jueves, 5 de abril de 2018

¿Es lo mismo autoridad que poder?




Normalmente confundimos los términos de “autoridad” y “poder”. Decimos: esta persona es muy autoritaria, o tiene mucho poder. Y no es lo mismo.

La palabra “autoridad”, procede del latín, como la mayoría de las palabras españolas. Viene de “augere”, que significa: “hacer crecer  dentro de nosotros una palabra“.

El poder se expresa por medio de sus consecuencias: se ha obtenido por una presión militar o fuerza ajena a nosotros; otras veces son las urnas, en Democracia, quienes otorgan ese poder legalmente constituido…en otras ocasiones, por efecto de la situación laboral, hay quien ejerce el poder por ostentar un cargo…En estas ocasiones, quien o quienes disponen de su voluntad y la de los otros para conseguir un fin, ejercen “esa clase de poder”.

Jesucristo viene a poner las cosas en su sitio; son palabras de Pilatos a Jesús: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?” Responde Jesús: “No tendrías contra mí ningún poder si no se te hubiera dado desde arriba…” (Jn 19,10-12)

He aquí un claro poder opresor de Pilatos, dueño de vida y hacienda de sus súbditos. Pero Jesús le habla con autoridad: hace crecer en él una Palabra de Vida; el poder que reclama le viene de Dios.

Desconocemos si esta enseñanza de Jesús a Pilatos le llegaría a su corazón, pero es seguro que, desde entonces, ya no sería el mismo; probablemente su poder, su orgullo, entrarían en una enorme duda. El evangelio dice esta frase del Gobernador: “…Yo no encuentro ningún delito en Él…” (Jn18,38)

Apuntamos otra ocasión que nos arroja luz para entender la diferencia de ambos conceptos: Sucede que va un día Jesús a la Sinagoga, y allí se encuentra un hombre poseído por el demonio. Jesús con su “autoridad”, echa fuera del cuerpo al maligno ante el asombro de todos. La gente comentaba:”…Quién es este, y qué doctrina es la que trae: Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y le obedecen…” (Mc 1, 21-28).

Actuemos, pues, con autoridad cuando tengamos que ejercer este derecho, sin olvidar que la Palabra (con mayúscula) que ha de crecer en nosotros, sirva para arrojar la Luz que es Cristo y su Evangelio. El que la recibe, sin saber, sin quizá, discernir, ni tomar conciencia, notará una gran diferencia.

Alabado sea Jesucristo,

Tomas Cremades Moreno

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