hedonismo, el consumismo, el relativismo y el subjetivismo. La consecuencia práctica es que ha emergido en la humanidad un ferviente secularismo, que no sólo nos insta a vivir como si Dios no existiera sino también a vivir sin los demás. Te dejan perdido en la «jungla», a merced de tu propio interés y capricho.

Creo que los cristianos, aunque para muchos resulten arcaicos o molestos, tienen otra propuesta de realización y de felicidad humana. Más allá de los errores que a lo largo de la historia se hayan podido cometer, considero que otra forma de sentir, pensar y actuar es posible. Los rasgos fundamentales de este modo de vivir son, entre otros, la libertad (que todo el mundo esgrime hasta que alguien afronta cualquier temática religiosa y entonces se vuelven intolerantes), la comunión (buscar el bien común, el interés de los demás es lo que más nos humaniza), el servicio a los más desfavorecidos, la dignidad de la persona, la fraternidad (formamos parte de un proyecto común fascinante)… que constituyen la vocación propia de todo ser humano. Vivir para el otro, consciente de que no es mi competidor sino mi hermano, que me complementa y me plenifica cuando le tiendo la mano.

Ruego al Señor, como pedía el Papa Francisco, que nos regale políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres. Que vivan la política como una altísima vocación de servicio a todos ya que es una de las formas más preciosas de la caridad.

Con mi afecto y bendición
Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

martes, 21 de junio de 2016

No hemos cambiado

                                                                     

                 
 Me acuerdo de aquel día donde estábamos tú y yo, era el Edén. Nos dijeron que no nos acercáramos al árbol dichoso y… ¡Jopé, menudo mercadillo se ha montado a su alrededor! Yo es que no lo entiendo, nos avisan, nos dicen que ni una “manzana” más, que su sabor es dulce pero envenena y a pesar del “antídoto” que nos ponen… ¡Hala! en tropel a por “manzanas”…   

Parece como si todo nos diera igual y en verdad no es así, pero ¡madre mía con los cestorros! Yo tengo al cura agotado y aunque las devuelva, siempre el árbol me mira, me succiona y oigo: “Anda toma esta otra manzana, rica rica, no pasa nada” y allá que me planto…  

Dios no se ríe, está hasta el gorro de avisar; un día se va a enfadar y ¡Una de Apocalipsis, por favor!... ¡Oído cocinaaaaa! (los ángeles).

Aunque nos parezca increíble, es real. NO obedecemos así arruinemos nuestra vida, pues la causa de tanto mal, es la ausencia de Dios en multitud de almas. Yo Le Bendigo por su presencia en la mía y, a cambio me ofrece su infinita Misericordia, pero ¡Ay! de los que no crean en ella ni en Dios. ¡Terrorífico el número de almas que no verán el cielo jamás!     
  
Hagamos un Edén donde demostremos con nuestra libertad, que ya nos pueden poner miles de árboles “preciosos y atrayentes”, que pasamos de ellos con orgullo para vivir en paz a la sombra de los señalados, pues no sólo nos los indicó Dios, después lo hizo Jesús y hasta hoy, el Espíritu Santo en la casa de Dios. 

Ojalá pudiera escribir  un texto que dijera “Hemos cambiado”.  


Emma Díez Lobo