sábado, 2 de diciembre de 2017

I Domingo de Adviento






Aguardar la manifestación gloriosa de Jesucristo
 
La Parusía o venida gloriosa de Cristo resucitado, es uno de los artículos del credo católico: «Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios... se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre... fue crucificado y resucitó al tercer día y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin».

        La parusía es el culmen de toda la Historia de la salvación. Con su muerte y resurrección Jesús se ha convertido en el Nuevo Adán, comienzo de una nueva humanidad, que tienen acceso al Padre. Ha conseguido para toda la humanidad la posibilidad del perdón de los pecados, de recibir un corazón nuevo, de formar parte de su pueblo, y finalmente de compartir su glorificación final.

Ahora está plenitud está actuando eficazmente, pero en la pobreza y debilidad, para respetar la libertad de los hombres, de forma que todos puedan responder libremente a esta llamada de amor. Se trata de una pobreza de la acción divina en sí y de nuestra forma de percibirla. A veces tenemos la impresión de que Dios está ausente del mundo y de     que no actúa la gracia de Cristo. La Iglesia primitiva enseñaba esta realidad sirviéndose del salmo 110,1: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos como estrado de tus pies. Cristo resucitado está ahora a la derecha del Padre; en este tiempo, el tiempo de la Iglesia, el Padre por medio del Espíritu Santo está sometiendo toda la humanidad, invitándola a aceptar la salvación conseguida por Jesús. La parusía es el momento en que el Padre presentará a toda la humanidad la obra de Cristo, desapareciendo la pobreza en su presentación y en nuestra forma de percibirla. Toda la humanidad será testigo de la gloria de Jesús y los que han acogido su salvación se la agradeceremos. Será la hora del pleno triunfo del amor de Dios manifestado en Jesús, que es a la vez la hora de nuestro pleno triunfo. Por este contenido, la palabra parusía, que de por sí sólo significa “llegada”, la aplicó la Iglesia primitiva en el sentido de “llegada triunfal”, como la que tenía un general victorioso al regresar a la ciudad.

        Mientras tanto, el Señor, que vino históricamente en el s. I, y vendrá al final de la historia, viene constantemente en su palabra, en los necesitados, en su Iglesia... Por eso se nos invita a animarnos con la esperanza de su última venida y desearla vivamente y a pedir que cada día se haga dinámicamente más presente el poder salvador de Jesús (primera lectura).
La fe en la parusía implica tomar conciencia de la situación de nuestro tiempo, que no es el tiempo absoluto y definitivo. Creer en la parusía implica creer que Jesús resucitado tiene la última palabra en la historia y que destruirá todo tipo de males. Esto ciertamente relativiza el tiempo presente, pero a la vez lo revaloriza, pues el presente condiciona el futuro. La Historia de la salvación se realiza en la historia de cada día. Por eso hay que vivir vigilando las constantes venidas de Jesús en el presente para poder acogerlo en el futuro (segunda lectura).

Ahora es el tiempo de la paciencia de Dios, invitando a la conversión, a deshacerse de todo aquello que impide acogerle (segunda lectura).

La celebración de la Eucaristía nos ayuda vivir nuestra situación en la Historia de la salvación: viene ahora el Señor resucitado eficazmente, pero en la pobreza de la celebración eclesial, el mismo que vendrá gloriosamente en su parusía. Ahora viene para alentar nuestra esperanza y vigilancia.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


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