miércoles, 9 de noviembre de 2016

El amor está en lo que se tiende.




Estas palabras del poeta gallego José Ángel Valente me han dado pie para esta reflexión, porque si el amor está en lo que tendemos, vamos a empezar la jornada con una súplica: Que Dios nos conceda ser artesanos de la paz tendiendo puentes, que acerquen, que establezcan conexiones, que unan.

¿Qué son los puentes? El diccionario dice que son «estructuras de distintos materiales construidos para salvar niveles excesivos, para lograr la continuidad en lugares interrumpidos por la presencia de obstáculos difíciles de superar». Pero el fin de todos los puentes es siempre el mismo, acortar distancias, salvar desigualdades, soportar el rodaje de vehículos….

Nosotros podemos tender puentes que favorezcan la paz por donde puedan transitar toda clase de personas, puentes que les brinden ocasión de encontrarse, de reconocerse … Ser puente es también ser soporte seguro para el que se decida a cruzarlo.

Si en el campo de la técnica existe tanta variedad de puentes: levadizos, colgantes, transbordadores … algunos tan sofisticados que son un verdadero alarde de ingeniería

…¿Cuántas clases de puentes podemos construir en el plano humano-espiritual?

Veamos algunos.

Vamos a esforzarnos, hoy, en tender: puentes de comprensión, de cariño, de cercanía cordial, que rompen la soledad; puentes de amor, de ternura, que iluminan situaciones de desvalimiento o de enfermedad; puentes de palabras suaves, mansas, porque el gritar no es signo de paz; puentes de caridades ocultas, de delicadezas pequeñas con las que muchas veces podemos hacer felices a los demás; puentes que unen orillas muy distantes ocasionadas por prejuicios, por malentendidos, que alejan y son verdaderas amenazas para la paz; puentes que superan las diferencias, pasan por alto lo dispar, acogen las desigualdades para acrecentar la unidad; puentes recios que sirven de soporte a quienes los quieran cruzar agobiados por el peso del dolor, de la ansiedad y al mismo tiempo les sirvan de apoyo y estímulo; puentes de silencio, muy fecundo cuando las palabras no son capaces de expresar el consuelo que quisieran prodigar; puentes de armonía, de callada interioridad, de fraternidad; puentes de oración: son puentes gigantes, que abrazan los continentes, cruzan los ríos y el mar y son ayuda invisible pero real y llegan a los lugares más lejanos; puentes de autodominio, de servicio incondicional, de olvido propio, sólo aspiran a que otros puedan gozar ;puentes de reconciliación: es más difícil reconstruir sobre ruinas de lo que se ha roto que hacerlo de nuevo … pues también esa medida debemos alcanzar.

Tendamos puentes de la mañana a la noche, en la familia, en el trabajo, en la amistad, en la profesión, en la sociedad. No olvidemos que ser puente es servir de vínculo, de conexión, de enlace. Aspiremos a ser puentes que brinden encuentros; pero puentes, sólo puentes olvidados de lo que ofrecen y dan. Vivamos este día tendiendo puentes. Aspiremos a ser peritos en esta tarea hasta llegar a convertirnos nosotros en puentes para los demás. Seamos puentes en lo cotidiano y que nuestros puentes sean siempre porta-paz.


J. Jauregui

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