martes, 6 de diciembre de 2016

Quien acoge a Jesús aprende a amar como Jesús



El apóstol Pablo nos habla del gran diseño de Dios: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer. (Ga 4,4) La historia nos dice que cuando llegó esta plenitud del tiempo, cuando Dios se hizo hombre, la humanidad no estaba bien preparada, y ni siquiera había un período de estabilidad y de paz. Por lo tanto, este mundo no ha merecido la venida de Dios, ya que los suyos no lo recibieron. (Jn 1,11) La plenitud del tiempo ha sido un don de gracia: Dios ha llenado nuestro tiempo con la abundancia de su misericordia, por puro amor inauguró la plenitud del tiempo, comenta el Papa a los jóvenes en JMJ.

Sorprende cómo se realiza la venida de Dios en la historia a través de la pequeñez: nacido de mujer. Ningún ingreso triunfal, ninguna manifestación grandiosa del Omnipotente. No se muestra como un sol deslumbrante, sino que entra en el mundo como un niño desvalido, dado a luz por su madre, con ese estilo que nos habla la Escritura: como la lluvia cae sobre la tierra (cf. Is 55,10), o como la más pequeña de las semillas que brota y crece (cf. Mc 4,31-32). Por eso prefiere a los pequeños, grandes a sus ojos; a ellos dirige su mirada (cf. Is 66,2), a ellos se ha revelado el Reino de Dios (Mt 11,25) Los pequeños hablan su mismo idioma: el amor humilde que hace libres. Por eso llama a personas sencillas y disponibles para ser sus portavoces, y les confía la revelación de su nombre y los secretos de su corazón, continúa el Papa.

 Además, Dios es cercano, su Reino está cerca (cf. Mc 1,15): el Señor no quiere quedarse en un trono en el cielo o en los libros de historia, sino que quiere sumirse en nuestros avatares de cada día para caminar con nosotros.

Y Dios es concreto en el actuar: el Verbo se hace carne, nace de mujer, nace bajo la ley (cf. Ga 4,4), crece y tiene amigos y participa en los avatares de su pueblo y en una boda. El Dios eterno se comunica con personas y en situaciones concretas.


Porque Dios se hace niño, porque acontece siempre en lo pequeño, concreto y cercano, vivir en la pequeñez tiene sentido, colmar concretamente la cotidianidad, es exquisitamente divino. 

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