jueves, 25 de agosto de 2016

XXII Domingo Tiempo Ordinario



Humildad y gratuidad en el seguimiento de Jesús

         El Evangelio recuerda que Jesús aceptó la invitación a comer que le hizo un fariseo importante del pueblo. Ha venido a buscar y salvar al hombre y por ello está abierto a todos y siempre con una actitud evangelizadora, como reflejan estas enseñanzas a propósito de lo que estaba viendo: “Notando que los invitados buscaban los primeros puestos”... En este contexto exhorta a la humildad y la gratuidad, necesarias para seguirle en el camino.

         Humildad es la verdad, es decir, reconocer nuestra realidad personal y actuar conforme a ella, ni más (orgullo, soberbia) ni menos (complejos de inferioridad). Humanamente es importante vivir en la propia verdad, de acuerdo con las cualidades y posibilidades que tenemos, para poder realizarnos plena y gozosamente; hay quien se siente fracasado y triste por situarse en la mentira, con un vestido que le viene demasiado ancho. Inseparable del reconocimiento de las propias cualidades es el reconocimiento del aprecio que se nos debe por ello. En este punto lo decisivo no es el aprecio que cada uno tenga de sí mismo sino el que tengan los demás a la luz de las cualidades que vean en nosotros y de nuestro comportamiento. En la parábola el que se sienta en los primeros puestos tiene una excesiva estima de sí mismo, pero el que decide el puesto es el que invita a la comida, que le manda retroceder. Si es importante la humildad en la convivencia humana normal, igualmente lo es  en la comunidad eclesial, cuya ley fundamental es el amor y el servicio. El papel del discípulo es el de Jesús, que en la Última Cena presidió y lavó los pies de los discípulos a la vez. Aquí cada uno debe esforzarse en vivir en la verdad, de acuerdo con los carismas que ha recibido para servir y no para presumir o recibir honores. El orgullo ha sido causa de muchas desgracias en la Iglesia desde el primer momento, como atestigua Pablo: «No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros... Pues si alguien cree ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo. Que cada uno examine su propio comportamiento; el motivo de satisfacción lo tendrá entonces en sí mismo y no en relación con los otros. Pues cada cual carga con su propio fardo» (Gal 5,26-6,5).

         En esta línea nos invita a la humildad  la 1ª lectura: «Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes». Jesús profundiza esta idea cuando afirma que Dios se complace en revelar sus secretos a los humildes (11,25) y, como consecuencia, invita a tener corazón de niño para entrar en el Reino (Mt 19,13-15), es decir, ser personas que reconocen sus limitaciones con naturalidad y saben depender con naturalidad: La autosuficiencia orgullosa aparta de Dios y de los hombres.

          En el tiempo de la nueva evangelización Jesús nos invita a una humildad radical y a no buscar oropeles personales. Debemos recitar con frecuencia el sal 130: Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros, no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre...
         Junto a la humildad Jesús exhorta a la gratuidad, tan necesaria en la cultura utilitarista y de consumo que vivimos en que se mide a las personas por lo que tienen y pueden dar. La gratuidad es fruto inseparable del amor. El que da gratuitamente no espera recibir nada como contraprestación; da porque reconoce la dignidad del otro y lo estima. Dios nos ha dado a todos gratuitamente la vida, a todos nos ha hechos hijos suyos y hermanos entre nosotros. Como somos limitados, nos manda que nos ayudemos y completemos nuestras deficiencias en un contexto de amor. En este contexto es legítimo el comercio e intercambio de bienes justo, pero viendo siempre en el otro un hermano. Y como desgraciadamente hay hermanos que no tienen medios para intercambiar, se nos manda ejercer la gratuidad con ellos. En la medida de sus posibilidades, el discípulo de Jesús ha de ejercer la gratuidad en las diversas facetas de su vida. La Iglesia debe ser signo de la gratuidad de Dios.

         La 2ª lectura nos recuerda que somos miembros de una caravana cuya cabeza, Jesús, ya ha llegado a la meta y está intercediendo por nosotros. Humildad y gratuidad son necesarias para caminar hacia la meta, que vale la pena.

         En la celebración de la Eucaristía Jesús nos vuelve a recordar a los que estamos a su mesa que imitemos su humildad y gratuidad. La Eucaristía supone humildad y gratuidad y la alimenta.

D. Antonio Rodríguez Carmona


martes, 23 de agosto de 2016

Oración de petición del Papa Clemente XI




Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza;
espero en ti, pero ayúdame a esperar sin desconfianza;
te amo, Señor, pero ayúdame a demostrarte que te quiero;
estoy arrepentido, pero ayúdame a no volver a ofenderte.
Te adoro, Señor, porque eres mi Creador;
te anhelo porque eres mi fin;
te alabo, porque no te cansas de hacerme el bien;
me refugio en ti, porque eres mi protector.
Que tu sabiduría, Señor, me dirija
y tu justicia me reprima;
que tu misericordia me consuele
y tu poder me defienda.
Te ofrezco, Señor, mis pensamientos: ayúdame a pensar en ti;
te ofrezco mis palabras: ayúdame a hablar de ti;
te ofrezco mis obras: ayúdame a cumplir tu voluntad;
te ofrezco mis penas: ayúdame a sufrir por ti.
Todo aquello que quieres tú, Señor, lo quiero yo,
precisamente porque lo quieres tú,
como tú lo quieras,
durante todo el tiempo que lo quieras.
Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento,
que fortalezcas mi voluntad,
que purifiques mi corazón
y santifiques mi espíritu.
Hazme llorar, Señor, mis pecados,
rechazar las tentaciones,
vencer mis inclinaciones al mal
y cultivar las virtudes.
Dame tu gracia, Señor, para amarte
y olvidarme de mí,
para buscar el bien de mi prójimo
sin tenerle miedo al mundo.
Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores,
comprensivo con mis inferiores,
solícito con mis amigos
y generoso con mis enemigos.
Ayúdame, Señor, a superar con austeridad el placer,
con generosidad la avaricia,
con amabilidad la ira,
con fervor la tibieza.
Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar,
valor en los peligros,
paciencia en las dificultades,
sencillez en los éxitos.
Concédeme, Señor, atención al orar,
sobriedad al comer,
responsabilidad en mi trabajo
y firmeza en mis propósitos.
Ayúdame a conservar la pureza de alma,
a ser modesto en mis actitudes,
ejemplar en mi trato con el prójimo
y verdaderamente cristiano en mi conducta.
Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos,
para fomentar en mí tu vida de gracia,
para cumplir tus mandamientos
y obtener mi salvación.
Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno,
la grandeza de lo divino,
la brevedad de esta vida
y la eternidad de la futura.
Concédeme, Señor, una buena preparación para la muerte
y un santo temor al juicio,
para librarme del infierno
y obtener tu gloria.
Por Cristo, nuestro Señor. Amén


domingo, 21 de agosto de 2016

Sospecha Santa, por la puerta estrecha….



Nuestra vida es a veces una contradicción. Nos quejamos de casi todo pero no queremos nada mejor. Adormecemos nuestro corazón y nos tapamos los oídos para no escuchar llamada alguna que nos obligue a cambiar. Sería demasiado arriesgado. Todo antes que reflexionar en serio sobre nuestra vida. Todo antes que meditar sobre el sentido de lo que estamos viviendo.

Cada uno tiene sus propias excusas pero, en el fondo, las razones con que intentamos legitimar nuestra mediocridad son parecidas: todos hacen lo mismo, yo no puedo ser una excepción, me han enseñado a vivir así, es difícil vivir de otra manera, ¿qué puedo hacer?


Mientras tanto, cogidos por los afanes y preocupaciones de cada día, vamos alejándonos cada vez más de nuestro ser más hondo. Perdemos el sentido de lo que es importante y de lo que no es. Alimentamos lo que nos hace daño y no cuidamos lo que nos podría hacer vivir de manera digna y dichosa.


Poco a poco, caemos en la resignación: «yo soy así, eso es todo». Es verdad que sentimos un cierto malestar. No es sólo culpabilidad moral o conciencia de pecado. Es algo más profundo: infidelidad a nosotros mismos. Pero no nos atrevemos a pensar cómo podría ser nuestra vida si pudiéramos empezarla de nuevo. No queremos vivir con metas más elevadas.

Para iniciar un cambio de dirección en nuestra vida hemos de empezar por alimentar una sospecha santa: «Mi vida no ha terminado todavía, ¿por qué no puedo cambiar? Tal vez, me estoy perdiendo algo importante. Hay una felicidad que yo desconozco. Mi alma es más hermosa de lo que yo imagino. ¿Por qué no voy a saborear la vida de otra manera?»

Condicionados por una cultura que busca siempre el bienestar y la comodidad, no se nos hace fácil escuchar la invitación de Jesús a «entrar por la puerta estrecha». Nos parece un camino tenebroso y absurdo que sólo puede llevarnos a la infelicidad y la muerte. No es así. Jesús nos está llamando a una vida más responsables y digna. Un estilo de vivir que muchos rechazan, pero que conduce a la plenitud de la existencia.



Ed. Buenas noticias

viernes, 19 de agosto de 2016

XXI Domingo Tiempo Ordinario



  
El seguimiento de Jesús implica un firme 
                          compromiso y navegar contra corriente
        
Jesús continúa caminando hacia Jerusalén por una senda estrecha que lo llevará a su glorificación e invita a sus discípulos de todos los tiempos a seguirle con seriedad para poder compartir su gloria, cuya puerta es estrecha.

         En tiempos de Jesús, lo mismo que ahora, no era infrecuente entre la gente piadosa preguntarse sobre el número de los que se salvan. La experiencia dice que son muchos los que viven ajenos a preocupaciones religiosas y que vivimos en un mundo donde reina la injusticia. Jesús no responde directamente a esta curiosidad sino que exhorta seriamente a la conversión, pues estamos en el plazo concedido gratuitamente para ello. Hay que esforzarse seriamente por entrar por la puerta que conduce a la salvación, pues es estrecha. Se habla de una sola puerta (con artículo determinado, la puerta) y ésta además es estrecha, lo que exige un esfuerzo y que se entra de uno en uno, es decir, por una decisión personal. Además el entrar no depende solo del hombre, sino también y especialmente del «amo de la casa», que, a la luz del contexto es el propio Jesús. El amo la cerrará cuando lo determine libremente y ya no será posible la entrada.

Entonces, cuando ya haya terminado el plazo de conversión,  no será posible la entrada y no valdrá apelar a que fueron oyentes de Jesús y compartieron con él comida y bebida. A nivel histórico la frase se refiere a los contemporáneos de Jesús, pero Lucas piensa también en los cristianos de todos los tiempos que asisten a la Eucaristía y no se convierten. Jesús rechaza esta motivación, pues «No sé quiénes sois […] No sé de dónde sois ». Saber tiene un matiz volitivo, conocer con amor. No basta haber tenido una relación material con Jesús, es necesario que esa relación sea amistosa, entre personas que se aman mutuamente, lo contrario es una profanación, que Jesús rechaza con palabras del Sal 6,9: «Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad ».  A continuación cambia la escena y se describe el banquete que tiene lugar en la sala de fiestas con Jesús y la situación dolorosa de los que quedan fuera. En la mesa del reino de Dios estarán sentados Abraham, Isaac y Jacob, los profetas y muchos gentiles de los cuatro puntos cardinales, mientras que los que no se han convertido quedarán fuera  con « llanto y el rechinar de dientes ».

Como consecuencia hay últimos, gentiles y pecadores que se han convertido, que serán primeros, y primeros que serán últimos y quedarán fuera, contemporáneos de Jesús y cristianos que no se convierten y no son reconocidos como tales por Jesús. Es el cumplimiento de la promesa recordada en la 1ª lectura de gentiles que vendrán de lejos a tomar parte del pueblo de Dios. Igualmente hoy “los primeros” somos los cristianos y los “últimos” los paganos, pero lo importante es hacer la voluntad de Dios, que por la gracia está al alcance de todo hombre de nueva voluntad. Y también puede resultar que los últimos a la hora de la verdad sean los primeros, a pesar de “haber comido y bebido” con Jesús.

         El seguimiento de Jesús es serio y exige navegar contra corriente contra las tendencias de la mayoría, lo que implica sufrimiento, paciencia y fortaleza. Es uno de los medios que emplea Dios, nuestro padre, para educarnos como hijos suyos (2ª lectura). Las dificultades hacen crecer la calidad de nuestra vida filial.
         Esta invitación exigente a la conversión contrasta con los textos sobre la misericordia divina. Ambas afirmaciones son verdad y hay que mantenerlas en tensión permanente, evitando tanto el «compadreo» con Dios  como el temor terrorífico. Dios padre pide un amor serio, que se traduce en convertirse y en tomar en serio las palabras de Jesús.
        
         En la celebración de la Eucaristía compartimos un adelanto sacramental del banquete final junto con los patriarcas y todos los elegidos. En él Jesús “predica en nuestras plazas y comemos y bebemos con él”, pero es necesario que nos unamos a su camino estrecho que lleva al Padre.

D. Antonio Rodríguez Carmona



miércoles, 17 de agosto de 2016

San Agapito, ayer, hoy y siempre






Solemne Himno a San Agapito


Las campanas repican a gloria

con tañido solemne en tu honor

celebrando la santa victoria

 tú fe en Jesucristo nuestro Redentor.


Santo mártir que diste a los hombres

vivo ejemplo de ardiente fervor,

oye a Rágol que invoca tu nombre

y a tu nombre se acoge, Señor.


Patrón San Agapito

con palma de martirio,

el corazón de lirio

y el alma de azahar,

a ti Patrón bendito

mi devoción renuevo

con este salmo nuevo

que reza mi cantar.


Gloria y honor,

Aleluya,

Santo Patrón


Aleluya.




Oración

Permíteme, San Agapito mártir,

mi salutación más fervorosa,

¡Tú haces la historia de Rágol!

derrama sobre nosotros la fe,

con tu mirada amorosa.


¡Oh! Mártir niño San Agapito.

Que nuestros corazones estén unidos,

glorificándote hasta el infinito,

y perdure para siempre,

a través de siglos y siglos.


Te ofrecemos con devoción

nuestras, tradiciones y alabanzas

de aquellos tiempos pasados

cuando, en acción de gracias,

a Ti, Santo Patrón,

los hombres que de las minas llegaban

la dinamita explosionaban.


¡Oh! Mártir niño San Agapito.

el pueblo entero te implora,

con gratitud y devoción

te suplica a todas horas,

pidiendo tu bendición.

Que así sea,


*Felicidades a quienes llevan este nombre*

Miguel Iborra Viciana




martes, 16 de agosto de 2016

Dios te bendice



El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su Rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz (Nm 6, 22-27)

Hermosa bendición que dijo el Señor a Moisés para trasmitir al pueblo de Israel, y, por ende, a nosotros, su nuevo pueblo. Y en la liturgia cristiana, la Iglesia ha querido enviarla el primer día del año a todos los fieles.

Fijémonos por un momento en los términos de la bendición. La  bendición es un término que procede de: bendición = decir bien de alguien. Así el Señor dice bien de nosotros, nos bendice, nos acompaña siempre, está a nuestro lado.

Y se nos habla del Rostro de Dios. El rostro de cualquier persona ya nos está diciendo cómo se encuentra su alma; en español decimos que “la cara es el reflejo del alma”; y es verdad, podemos intuir por su rostro su estado ánimo; no podemos conocer los problemas o inquietudes por las que atraviesa su alma, pero sí podemos deducir que su alma está feliz o está inquieta.

Y la bendición de Dios sobre su pueblo, tal y como la transmite a Moisés es la de iluminar su Rostro sobre nosotros. Recordemos que cuando Moisés hablaba con Yahvé en la Tienda del Encuentro, salía transfigurado, con el rostro iluminado.
Y de la misma forma, en el episodio de la Transfiguración de Jesucristo en el Monte Tabor ante sus discípulos - Pedro, Santiago y Juan -, el Rostro de Jesús se volvió de un blanco de tanto resplandor, como ningún batanero lo podría dejar, dice textualmente el Evangelio.

Hay un libro que se titula: DIOS EXISTE, YO ME LO ENCONTRE de André Frossard, que narra su propia experiencia de Luz en una “revelación de tipo Paulino”. Él cuenta su vida totalmente atea en los años de la primera guerra mundial en un pueblecito del sur de Francia. Y narra su propia experiencia de conversión que dura CINCO MINUTOS. ¡No! ¡ No es una errata! Dura cinco minutos. En los últimos párrafos del libro dice textualmente: “…el cielo se abre, se eleva, se alza de pronto, fulguración silenciosa, de esta insospechada capilla en la que estaba misteriosamente incluido…”Se refiere a la visión de la Hostia consagrada y expuesta en el altar de una iglesia en la que había entrado un compañero y de la que él se había quedado a la puerta. Y continúa su exposición:”…es un cristal indestructible, de una luminosidad casi insostenible (un grado más me aniquilaría), y más bien azul. Un mundo distinto de un resplandor y una densidad que despiden al nuestro a las sombras frágiles de los sueños incompletos. Es la evidencia de Dios. La evidencia hecha presencia y hecha Persona, de Aquel a quien yo había negado un momento antes…”

Continúa el libro de los Números: el Señor se fije en ti y te conceda la paz. Y es que el Señor se ha fijado en ti y en mí; y sin ningún mérito por nuestra parte. Así es Dios: es el Amor puro, único y personificado. Que elige a sus ovejas, y las llama por su nombre: Que Él un día nos pueda decir: “…esta o esta, es mi hijo/@ en quien me complazco…”

Y nos concede la Paz: no como la da el mundo (Jn 14,27). Los judíos dicen: SHALOM, que es una paz que cae sobre nosotros con toda la fuerza de la Paz de Dios.

Pues que esta hermosa bendición nos acompañe en este primer día del año que comienza, viviendo siempre en la presencia de Jesucristo y su santo Evangelio

Alabado sea Jesucristo

Tomás Cremades

(Del libro DIOS EXISTE, YO ME LO ENCONTRE de André Frossard) de la Editorial Rialp


lunes, 15 de agosto de 2016

¡Hola chicas!

                                                                          

                        
Sí, a las niñas porque no va para los niños… Y es que estaba yo “visualizando” mi vida, solitaria en tema pareja, como las viudas o las solteras y, que a veces no dejamos de  lamentarnos de nuestra soledad y lo pasamos fatal con los recuerdos…  Bueno, pues me vino una sugerencia a mi alma.

Lo comparto con todas las que estamos “ronchas” con la lágrima en el ojillo; “pergaminos” o no, pero echas polvo de los pies a la cabeza:

¿Por qué no, un nuevo novio? Es que Alguien me lo dijo, así con estas palabras: ¿Puedo ser Yo tu novio?

¡Ahí va!, me dije, pero…  pues… ufff qué complicado… jopé… “pera” que lo piense porque…
 
¿Será verdad que lo escuche?

-¡Sí!, te lo dije y deseo que me aceptes como el Novio que nunca tuviste y que no te trató como a una princesa. No me verás con tus ojos pero sí con el pensamiento (recuerda que vivo en “otra ciudad”); no tengo teléfono porque te escucho mejor sin él; si no quieres hablar de lo que haces, no importa, lo sé y además te conozco bien, sobre todo tus silencios; te acompaño siempre, deseo tu felicidad, te doy lo que Soy y te quiero hasta el extremo… ¡Podría seguir querida mía!

 -Por eso digo que… ¿Seré digna de mi Príncipe azul particular? De acuerdo que no nos vamos a casar ni nada de eso y a estas alturas, pues como que no, pero un Novio así…

¡Chicas! Yo creo que debemos pensarlo seriamente, es una oferta sólo para nosotras. Seremos princesas amadas y protegidas. Siempre podremos hablar con Él y podremos recibirle físicamente en nuestro corazón… Y encima nos espera en su gran mansión. Dice que mientras más “pergamino” más cerca estamos de Él, así que, a la madurez y vejez, alegría superlativa.   

Me “piache” la solicitud. Creo que ya no me importa tanto estar “sola” porque no lo estaré si acepto… Aunque es difícil ya que estamos acostumbrados a vivir con lo que vemos y tocamos, también sé que novios como Éste, sólo existe UNO.  
  

Emma Díez Lobo

domingo, 14 de agosto de 2016

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María



 "Apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas" (Ap 11,19). Maravillado y transido de belleza canta el poeta:
“¿A dónde va, cuando se va la llama?
 ¿A dónde va, cuando se va la rosa?
 ¿Qué regazo, qué esfera deleitosa,
 ¿qué amor de Padre la abraza y la reclama?.

 Esta vez como aquella, aunque distinto;
el Hijo ascendió al Padre en pura flecha.
 Hoy va la Madre al Hijo, va derecha
 al Uno y Trino, el trono en su recinto..

 No se nos pierde, no; se va y se queda.
 Coronada de cielos, tierra añora
 y baja en descensión de Mediadora,
 rampa de amor, dulcísima vereda”.

«La que concibió en su seno virginal y trajo al mundo al Hijo de Dios, Verbo Eterno, experimenta hoy la perfecta glorificación del alma y del cuerpo en el tabernáculo de la Santísima Trinidad. Y nuestros corazones, como siempre, también hoy, pero hoy más que nunca, se dirigen a Ella con toda la sencillez y la confianza de los niños. ¡Alegrémonos por la eterna gloria de la Madre de Cristo y Madre nuestra!» (Beato Juan Pablo Magno).
En la Virgen María, elevada el cielo, resplandece la victoria definitiva de Cristo sobre la muerte.

Ilumina tú, Mujer fiel, a la humanidad de nuestro tiempo, para que comprenda que la vida de todo hombre no se extingue en un puñado de polvo, sino que está llamada a un destino de felicidad eterna.

Solemnidad la Asunción de la santísima Virgen María al cielo. Este es un día de esperanza y de luz, porque todos los hombres, peregrinos en la tierra, pueden vislumbrar en María "el destino glorioso" que les espera.

Hoy contemplamos a la Esclava del Señor envuelta en un resplandor regio en el Paraíso, adonde nos ha precedido también con su cuerpo glorificado. La contemplamos como signo de esperanza segura. En efecto, en María se cumplen las promesas de Dios a los humildes y a los justos: el mal y la muerte no tendrán la última palabra.


La tradición cristiana, como sabemos, ha colocado en el centro del verano una de las fiestas marianas más antiguas y sugestivas, la solemnidad de la Asunción de la santísima Virgen María. Como Jesús resucitó de entre los muertos y subió a la diestra del Padre, así también María, terminado el curso de su existencia en la tierra, fue elevada al cielo.

La liturgia nos recuerda hoy esta consoladora verdad de fe, mientras canta las alabanzas de la Virgen María, coronada de gloria incomparable. "Una gran señal apareció en el cielo -leemos hoy en el pasaje del Apocalipsis que la Iglesia propone a nuestra meditación-: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (Ap 12, 1). En esta mujer resplandeciente de luz los Padres de la Iglesia han reconocido a María. El pueblo cristiano en la historia vislumbra en su triunfo el cumplimiento de sus expectativas y señal de su esperanza cierta.

María es ejemplo y apoyo para todos los creyentes:  nos impulsa a no desalentarnos ante las dificultades y los inevitables problemas de todos los días. Nos asegura su ayuda y nos recuerda que lo esencial es buscar y pensar "en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (cf. Col 3, 2). En efecto, inmersos en las ocupaciones diarias, corremos el riesgo de creer que aquí, en este mundo, en el que estamos sólo de paso, se encuentra el fin último de la existencia humana.

En cambio, el cielo es la verdadera meta de nuestra peregrinación terrena. ¡Cuán diferentes serían nuestras jornadas si estuvieran animadas por esta perspectiva! Así lo estuvieron para los santos:  su vida testimonia que cuando se vive con el corazón constantemente dirigido a Dios, las realidades terrenas se viven en su justo valor, porque están iluminadas por la verdad eterna del amor divino.

Que María obtenga para todos sentimientos de comprensión, voluntad de entendimiento y deseo de concordia.


sábado, 13 de agosto de 2016

XX Domingo Tiempo Ordinario



El cristiano ha de ser constructor de la paz y esto implica luchar contra las paces injustas y el ser perseguido

Jesús ha venido a traer la verdadera paz, creando la verdadera armonía entre todas las personas. El hebreo chalom, paz, significa etimológicamente armonía, orden, salud (pues hay salud cuando cada miembro del organismo actúa armónicamente con relación con los demás). Un sentido secundario es tranquilidad, fruto de la armonía entre todos los miembros. Jesús, muriendo y resucitando, ha creado la verdadera paz, pues ha establecido la debida armonía entre el hombre y todos los seres: con Dios, pues nos ha hecho hijos; entre nosotros, pues nos ha hecho hermanos: con las cosas, pues las ha hecho medios. Por ello para el cristiano la paz no es una teoría ni un libro, sino una persona: Él es nuestra paz (Ef 2,14). Por el bautismo nos unimos a Jesús y así recibimos radicalmente el don de la paz, en él somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros, estamos radicalmente pacificados, con una vida con sentido.

Pero la paz traída por Jesús rompe la falsa paz-tranquilidad existente en el mundo, fundada en el egoísmo y poder de unos pocos y que se traduce en opresión, hambre, miseria, dolor y muertes. Este es el sentido de las palabras de Jesús: la verdadera paz que él trae rompe la falsa paz-tranquilidad existente y, como consecuencia los que crean y se benefician de este desorden se alzaron contra él y se alzarán contra sus seguidores que continúan su obra.

La paz es un don de Dios que se nos da en Cristo por medio del Espíritu, uno de cuyos frutos es la paz (Gal 5,22), pero es también una tarea que hay que realizar. Por ello en las bienaventuranzas se felicita a los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). Hay que trabajar por la paz verdadera, luchando contra la falsa paz-tranquilidad existente en el orden-desorden mundial en el orden político y económico: hambre en el mundo, explotación laboral, muerte de inocentes… La consecuencia será la persecución, compartiendo la suerte de Jesús. La 1ª lectura recuerda la persecución del profeta Jeremías por su predicación de la verdadera paz en nombre de Dios, mensaje contrario a la política oficial. El cristiano que trabaja por la paz ha de ser consciente de su suerte y ha de estar preparado a sufrir con paciencia: corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo (2ª lectura).  

Trabajar por la paz implica tener una postura activa en política, que no consiste en pertenecer a un partido político, que también, sino en estar informado de todo lo que sucede, tomar parte activa en la denuncia de toda injusticia y colaborar en la solución de los desórdenes sociales por medios no violentos activos. Vivimos en tiempos de descrédito de la política, sin embargo la democracia es lo mejor dentro de lo peor, que sería una dictadura como alternativa. La persona que “no quiere saber nada de política” es el mejor abono para que prospere la corrupción política, pues con su pasividad está permitiendo que otros continúen con sus abusos.

En la celebración de la Eucaristía compartimos la muerte de Jesús y nos alimentamos para seguir luchando y poder compartir también su resurrección.


Rvdo. don Antonio Álvarez Carmona

viernes, 12 de agosto de 2016

El viento y las raíces



Un médico, a punto de jubilarse, tenía como hobby plantar árboles en una gran finca que rodeaba su casa. Plantaba árboles todos los días. Por falta de tiempo o de conocimiento, se olvidaba de regar las nuevas plantas, de forma que éstas crecían muy despacio. Con verdadera preocupación, un vecino le dijo que los árboles tardarían mucho en crecer -si es que llegaban a hacerlo-, porque les faltaba agua. Y el médico, con mucha sencillez, expresó una fantástica teoría. Explicó que, si regaba las plantas, las raíces se acomodarían en la superficie y esperarían siempre el agua más fácil, la que viene de arriba. Como él no los regaba, los árboles tardarían más en crecer, pero sus raíces tenderían a bajar hacia el fondo en busca de agua. Así, según su teoría, los árboles tendrían raíces más profundas y serían más resistentes a la sequía, al viento y a todas las intemperies.

El vecino cambió de vivienda y, solamente después de muchos años, volvió por allí. Todo seguía más o menos igual. Pero había una diferencia: en la finca del médico había un frondoso bosque.

Era un día de viento muy fuerte y los árboles de la calle estaban arqueados; algunos de ellos mostraban las señales del viento, con brotes y troncos partidos. Pero los árboles de la finca del médico estaban sólidos y parecía que no les afectaban las embestidas del viento. Sus raíces estaban hundidas en la profundidad del suelo.

Hay padres que intentan evitar todas las dificultades a los hijos.
Imaginan que amar es criar al hijo como en un invernadero, protegiéndolo de todo y de todos. «Pobrecito», se justifican los padres, «es tan pequeño», y lo rodean de mil protecciones. En consecuencia, no están preparados para la vida, puesto que ésta no es precisamente un invernadero. Sus raíces no crecen y, ante la primera ventolera, muestran su fragilidad. Sobre todo en nuestros días, cuando ya nada parece ser sólido y definitivo, es importante educar y educarnos en la espiritualidad de la resistencia. Las raíces necesitan profundizar, pensando no en lo más fácil, ni en lo más cómodo, sino en lo necesario. Lo importante no es la facilidad del momento presente, sino la capacidad de enfrentar los vendavales del mañana.

J. Jauregui

jueves, 11 de agosto de 2016

SER



No le pidas a la rosa
razones de su hermosura,
ni preguntes a la altura
el porqué de cada cosa.

Toda cosa triste, hermosa,
exacta incompleta o fea,
verdad, sueño, anhelo, idea,
es brasa de un incensario;
letra de un abecedario
que solo Dios deletrea.

No te pongas a escarbar
en el motivo primero;
somos flores de un florero
y lámparas de un altar.

Dios nos hizo por gozar
de Sí mismo la victoria.
¡Esconde, Ser, la memoria
y el pensamiento en su manto,
con una anhelo de canto
y una voluntad de Gloría!
Toda en su sola presencia:
cada cosa se resume:
basta con ese perfume
que es nuestra misma existencia.

No quieras saber más ciencia
que esta ciencia del correr,
sin afanes de saber
ni inquietudes de llegar,
¿qué más destino que estar?

¿qué más oficio que ser?
 (Pemán)


miércoles, 10 de agosto de 2016

Mensaje del Papa para las Olimpiadas de Río de Janeiro


Que los Juegos Olímpicos impulsen la paz, la tolerancia y la reconciliación en el mundo, es el anhelo que el Papa Francisco hizo llegar desde Roma, en su audiencia general, dos días antes de la inauguración de las Olimpiadas de Río de Janeiro. Con las palabras del Apóstol San Pablo, el Sucesor de Pedro alentó al «buen combate», para llegar juntos a la meta, construyendo una civilización en la que reine la solidaridad para toda la familia humana, sin distinción alguna. Y también exhortó a los brasileños a construir un país más justo y más seguro, apostando por un futuro lleno de esperanza y de alegría.



«Quisiera dirigir ahora un saludo afectuoso al pueblo brasileño, en particular a la ciudad de Río de Janeiro, que hospeda a los atletas y aficionados de todo el mundo, con ocasión de las Olimpiadas. En un mundo que tiene sed de paz, tolerancia y reconciliación, deseo que el espíritu de los Juegos Olímpicos pueda inspirar a todos, participantes y espectadores, en combatir «la buena batalla» y terminar juntos la carrera (cfr 2 TM, 4, 7-8), deseando conseguir como premio, no una medalla, sino algo mucho más precioso: la realización de una civilización en la que reine la solidaridad, fundada en el reconocimiento de que todos somos miembros de una única familia humana, independientemente de las diferencias de cultura, color de piel o religión. Y para los brasileños, que con su alegría y característica hospitalidad organizan la Fiesta del Deporte, les deseo que ésta sea una oportunidad para superar los momentos difíciles y comprometerse en el «trabajo de equipo», para la construcción de un país más justo y más seguro, apostando por un futuro lleno de esperanza y de alegría ¡Que Dios los bendiga a todos!».

(CdM – RV)