sábado, 3 de marzo de 2018

III domingo de Cuaresma








La ética como culto existencial

El domingo pasado hablaba la palabra de Dios de la meta del camino, hoy se fija en el camino concreto, su naturaleza y su contenido. El Evangelio habla de la naturaleza del camino, seguir a Jesús, compartiendo su nuevo culto existencial. Realmente lo que Dios quiere que le demos no son “cosas” sino nuestra vida consagrada a hacer su voluntad. Fue lo que hizo Jesús creando un nuevo templo y culto existencial con su muerte y resurrección. Este nuevo culto existencial es la verdadera sabiduría que realiza plenamente a la persona (segunda lectura) y se concreta en el decálogo (primera lectura), concreción de la palabra de Dios que da vida eterna (salmo).

El decálogo es una lista de mínimos, que alude a las diversas facetas en que se debe concretar al amor a Dios y a los hermanos. Este enunciado minimalista, por su parte, invita a una lectura maximalista, que explicite los valores en que se apoya cada enunciado, abriéndose así a los amplios horizontes de la ética cristiana. Es lo que  hace el documento de la Pontificia Comisión Bíblica sobre Biblia y Moral de 2008  (nº 25-30). Según este documento el decálogo primero presenta Tres valores verticales: (1) dar culto a un único Absoluto, (2) respetar la presencia y la misión de Dios en el mundo (es lo que simboliza el “nombre”); (3) dar valor a la dimensión sagrada del tiempo. A continuación presenta Siete valores horizontales, sobre las relaciones entre las personas: (1) honrar la familia, (2) promover el derecho a la vida, (3) mantener la unión en la pareja marido-mujer, (4) defender el derecho que tiene cada uno de ver  la propia libertad y dignidad respetada por los otros, (5) preservar la reputación de los otros, (6) respetar las personas (que pertenecen a una casa, una familia, una empresa), (7) respetar las propiedades materiales de los otros.

De esta forma el decálogo abre la puerta a una moral liberadora: dejar el primer puesto a la soberanía de Dios sobre el mundo (valores 1 y 2), dar a cada uno la posibilidad de tener tiempo para Dios y de usar el propio tiempo de forma constructiva (nº 3), favorecer el espacio de vida de la familia (nº 4), preservar la vida, incluso la del que sufre y no es productiva, de las decisiones arbitrarias del sistema y de las manipulaciones sutiles de la opinión pública (nº 5), neutralizar los gérmenes de división que debilitan la unión matrimonial (nº 6), detener todas las formas de explotación del cuerpo, del corazón y del pensamiento (nº 7), proteger a la persona de los ataques a su fama (nº 8) y contra todas las formas de engaño, de explotación, de abuso y de imposición (nº 9 y 10).
Hoy, domingo, se nos invita a revalorizar nuestra vida moral. La Eucaristía debe ser el centro. Una celebración legalista, que solo busca “cumplir y quedarse tranquilo para no pecar”, acabará por no decir nada y abandonarla. El cumplimiento que Dios espera es que le entreguemos, unidos a la oblación de Jesús, nuestro corazón y nuestra vida, nuestros deseos, logros y fracasos. Él nos responde entregándonos a Jesús en la comunión para fortalecernos y seguir caminando. Todo esto exige una preparación previa, meditando las lecturas que se proclamarán y pensando en la respuesta que daremos. Y durante la semana, recordar lo que hemos ofrecido para seguir llevándolo a la práctica. Junto a esto, el domingo es día de familia, de amigos y de descanso.   Además, en la cultura occidental, el domingo es el culmen de un espacio de liberación del trabajo profesional, que puede empezar el viernes por la tarde y que debe dedicarse a la familia, a los amigos y a la propia formación. Desgraciadamente no todos pueden gozar de este tiempo o porque no tienen trabajo o porque tienen un trabajo que esclaviza. El cristiano debe tenerlo en cuenta y trabajar para que cambie esta situación.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


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